29 de junio de 2013

Sin vuelta atrás.


El silbido del viento acompañaba el sonido del silencio, del metal tintineante del arma que besaba la armadura, temblorosa por la velocidad del vuelo. El agua desaparecía con nuestro movimiento y cada vez se encontraba más lejos, pero aún no podía verse el suelo arruinado y desértico.
Podía sentir la conexión entre cada una de mis mentes más poderosa que nunca, podía sentir cada conciencia, cada pensamiento de manera recíproca. Todos concentrados, todos dirigiéndose a la gigantesca nube negra en el horizonte que ya abarcaba toda nuestra visión.

-¿Seguro que estás lista para el combate, Luchadora? -le susurraba acercándome a ella.
-Por supuesto, Mentes. No te fallaría en tu batalla más importante -me miraba con aquellos ojos morados apagados, con aquel pelo azul oscuro sin coletas.

-Luchadora...
-Quiero combatir. Y aunque no sea la que fui porque has sido consciente de una realidad, prometo no ser una carga. Te lo prometo.

¿De qué realidad había sido consciente? Ya me dijo aquella frase cuando Sever me atravesó con el espadón de Defensor y fui desterrado a combatir contra aquel ser monstruoso en el tercer nivel. Habían pasado ya meses, pero no lograba dar con esa realidad...
Miré atrás, y el color de una túnica blanca sorprendió mis ojos.

-Lágrima Valerie... está volando con nosotros...
-Ya... -miró ella atrás y su pelo tapó medio rostro -. Al final, decidió ser valiente.

El sol brillante del atardecer comenzó a perder brillo en el mundo, el agua que desaparecía se volvió aire y la gran nube frente a mí se deshizo para reformarse en una pared gris castigada por los golpes y el agua oceánica inexistente, dejando pasar la luz entre sus grietas. Lágrima me miraba fijamente, en aquel pasillo dentro del palacio, y bajó la mirada cuando yo la miré a ella.

-¿Qué acaba de pasar, Valerie?
-Debes saber por qué lucho... Mentes.

Una gota cayó de una grieta del techo en un charco que expandió su sonido por todo el pasillo.

-Hasta ahora, siempre he huido del combate porque tenía un miedo profundo a fallar, a resultar una carga para todos o a que alguien muriera por mi culpa...
-Valerie...
-Sin embargo, durante todas las batallas he acabado resultando una carga para todos, viendo a mis amigos morir, y en definitiva, fallando en mis propósitos.

Las imágenes de Desánimo, muerto y resucitado dos veces, y de aquella lápida que no volvería entre nosotros me vinieron a la cabeza.

-Y todo esto... -se contuvo las lágrimas -, no hacía más que aumentar mi dolor y mi tristeza, al ver que mis amigos sufrían y yo no hacía nada por que se sintieran mejor... y todo el dolor que tienen ahora y yo no he sabido sellar... estoy en deuda con ellos. Y ahora vuelo contigo, dispuesta por primera vez a acabar con aquel ser que tanto daño me ha hecho... y tan inútil me hace sentir.

Mis brazos se abrieron amenazando con rodear con fuerza el cuello de la muchacha que me miraba con tristeza con aquellos ojos ámbar, pero justo cuando nuestras pieles comenzaron a juntarse la visión se deshizo, el sol comenzó a brillar, el agua volvió a retirarse y la nube gris donde Sever se ocultaba se había hecho un poco más grande. Mirando atrás, Lágrima me miraba ligeramente sonriente, y yo le devolví la sonrisa a una mente que valía mucho para mí.

-¡Mentes! -Razón, a mi derecha, se acercó más a mí -. ¿Cuál es el plan de batalla?

Miré los que éramos mientras volábamos hacia aquella nube, aunque lo supiese de sobra.

-¡Muy bien! -hablaba a Razón, pero todos me escuchaban -. ¡Nuestro plan será penetrar en la nube lo más unidos posible! ¡Cuando los clones nos ataquen, nos abriremos paso como podamos, sin dejar que nos retrasen mucho, y Razón -los fui señalando -, Luchadora, Optimismo y Eissen, vendrán conmigo para enfrentarnos a Sever directamente! ¡El resto formará una barrera que impida a los clones molestarnos!

Razón debía estar conmigo contra Aura Carmesí. Era de todos la única mente que en solitario era capaz de dañarlo, pues había asimilado los poderes del collar dorado que impedía regenerar a los Clones Blancos. Era consciente de las dificultades en las que nos veríamos más adelante. Un centenar de cuerpos prácticamente inmortales era mucho, incluso para unas mentes mucho más poderosas. Miraba a Luchadora, todo entonces estaba en calma, pero no tardaría en ponerse verdaderamente serio al cruzar aquel muro gris.

-¡Muy bien, ya le habéis oído! -gritaba Razón -. Mentes, ¿Susurro y Erudito ya están en el Palacio?
-Sí, llegaron hace unos momentos.
-Bien... espero que descubran por qué El Corazón se encuentra así...

Susurro no podía tocar ni a Sever ni a los Clones Blancos. Ellos eran de una naturaleza demasiado cambiante, y cualquier cosa que se dijera de ellos al exterior provocaba que mutaran y tornaran su naturaleza con tal de no ser apresados, convirtiendo a Susurro en piedra con solo el contacto. Aprendió esto combatiendo, cuando en el fragor de la Gran Tragedia el Razón clonado volvió roca su clavícula izquierda. Por ello, se encontraba en esos instantes ayudando a Erudito en el palacio derruído, buscando la forma de volver a El Corazón a su estado original.
Las dieciséis mentes que formaban el pelotón ya se habían posicionado, con los cuatro elegidos y yo como punta de lanza, todos con las armas desenvainadas, pues faltaba poco para llegar.

-¡Todos preparados! ¡Concentración, hermanos! ¡Nos jugamos hoy la libertad! ¡Nos jugamos hoy el futuro! -Razón nos dedicó sus últimas palabras antes del caos.

Los primeros retazos de la nube en forma de un gris transparente ya comenzaban a besarnos el rostro, y el aire denso comenzó a susurrar a nuestros oídos.

-¡En formación! ¡Preparados para atacar! ¡Mucha suerte y mucho empeño para todos!

La fría niebla golpeó el rostro de los dieciséis héroes, volviéndose de pronto el mundo oscuro y silencioso. Ni una palabra, solo la respiración, solo la concentración mientras nuestra vista nublada por el gris de la nube que atravesábamos nos llevaba a un ingente ejército de enemigos que nos estaría esperando.
Escuché cómo Razón preparaba su lanza, mientras los segundos pasaban y el interminable muro de aire no dejaba de ser atravesado...
Silencio, frío y oscuridad...

Un golpe repentino me devolvió a la realidad y a cada una de las mentes que acababan de cruzar conmigo, apareciendo de pronto en aquel lugar gris rodeado de gruesa bruma, mirando arriba y observando la ingente marea blanca que como si ya supiera que veníamos caía en picado contra nosotros.
Los cuatro segundos de silencio fueron los más tensos que había vivido. Sentía que por fin debíamos acabar con aquel mal, pero no podía evitar sentirme nervioso a la vez que veía caer aquellos cuerpos caer a toda velocidad, que ya llegaban, que ya estaban... ¡ahora!
De mis brazos brotó el gran escudo que Defensor llevaba siempre a su espalda justo antes de soportar el primer golpe. Dirigiéndolo hacia arriba apretando los dientes, con gesto de furia subía hacia el cielo mientras un centenar de sonidos se estrellaban contra el escudo con la intención de frenar mi marcha. El cielo se tornó del gris azulado del extraño metal en mis brazos, y todo a mi alrededor se volvió una marea blanca de caos mientras cientos de cuerpos cayendo a toda velocidad trataban de frenarnos y obligarnos a luchar, sin ver nada, escuchando todo y ninguna cosa al mismo tiempo, siempre hacia arriba, soportando decenas de golpes que como un redoble de tambor castigaban mi escudo y se me hacía más difícil avanzar. Noté que un cuerpo me agarró de las piernas y empujó hacia arriba, mientras escuchaba una explosión muy cerca de mí y me preguntaba qué pasaba.
Con un grito, cargué mis antebrazos de energía y la hice detonar contra el escudo, que salió volando a toda velocidad llevándose a todos los enemigos por delante. Con la espada de Razón dorada y el escudo de Optimismo, vi ante mi agobio y estrés cómo decenas de cuerpos nos rodeaban como una esfera más grande, y encontrándome cara a cara frente a los clones de Taide y Realista, di una patada al primero cortando la cabeza del segundo con un destello dorado y de manera coordinada con el resto de mentes, realicé una explosión de energía que alejó a los cerca de ciento cincuenta cuerpos de nosotros, dejándonos combatir.
Alzando las armas nos lanzamos gritando contra los enemigos derribados, inundando el lugar del sonido del choque de metales, del acero contra el acero, de la fuerza espiritual enfrentada.
Agachándome esquivaba dos barridos de metal, y apoyándome en el aire una voltereta me rodeó de enemigos de los que me libré girando mi arma. Cayendo otros dos,  el resto me miraba con las heridas que no podía regenerar, chocando sus armas contra la mía, el escudo y mi piel, sin suficiente fuerza para herirme, pero sí provocarme unos cortes.
Nos reagrupábamos como podíamos en medio del caos, siempre volando hacia arriba, cubriendo vanguardia y retaguardia, babor y estribor del pelotón que cruzaba accidentadamente el mar de enemigos que no paraban de surgir. De arriba parábamos sus ataques, desde abajo nos contraatacaban, y volvían arriba para convertir aquella misión en un infierno, un infierno blanco como el color cristiano más puro.

Lequ Love desde abajo sacó su enorme carta de escudo, Luchadora profería cortes a diestro y siniestro contra los enemigos que retrocedían y se regeneraban, vi a Razón acabar con el clon de Erudito en un destello dorado de su lanza y Servatrix rodearnos de un aura de protección.
Esquivando metal, castigando el escudo de Optimismo, recibía algún corte mientras algún destello dorado iluminaba un poco más mi alegría, en medio de los gritos, en medio de las chispas, de la energía liberada, de la carne blanca en la que se hundía el metal y de la que no salía sangre.
El clon de Humilde apareció frente a mí entre el caos y con un golpe directo ablandó mi escudo, esquivando mi ataque, cogiendo mi espada y lanzándola contra un Razón que pudo cogerla al vuelo en un ejercicio de reflejos, agarrado entonces por varios clones que lo separaron del grupo para matarlo.
Luchadora me vio, nos vio luchar en medio del caos, y los dos recordamos aquel momento hacía prácticamente año y medio...

Polvo, esquirlas, dolor. El suelo temblaba tras cada golpe en un palacio que estaba a punto de venirse abajo, y Luchadora apretó los dientes al contemplar con las pupilas diminutas cómo Big Suffer dirigía el golpe que segaría por siempre su vida. No le dio tiempo a gritar, el aire no salió de sus labios para poder maldecir. Desde la Gran Tragedia, Luchadora perdió su pasión por luchar, se volvió apagada, contemplando la tumba. Contemplando la tumba del ser que sacrificó su vida para salvarla de aquel golpe mortal.

La tumba de Humilde.

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