31 de diciembre de 2012

Mi mundo.


-Ha sido un buen año, Mil Mentes.

Sonrió Optimismo, representando a todas las figuras allí presentes. Lo dijo con las ropas rasgadas y las heridas de la lucha, como todos, porque sonreían pero se sentían serios y solemnes. Yo me levantaba poco a poco, observándoles a todos. Allí estaban, inmóviles, esperándome, mis Mil Mentes.
Contemplé desde el fondo del océano mi palacio, mi mundo derruído.
Ya no existía la ilusión por descubrirme y conocerme, de ver cómo era mi mundo, porque creía conocerlo. Nada que ver con la pasión de los ojos que observaron aquel mundo por primera vez, hacía dos años y medio:

23 de diciembre de 2012

Inestabilidad.


No podía moverme, no podía pensar bien. No podía resistirme.

-¡Dímelo! -rugió Sever señalando a aquello que tenía delante de mí.

Cerré los ojos cabizbajo. Iba a romper mi silencio con ella, mi ausencia no para perdonarla, sino para clavar dos puñales.

-Veo a Sombra.

6 de diciembre de 2012

El error de Sever.


Victoria, como siempre... ¿o no?
No sé exactamente qué se me pasó por la cabeza cuando oculto entre las sombras a varios metros de mí, aquella figura levitaba con la forma en quien lo hace alguien intacto.
Las pupilas se contraían mientras el cuerpo volvía a dolerme y la motivación se desplomaba como un edificio dinamitado.
Tanto esfuerzo... ¿en serio tanto esfuerzo por mi parte solo había servido para cansarme aún más?

La sombra vendada desapareció, callada como siempre, para aparecer detrás de mí. Apenas me dio tiempo a darme la vuelta, pues una patada perfecta en mi pecho me empujó hacia arriba...

1 de diciembre de 2012

La historia es circular pero jamás será igual.


Aquel día, sujeto y controlado por Sever, vi a Sombra.
Ese fue el comienzo de toda esta larga historia. Y pronto debía ser el final.

Abrí los ojos después de algún tiempo cerrados.
Un ambiente iluminado me sorprendió. Estaba acostumbrado a la niebla absoluta en la que últimamente me veía inmerso.
Desde que Luchadora vino a verme, malherida, me limité a sentarme en el suelo del color de la niebla e intentar resistir. No podía subir de nivel, y bajar era un suicidio. Para mí, era aún un suicidio permanecer en el tercer nivel... pero no tenía más remedio.