18 de junio de 2015

Mil Gracias.


Llegó el final. ¿Os lo podéis creer? Yo aún no lo he asumido. Llevo tres años de mi vida prácticamente inmerso en esta historia, y ahora se me hace raro dejarlo. La cuestión es que recuerdo al detalle el primer día que comencé, un veinte de septiembre de dos mil doce, un día que quise regalar a todos mi ego por mi cumpleaños. Y es cierto; estaba cansado de reescribir mi proyecto de novela, y quería mejorarla, pero no sabía cómo hacerlo. Quería contaros mi vida, quería que aprendierais de mi sabiduría, escribir también sobre filosofía y mi manera de ver la vida, y no sabía cómo hacerlo. Y ahora me miro y pienso, ¿qué sabiduría? ¿Por qué Mil Mentes si nunca tuve más de doscientas? Supongo que me gusta dramatizar. Por eso en mi mundo podemos regenerarnos, para poder mutilarme lo que quiera y que todo quede sangriento y espectacular.

17 de junio de 2015

Amanecer.


Cuando comencé a recordar, ya tenía los ojos abiertos, como si acabara de nacer. Alzaba la vista borrosa con la boca abierta, cansado, aspirando pesadamente el aire lleno de polvo. No veía nada con detalle, solo manchas negras y grises. La sangre no hacía ruido al caer gota a gota en el suelo... Dolía... Aquellas esquivas manchas de luz permanecían estáticas, mientras trataba de encontrarme en el espacio, moviendo torpemente mi cabeza. Acabé notando un leve hormigueo en mi mejilla y supuse que estaba en contacto con la tierra. Sin embargo, el sabor de la sangre era siempre el mismo y nunca se iba, tan característico, tan desagradable.

2 de junio de 2015

Oscuridad.


Lloraba la niña, tendida en su fina cuerda, que cedía, que cedía. Cerraba sus ojos húmedos, se revolvía, se revolvía. La oscuridad más clara, el frío de su sangre caliente que se le resbalaba entre los dedos... malgastada en quejas, en lamentos, su vida se perdía. Su vida se perdía. Sin amigos. Sin sueños. Perdida ya su poca compañía.
El precio de la libertad era caro, todos lo sabían, y ella no luchó. Solo pagó con el precio de su vida el premio de la mayoría. ¿Por qué ella? Ahora lo comprendía, de sus ojos cerrados se escapó una lágrima.