27 de septiembre de 2017

No pasará nada.


Mentes aún duerme, y yo debería levantarme con él, y aquí ando despierta. No sé en qué estará soñando, pero en la planta baja la cosa está muy revolucionada. La flecha de mi colgante no para de girar, y de girar, se va a volver loca. La puerta de Optimismo está entreabierta y hay luz dentro, así que supongo que estará en su habitación. Cuando abro la puerta, él está estudiando unos papeles, en su escritorio. La luz del flexo le da en la cara y hace que su piel blanca parezca amarilla.

—¿Aún no has aprendido a llamar, jovencita? —dice.
—Perdóoooon. ¿No deberías bajar para planificar el ataque y todo eso que soléis hacer?

20 de septiembre de 2017

Viejas glorias.


El sol rojo del atardecer se mezcla con las copas frondosas de los pinos, y da un reflejo anaranjado a la nieve. El bosque por fin se termina para los dos. Se sigue extendiendo en el este, hasta la cordillera en el norte oculta ahora por las nubes. Y al oeste, aún continúa lo suficiente para taparnos el sol, y los reflejos cálidos en la nieve son irregulares y alargados. Intermitentes. Uno acaba de reflejarse en la brida del caballo, y ahora, por más que miro el paisaje, siempre veo una mancha negra en el centro. Ahora que no hay árboles, la capa de nieve es cada vez más gruesa, el aire, frío y fuerte. Pero avanzamos porque no nos queda más remedio, cumpliremos la misión y, una vez nos encontremos entre un techo y cuatro paredes, podremos encender una hoguera y descansar. No será perfecto, tampoco hace falta.