27 de septiembre de 2017

No pasará nada.


Mentes aún duerme, y yo debería levantarme con él, y aquí ando despierta. No sé en qué estará soñando, pero en la planta baja la cosa está muy revolucionada. La flecha de mi colgante no para de girar, y de girar, se va a volver loca. La puerta de Optimismo está entreabierta y hay luz dentro, así que supongo que estará en su habitación. Cuando abro la puerta, él está estudiando unos papeles, en su escritorio. La luz del flexo le da en la cara y hace que su piel blanca parezca amarilla.

—¿Aún no has aprendido a llamar, jovencita? —dice.
—Perdóoooon. ¿No deberías bajar para planificar el ataque y todo eso que soléis hacer?

Optimismo sonríe, y gira su cabeza para mirarme. Con un gesto, me dice que entre, y con otro, que me siente en sus rodillas. Él me hace hueco, e intento entender los dibujitos que hay garabateados en la hoja que estaba estudiando. Hay círculos, y palos, y flechas.

—Madre mía —le digo—, ¿la gente abajo planificando y tú haciendo dibujos?
—Qué tontita es la Madurecita —dice, riendo—. Son estrategias de batalla. Combinaciones de poderes que deberíamos hacer para acabar con la amenaza.
—¿La pistola de tus dibujos es Narciso?
—Sí.
—Pero tiene dos. —Él no contesta—. ¿Y la espada negra es Luchadora? Porque es igualita a la suya.
—Así es.
—Pero no está ahora, tendréis que atacar sin ella.
—Ni Razón, por eso estaba estudiando qué hacer, jovencita.
—¿Qué poder tiene Luchadora? Nunca le he visto usar ninguno. ¿Lanza rayos con su rubí de la frente?

Optimismo calla unos segundos, por eso le miro, y tiene una cara seria, como de angustia. ¿Por qué?

—Antes —dice—, Luchadora era nuestra guerrera más hábil, era imbatible con su espada que no puede romperse.
—Sí, eso lo sé.
—Desde que revivió, no sé si obtuvo algún poder, pero se ha negado a usarlo. Se enfada si miramos su rubí.

Optimismo sigue hablando mientras yo solo puedo darle vueltas a una palabra. Revivió. ¿Revivió?

—Oye, ¿cómo que Luchadora revivió?
—¿Qué?

Se me queda mirando, con cara de sorpresa, y entre los dos hay un silencio muy incómodo. ¿Qué está pasando aquí?

—¿Cómo que Luchadora revivió? —Que no crea que no me va a contestar.
—Era una forma de hablar, tontita, que no te enteras, me refería a que ella obtuvo su rubí robándoselo a un enemigo, ahora déjame estudiar.

Noto la mirada del viejoven por encima de mi hombro, bastante metido en los dibujos, susurrando despacio algunos nombres. Algo de lo que acaba de pasar me huele a rancio, voy a insistir, pero mejor lo haré luego. Optimismo hace unas anotaciones con la mano izquierda, mientras Social grita desde abajo un marcado, y una mierda me meto yo ahí, y Defensor, también abajo, le replica que ya se meterá él, que él lo hace todo. La flecha se está volviendo loca.

—Si la lava os toca, ¿os morís? —pregunto.
—Pues sí, por eso hay que tener cuidado. —Suspira—. Se supone que soy importante en esta empresa en concreto, ya sabes, el todo irá bien y todo eso, pero sinceramente... No sé cómo alguien como yo podría apagar un volcán.

Un volcán, apagado a base de pensamientos tranquilizadores hacia el futuro... Más bien parece una tirita en lugar de un remedio. La lava será amenazante, pero si al menos pudiera ir con ellos, aunque sea fuera de peligro, saldría de casa por una vez, haría algo de provecho...

—¿Por qué no puedo ir? Estaré lejos, no me pasará nada, me pondré donde digáis. Pero quiero veros, nunca os veo luchar. Quiero aprender.
—Ya habrá tiempo para aprender, jovencita. Venga, vamos abajo, y así aprendes cómo nos preparamos.

Nos levantamos los dos, yo me doy la vuelta y le sigo insistiendo, por favor, por favor, pero me dice que no, y ni siquiera me mira mientras me lo dice. Dicen que es tan mayor como Social, pero parece bastante más joven, y se porta como alguien mucho más viejo.

—¡Ya os he visto planificar muchas veces! Quiero veros en acción, por favor, Optimismo, juro que haré lo que me digas. No quiero estar aquí siempre, en la casa... Me siento una inútil.
—No eres inútil, jovencita, es solo que estás creciendo. ¿Y si te pasa algo?
—¡No me pasará nada! —le digo, y sé cómo continuar—. Eso es lo que deberías decir tú, tienes que practicar antes de gritárselo al volcán. No me pasará nada.

Ríe, negando con la cabeza, con las manos en la cintura. Pero se ha puesto serio y me mira fijamente, seguro que me deja, seguro que sí.

—Estarás siempre encima de Nadiesda, tu potro se queda en casa.
—¡Sí!
—Irás a donde te diga y si te digo que no hagas nada, no lo harás.
—¡Sí!
—Y aunque alguien esté a punto de morir, no harás nada. ¿Prometido?
—¡Sí, sisisisisí!
—Veremos si no me arrepiento...

Grito y salto de emoción y abrazo a Optimismo, que parece confundido. Pero él sonríe y me agarra bien fuerte, levantándome del suelo. Me baja y me suelta, de pronto. Cuando miro a donde está mirando, el rubio Eissen está de pie en las escaleras, a falta de cinco o seis escalones por subir, mirándonos, y Optimismo está muy serio.

—Venga, Albino, tienes que bajar.
—Ya voy, Eisencito. ¿Es que no puedo tener un rato a solas con la muchacha?

Eissen se va, callado y suspirando. Yo miro a Optimismo porque tiene la cara muy seria y me preocupa, ya le he dicho que no le hable así, que tampoco ha hecho nada, siempre que recuerdo se han tratado así. Quiero decírselo otra vez, pero no lo hago. Supongo que en el pasado discutieron mucho... y algún día le preguntaré a Optimismo qué pasó, quiero saber. Y Luchadora... ¿será verdad? ¿Una vez murió? Aquí hay muchas cosas que no me cuentan, y un día se van a enterar de lo que vale un peine por ocultármelas. Eso es.
Abajo, todos están sentados en su sitio en la mesa, salvo Dante, Luchadora y Razón. Ni Erudito, claro. Energía usa el cristal que hay en el techo sobre ellos para proyectar lo que parece ser el terreno del nuevo volcán, en movimiento, seguro que está reproduciendo lo que un pájaro poseído por ella está viendo ahora mismo. La montaña permanece tranquila, escupiendo lava lentamente por una grieta que se ha abierto.

—¿Qué hora es? ¿Cuánto nos queda hasta que se ponga eso a hervir? —dice Optimismo.
—Tres horas hasta que se despierte, siete hasta que entre en el trabajo, así que siete —contesta Defensor.

Voy hasta Servatrix y le tiro de la manga del vestido. Solo de verles me ha entrado un sueño... y un hambre... Le digo que quiero comer, y Servatrix me susurra que ya va, acaba de escribir unas cosas en un papel de la mesa y va casi corriendo a prepararme el desayuno. Miro, mientras, a Defensor, en el centro y de pie, repasando el plan de acción con el resto, diez mentes escuchándole, diez, más yo. Y Energía, claro, y Servatrix, que está con el desayuno.

—Energía, ¿puedes mantener el mapa quieto? —Defensor habla alto.
—Haré lo que pueda, Defensor, los vientos son fuertes, y el pájaro que controlo es enclenque.
—Bien, ¿todos me escuchan? —Defensor sigue hablando—. Repasaré todo para Optimismo y para que quede bien asentado. Tenemos un problema rutinario, una mera cuestión de ansiedad. Silenciaremos este problema antes de que se ponga a hablar, ¿entendido? Todos con sus animales vehículo, preparados y en posición dentro de media hora.

Servatrix aparece por mi espalda y me abraza desde atrás, y sus pelos plateados brillantes caen sobre mis hombros y sobre la mesa.

—Iremos a paso rápido —Defensor sigue hablando, y marca un punto en el mapa tridimensional—. Aquí formaremos el campamento, y Servatrix se queda cuidando de los animales. Dentro de tres horas marcharemos por la colina sur, Energía ya le ha dado instrucciones a Dante para que nos espere allí. En la cima, Repar unirá su láser a la espada de Dante, y con eso esperamos abrir la montaña. Allí valoraremos la situación, pero es cien por cien probable que hagamos una desactivación estándar. ¿Todo claro?

¡Qué emoción, qué nervios! Narciso está bostezando, comprobando que sus uñas están bien limadas, y Defensor comenta el plan como si lo hubiera hecho millones de veces, echándose hacia atrás la larga melena negra con total tranquilidad. Algunos se levantan y van a sus habitaciones, otros incluso comienzan a prepararse el desayuno, ¡y yo tengo que desayunar, y prepararme! Tengo miedo de decirlo en alto por si alguien me lo prohíbe en último momento. Qué bien, qué bien, voy a ir, ¡qué bien! Repar ha vuelto a hacer madalenas, me encantan sus postres.

—¿Te gustan?

Afrodita se sienta junto a mí y me mira fijamente, sonriendo. Su pelo castaño, largo y voluminoso, casi se mete en la leche con mis madalenas.

—Las hice anoche, con Social. Bueno, él lo hizo casi todo, yo estaba aprendiendo.
—Tan mu enas. —Un trozo casi se me escapa de la boca.

Noto cansada a la mente del amor, pero feliz. Ella me da un beso en la cabeza antes de irse, yo bebo la leche y se me escurre por el cuello, porque hay prisa. Corro a mi habitación, cojo mi chaqueta, el collar ya lo llevo, y me llevo el arma que no existe y la guardo en mi funda invisible. No sé si leer para que los minutos pasen rápido, pero me acuerdo de Erudito y decido mandar a tomar por culo los libros de las narices, y como no sé qué hacer, voy a la habitación de Optimismo, en la que me da un aparatito verde y plano para que me lo guarde en el bolsillo, dice que es para que Energía nos tenga localizados.

—¡Eisencito! —grita él a un lugar del pasillo.

Eissen se gira más allá de la puerta, con cara seria como la que tenían antes, le pregunta que qué quiere. Optimismo le lanza otro de esos cacharrillos metálicos y verdes.

—Me quedo aquí, ¿recuerdas? —dice Eissen.
—Ya, pero no me fío, quiero que Energía sepa en todo momento donde estás.
—¿A su lado, tal vez...?
—La última vez no estuviste a su lado. Que te lo pongas.

Optimismo se rasca la cabeza, se despeina los pelos blancos blancos como nieve, y me pregunta si ya lo tengo todo preparado. Entonces bajamos las escaleras, cruzamos el comedor y seguimos por la puerta derecha del pasillo, que lleva a los establos, donde Duch está acariciando a su toro Ánima, y Narciso peina a su yegua Ninfa.

—¿Por qué le peinas si vamos a un volcán? —le dice Duch.
—Mejor que esté sucia cuando llegue que aún más sucia.

Defensor entra en el establo, abre el portón reforzado de su montura y despierta a la Señorita Lorraine, su jabalí gigante, que bufa y gime por la inoportuna visita.

—¡Mala, Lorraine, mala! Te he dicho que no te muevas tanto cuando te despiertan. ¡Si llega a ser otra persona la habrías atravesado! Bandida...

La Señorita Lorraine me da miedo. Cuando yo era pequeña, Repar la despertó y yo vi cómo le atravesó la parte de la mitad mecánica de su cuerpo. Es enorme, se mueve mucho y tiene mal genio, en la vida me pondría yo en la piel de Defensor... aunque entonces fuese inmune a su colmillo. No puedo imaginar tener que despertarla cada mañana, interrumpiendo sus veinticuatro horas de siesta diaria. Optimismo ya ha preparado a Nadiesda y está listo para irse, y prepara también el caballo de Social en lo que viene este masticando madalena. Se abrazan, y Optimismo me ayuda a subir.

—Así que la renacuaja ya es mayor y viaja con nosotros —Social sonríe—. ¿Y cuando se entere Defensor?
—Defensor ya se ha enterado —dice Optimismo.

Siento el estómago como si me lo hubieran girado un segundo.

—¿Y que ha dicho? —pregunta.
—¿Qué va a decir? Ha bufado y me ha preguntado que si lo tengo claro. Pero no va a pasar nada, ¿verdad, jovencita?
—¡No! —grito, sonriendo.

Optimismo monta detrás de mí y agarra las riendas, y yo me apoyo en un bulto de la silla. Cuando estamos todos, Defensor da la señal y arranca a su bicharraco montado sobre él, con cuidado de no darse con la cabeza en el techo, la Señorita Lorraine mide por lo menos tres metros... Cuando pasa por delante de nosotros, lanza el walkie a Optimismo, que lo coge al vuelo. La Señorita Lorraine abre el portón del establo con sus comillos curvos hacia arriba y sin mayor esfuerzo, y desde el fondo empiezan a salir, hasta que nos toque a nosotros los últimos por estar junto a la puerta. Servatrix, al cruzar con su ciervo frente a nosotros, me saluda y me lanza un beso.

—Energía, ¿me recibes?

Optimismo habla a través del walkie, según salimos. Eissen, detrás de nosotros, cierra la puerta del establo.

—Alto y claro, Optimismo. Tu voz se escucha con más nitidez que la de Razón.
—Eso es porque soy más guapo.
—En realidad se debe al volumen.

La casa queda a nuestras espaldas, cada vez más lejos, apenas puedo verla con el cuerpo de Optimismo tapándome... Ya había dado paseos con mi potro Tempos, pero nunca había perdido de vista la casa. La vez que me fugué era de noche, y no pude disfrutar las vistas. Ahora, el mar a nuestra izquierda brilla con la energía de la mañana, con el aura del sol que aún no ha aparecido, y el aire es frío, húmedo, me subo el cuello de la chaqueta con la melodía de los grillos y el olor de las lavandas  y los lirios del jardín que cuida Servatrix. Los pájaros están piando.

—Oh, ya entiendo —suena la voz de Energía a través del aparato—. Era un chiste.
—¿Dé qué hablas, Energía?
—Tu relación entre la claridad de la voz y el aspecto físico. Bromeabas, ¿cierto?

Cuando la playa se convierte en acantilado gira hacia la izquierda y giramos con él, y entre árboles y palmeras ya se huelen las vacas y las gallinas de la granja que Duch cuida a diario, y más allá está el invernadero de Repar, y al otro lado del camino, el que lleva al muelle donde el barco Actina está atracado. Una vez salí a navegar con él, ayudando a Relativismo y Razón a pescar, qué increíble fue ver la tierra desde lejos, y qué gracioso cuando sopló el aire y no se aclaraban para controlarlo. Y más allá del invernadero hay un camino que llega hasta el infinito, lleno de árboles a cada lado, normalmente verdes, ahora amarillentos, un camino que nunca he pisado, el final siempre ha sido para mí una incógnita, la pradera, me decían. Pero nunca la vi. Hoy es un día especial. Es maravilloso.
Defensor toca el cuerno, y Optimismo, igual que Social delante de nosotros, comienzan a agitar las riendas y espolean a los caballos, Nadiesda aumenta el ritmo como el resto, siguiendo la estela de Nexo y Delfos, los caballos de Social y Relativismo, me da miedo caerme. Pronto comienza a dolerme el culo, antes de que la pradera se abriera y los árboles se quitaran para llegar a un inmenso mar verde. Optimismo dice que el dolor de culo es normal, yo es que nunca había cabalgado así con Tempos, ni tanto, ni tanto tiempo, ni había llegado a ese inmenso verdor, unas colinas de hierba infinita que se extienden lejos. El camino se bifurca, y cogemos el que tira hacia el interior.

—¿El otro a dónde lleva?
—Al desierto, este camino lo evita, aunque lo podrás ver un poco.
—¡Bien, veré el desierto, toma ya! ¿Estará lleno de arena? ¿Ahí no es donde está la cárcel de esa mente? ¿Cómo se llamaba?
—Sí, está lleno de arena.

Y la conversación se para, no me contesta.

—¿Ahí está la cárcel de esa mente? —insisto.
—Sí... Está pasado el desierto, en una montaña, al final de la gran isla.
—¿Cómo se llamaba?
—Fuego.
—¿Qué hizo?
—Se portó mal. Bueno... sí, se portó mal.
—¿Qué hizo?
—Ya te lo contaré otro día.

Qué rollo, no me quieren contar nada, qué fastidio. Ya soy mayor, pero me siguen tratando como una niña pequeña.

—¿Por qué vamos los últimos? —digo.
—Alguien tiene que ir el último.
—Pero nosotros no, adelanta a alguien.
—¿Qué más da, jovencita?
—Joe.

La pradera se convierte poco a poco en un lugar más marrón y árido, y los tipos de plantas que crecen son diferentes, más sosos y puntiagudos, unas plantas feas y más bajitas, plantas que solo había visto en los libros. El camino comienza a coger pendiente, y los animales, sin parar de correr, se dirigen a un camino que se mete entre dos montañas, trepando por el lado de una de ellas, siempre hacia arriba. Cuanto más me acerco, más grandes se hacen esos trozos de roca inmensos que parece que van a tragarnos, y ya allí, cualquier palabra que se dice se escucha raro, como si se repitiera dos veces. Meneo la cabeza, porque o hay alguien arriba hablándonos, o me estoy volviendo loca, pero Optimismo me dice que es normal, y pega un grito que la montaña le contesta, con el mismo tono pero menos volumen, como si al final de esas dos gigantes paredes hubiera un espejo de las voces. Miro arriba con miedo, viendo la vegetación que desborda la cima, y me pregunto si nos caerá algo a nosotros.
Los animales aminoran el ritmo, cansados, y lo que antes era una montaña increíble ahora es apenas una roca que se eleva un poco sobre nosotros, y descubro que lo que antes era el final en la montaña a nuestra derecha, ahora solo es la mitad, y en realidad más atrás continúa hacia arriba. Más allá de ella hay una columna de humo brutal que llega al cielo, y veo la montaña convertida en volcán, al fondo, y la grieta de lava que chorrea de dentro. Sin embargo, a nuestra izquierda la montaña no crece, y puedo el desierto detrás de nosotros, un mar de tierra marrón y gris, y también veo el mar, el de agua, puedo ver que la cadena montañosa sigue hacia la izquierda, y al final hay un faro enorme, que apunta con su luz a unas aguas negras. Unas aguas demasiado negras, como si allí aún fuese de noche. Al fondo hay una isla, una que me pareció ver varias veces desde la casa, pero no se ve bien, no se ve correcto, apenas comienzo a ver sus rocas y una bruma morada la envuelve, una bruma que parece moverse hasta la luz misma del faro, y no la llega a tocar.

—¿Qué es eso? —le pregunto.
—Es la isla del Inconsciente.
—¿Esa bruma entonces es Miedo?
—Es su reino, sí. El faro impide que llegue a nosotros por las costas occidentales.
—El faro es la cárcel de Fuego... —digo.
—Sí.

Cuando los árboles y la roca tapan la vista de la isla, no me la puedo sacar aún así de la cabeza. Imagino vivir allí, en esa bruma inmensa que llega a las nubes. En que un día esa bruma pueda alcanzarnos a nosotros.

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El panel de control de Energía se enciende emitiendo un ruido, y yo despierto de pronto. Me había quedado dormido.

—Despierta, Eissen. Las mentes están a punto de llegar al destino.
—¿Tenemos visual? —torpemente me acerco al ordenador, intentando despejarme.
—Sí.

Energía conecta la mesa del sótano, que proyecta un mapa tridimensional de color verde de la zona. Veo la montaña, y a las mentes más brillantes de lo normal gracias a los localizadores, que han montado el campamento más cerca de lo planeado. De pronto, el mapa se mueve, desaparece, y solo veo líneas de verde oscuro moviéndose erráticamente. Cuando voy a preguntar, todo vuelve a la normalidad.

—¿Qué ha pasado?
—Lo siento, Eissen, el ave que poseo estaba experimentando lo que llamáis picor, y he debido tomar medidas precipitadas por extinguirlo.
—¿Quién tiene el walkie?
—Optimismo.
—Joder... ¿puedes hablar tú con él?
—El estratega eres tú.
—¿Y puede ser que tú le comuniques las órdenes que yo te comunique?
—Eissen.
—¿Qué?
—Hazlo tú.

Las mentes se dirigen a la cara sur de la montaña, a un minuto de los caballos. Ojalá no sea necesario hablar por el walkie.

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Al fin, la montaña está tan cerca que puedo escuchar el borbotear de su lava, y tengo ganas de probar esa lava, incluso puede que hayamos llegado antes que las mentes. Al girar a la izquierda por el camino de piedras, vemos perfectamente la cara norte de la montaña. El río de lava llega al camino, así que seremos previsores y nos abriremos paso a través de la maleza, hasta la cima. Escucho a Razón tarareando una canción que solo él conoce, de algún compositor de hace cientos de años que solo él aguanta escuchar. Al principio avanzar se hace difícil por las plantas y las zarzas, pero más adelante resulta ser una montaña no muy prolija en vegetación. El sol aún no se ve encima de la cordillera.

—Deberíamos bordear la montaña por atrás y llegar a la cara sur —dice Razón.
—¿Por qué no esperarles en la cima?
—¿Y si explota?
—Supongo que la lava se disparará al llegar al trabajo, no antes.

Un sonido muy desagradable se escucha más allá del cielo, desde los oídos de Mentes, que ya despierta. En cuanto apaga el despertador, se sienta en la cama como cada mañana, y luego mira al lugar de su esposa, que ya se ha ido hace rato al colegio.
Un sonido grave, fuerte, profundo como solo la tierra sabe percutir, un temblor acompaña un mar de lava que sale a presión por la abertura, que no da abasto y abre la tierra en canal a placer, destruye la roca de la cima y la expulsa hacia arriba, la lava acompañando como chorro los proyectiles rocosos que caen, una cresta, una cortina roja que estalla desde dentro y cubre el cielo de negro y ceniza. La luz del sol desaparece, Aristóteles relincha, Hércules permanece sereno y le grito para que avance, directo a la cima, Razón detrás de mí gritando que vaya con cuidado. No existe el cuidado en estos casos, solo la locura, soy una guerrera, y mía es la furia.

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Estiro los brazos y giro el cuello hasta que lo hago crujir. Servatrix se ha quedado con la pequeña, espero que todo vaya bien. Pronto llegaremos a la cima, subo con Defensor, que está colocando en su brazo su gran escudo, por si acaso, y yo hago lo propio con mi maza. Social y Dante caminan detrás.

—Albino —me llama Social—. Si te metes conmigo, me meto en el volcán y lo apagamos juntos.

Yo río, le digo que por supuesto, y él golpea mi hombro. Un temblor nos sobresalta, y después de un rugido, la maldita tierra sale despedida seguida por una corriente de lava, según Mentes se despierta. Lo veo todo a cámara lenta, cómo una roca grande va a caer directa hacia nosotros, todos corren, Defensor alza su escudo y se pone en la trayectoria, y sin pensarlo, siquiera sin mirarle, lanzo mi maza a Social, él me lanza su ballesta, yo de rodillas la sujeto, él la carga con mi maza, tensa fuerte, muy fuerte la cuerda y la lanza hacia la roca. Impacta contra ella y deshace un buen trozo, que al impactar en el escudo de Defensor, apenas le echa al suelo. Él me lo agradece, yo corro hacia mi arma, el walkie suena.

—¡Dos grupos! ¡Uno protegido por Relativismo que se dirija a la cima! —grita Eissen a través del aparato—. ¡Defensor, que cubra a Stille, Susurro y Duch para agrandar la grieta lateral!

Yo grito a viva voz las órdenes que el rubio me da, espero que Energía esté supervisando lo que hace ese tío, porque si se equivoca y cuesta la vida a alguien, le mataré. No pienso marchar nunca más con el cadáver de un amigo entre mis brazos por su culpa.

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Veo, a través del ordenador de Energía, cómo Luchadora y Razón se dirigen al galope desde la ladera norte. Madurez y Servatrix se encuentran fuera de peligro, pero hay trozos pequeños de lava que caen en el camino del resto como si fueran lluvia, y que Relativismo con sus barreras está empezando a despejar.

—¿Por qué has dirigido a tres a la grieta original, Eissen? —pregunta Energía.
—Porque sospecho que si la agrandan, la presión en la nueva cima disminuirá.
—Tiene sentido.

Hay mucho que planificar. Grito por el walkie que Repar prepare sus balas congeladoras, por otro lado, Luchadora y Razón se han unido al ataque. Me preocupan sus caballos, podrían ser alcanzados por la lluvia de lava, aunque parece que ha remitido. Susurro ya está poniendo bombas al lateral de lava, y Stille, por su parte, está ahogando a Duch como tantas veces han ensayado, para que se tranquilice, y vuelva a ser grande y musculoso. La detonación de las bombas estalla la roca, la lava sale despedida y el escudo de Defensor protege a Susurro en el último momento. Casi se me para el corazón. Ella corre hacia atrás, mientras la lava sobrepasa el escudo del hombre y la lava le salpica y cubre por completo. Abriéndose paso con el escudo, como si se tratase de agua caliente, vuelve con la chica y se escurre la lava del pelo... Susurro suerte de que los pantalones de Defensor resistan la lava tanto como él. Duch se ha tranquilizado, su cuchillo se ha convertido en un martillo que puedo ver desde el mapa, su cuerpo es grande de nuevo, y está empezando a machacar la roca.

—¡Eissen!
—¿Qué pasa?
—¡Hay intrusos en la casa! ¡En el comedor!

Corro sin pensarlo, subo las escaleras de tres en tres y abro la puerta del comedor, donde dos figuras robóticas están junto al cilindro de cristal de Energía, y lo rompen, sin darme tiempo a reaccionar. La luz en la casa se va por completo, el núcleo de energía comienza a palidecer, y sin pensar mucho les ataco, doy una patada a uno, esquivo el porrazo del otro, que camina con una rueda, con una sonrisa amarga pintada y algo borrada, oxidado y con un vapor oscuro saliendo de su cabeza, y el otro no le veo bien, pero se está incorporando con sus piernas y sus brazos articulados. Cuando se levanta y va a darme un lanzazo, lo esquivo e impacta en el de la rueda, que cae al suelo y se parte el cuello, explota.
El oído izquierdo me pita muchísimo, me duele la cadera, pero solo puedo pensar en una cosa. Me arrastro, corro como puedo a la cocina, cojo el gel de emergencia que Erudito creó hace tiempo, voy hasta el cristal de Energía y lo veo con la rotura de antes y más fracturas. El gel se seca al instante e imita la solidez del cristal, y cuando tapo la última comienzo a ver de nuevo el núcleo verde de arriba a abajo. Un abrazo fuerte, una red, me ha atrapado, y cuanto más me muevo, más débil me siento. No puedo moverme. Poco a poco, percibir se me hace difícil, solo puedo sentir que me están arrastrando.

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Una roca vuelve a saltar, preparo mi maza para que Social la lance, pero Dante la elimina en un momento, con su espada convertida en rifle. Repar ya ha empezado a soltar con su brazo mecánico la munición congelante por las paredes de la nueva cima, que se ven más liberadas ahora que Susurro, Stille y Duch han abierto la grieta lateral, unas con bombas, el otro a martillazos. Narciso tapa con su propia munición congelante los puntos calientes que se abren paso, con sus dos revólveres. Luchadora y Razón llegan, y la chica de ojos morados grita sin miedo que piensa saltar adentro. Dante salta con ella, una caída de cuatro metros que fractura la lava congelada, y Narciso la vuelve a tapar. Los dos guerreros han alzado sus espadas, en mitad del recinto congelado, y ha aparecido el botón. Una gran manivela de dos brazos etérea, invocada por las mentes, por ser mentes. Ella y él comienzan a empujar haciendo mucha fuerza, mientras Repar y Narciso los cubren con balas congelantes, mientras los tres de la grieta la siguen agrandando, y Relativismo se prepara para colocar cualquier barrera. Afrodita también otea el cielo, preparada con su bastón.
La sala congelada comienza a vibrar, víctima de la presión, pero las continuas balas azules impiden que expulse la lava por la nueva cima, y una nueva oleada sale a presión por la grieta, veo cómo derriba a Duch y Susurro, y la roca sobre la que estoy se escurre, trato de parar el golpe.

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Montada en Nadiesda, y con las manos sobando lo más fuerte que puedo el collar, no sé qué hacer, solo mirar es muy difícil, la lava, que truena antes de salir disparada en cualquier dirección, Mentes habla a Julio para despertarle y llevarle al colegio pero nadie se puede ocupar, yo trato de hacerlo pero no puedo, es Servatrix la única pendiente de él. El volcán ha vuelto a erupcionar, veo cómo derriba a Susurro y a Duch y también a Optimismo, que... ¡no! ¡Optimismo!

—¡Servatrix, Optimismo ha caído!
—Lo veo, niña, se ha quedado inconsciente.

Se ha golpeado la cabeza y ha caído ladera abajo. La piedra lisa sobre la que está se encuentra justo encima del torrente de lava que sale a borbotones por la grieta. Pero veo que, con cada temblor, comienza a ceder. Va a caer. La piedra va a caer a la lava, Stille ayuda a Susurro a salir de ahí, Duch vuelve a ser pequeño y ágil debido a los nervios, Defensor también se va, pero nadie va allí, donde Optimismo les necesita, nadie grita por el walkie que le ayuden porque lo tiene él. Y el pájaro de energía no baja a avisarles.
Espoleo a Nadiesda, pero no se mueve. Servatrix me grita. Recuerdo las normas, a la mierda las normas. Me bajo del caballo sin pensarlo, corriendo todo lo que mis piernas me dejan. Creo que he gritado el nombre de Optimismo, creo que Servatrix ha gritado mi nombre, pero no pienso parar de correr. Me acerco, mientras tropiezo y me levanto, resoplando, porque cuesta, cuesta correr pero no pienso parar. Con otro temblor veo la roca ceder, y el cuerpo de Optimismo está empezando a escurrirse por la pendiente.
Cuando pongo el pie en la roca, cae y se escurre hasta el río de lava, y yo caigo con ella. Me miro a mí, le miro a él, ilesos, y noto el cuerpo arder por la gran temperatura, el humo, me cuesta mantener los ojos abiertos. Le agarro y salto el río con él a rastras, porque pesa mucho, salto el gran escalón de piedra con él a rastras, no me importa el golpe, me incorporo y sigo caminando. Servatrix me alcanza, que también ha corrido, y me lanza al suelo, me aprieta contra la roca que acabo de saltar cuando una lluvia de gotas de lava que no había visto casi nos caen encima.

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Esta rueda está siendo difícil de girar. Se supone que solo es un aviso, Mentes, ¿a qué viene tanta ansiedad? No te van a echar, joder, pero tienes que ayudarnos. El lugar en el que estamos se va a convertir en lava muy pronto, Repar ya no tiene balas. Empuja, empuja... Empuja, Dante. Aunque muy poco a poco, comienza a ceder.... cada vez es más fácil.

—¡Vamos, Luchadora! —grita Social desde arriba.

Noto cómo la tierra se apacigua bajo mis pies con cada vuelta de la rueda etérea. Dante gruñe, y estoy seguro de que yo también, con los brazos rectos y entumecidos. El rugido de las entrañas del mundo se convierte en un leve gorgoteo sosegado, y poco a poco, en silencio. Después de la tercera vuelta, la rueda ya no gira más. Alzo la vista para mirar a Dante, unos ojillos marrones sonrientes, con el resto de la cara tapada por sus brazos, apoyados en la rueda. Relativismo nos lanza una cuerda, mientras la rueda desaparece, y todo vuelve a la calma. Muy bien, Dante, gran jugada... Riendo, nos chocamos cada uno una palma en la espalda, nos sonreímos, ya está, trabajo concluido, y me hace el gesto para que coja yo primero la cuerda, pero insisto en que no. Ellos tiran de nosotros, y cuando Defensor se une a ellos la cuerda sube el doble de rápido. De pronto, una roca se desprende arriba de todo, justo al lado de la cuerda, directa hacia mí, y cuando iba a soltarme de ella, Dante empuja la roca con su propio cuerpo. Y, mientras la cuerda sigue subiendo, veo cómo sus manos van perdiendo fuerza, hasta que suelto mi derecha para coger su cuerpo, pendido en el vacío.
Ellos me reciben así, con solo una mano para saludarles. El brazo y la cabeza de Dante están sangrando, pero tiene pulso. Relativismo está pidiendo disculpas por no haberlo visto.

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