25 de junio de 2013

Por mí. Por ellos.


El tiempo jugaba en mi contra y a cada segundo que perdía la sonrisa desfigurada de Sever comenzaba a dibujar la oscuridad más, más, en el lejano lugar donde se ocultaba, con un ejército de Clones Blancos como él entre el vacío del negro de ambas pupilas.

Comencé a caminar hacia el centro de todas esas mentes, algunas tan conocidas, otras tan inexploradas, descubriendo que lo más importante no era el número, sino la calidad, la pureza y complejidad de las que se poseen.

Sentí que mi personalidad no compatibilizaba con el entorno, y antes de quitarme la vida la encerré en un cofre, y como el ahogado que respira adopté cada manera de pensar, extraje y tallé poderosas armas de los demás sin la ayuda de Susurro ni de Erudito, pinté un alegre cuadro con témperas, acuarelas y carboncillos...
Unas herramientas, un cuadro que me ayudaron a compatibilizar mis pensamientos extravagantes con el mundo que me rodeaba y me hicieron comprenderlo, sin necesidad de empatía, pues poseía una extensión artificial de mi persona que me permitía entender de una manera mecánica y numérica... mis mentes.
¿Qué hacer? ¿Eliminar todas aquellas cosas que cogí y quedarme solo con lo básico para compatibilizar, o bien tratar de integrarlas todas? "Ni una ni otra", pensé en el instante en que de manera automática alzaba el brazo. Caminaba hacia el centro de todas esas mentes a cámara lenta,  liberando una gran cantidad de energía, absorbiendo una cantidad ingente, solo porque no me daba cuenta, porque sabía que podía hacerlo.
El agua que observaba desde lejos contempló el festival de luz azulado y blanco, lleno de destellos, donde cerrando los ojos aún podía ver las líneas y conexiones que como una red neuronal nos unía a todos. La luz se intensificó, y mis ojos cerrados solo podían percibir el blanco más puro.

Cuando abrí los ojos parecían haber pasado días, meses, pero solo habían sido unos minutos. Como si no hubiese ocurrido nada, treinta y seis ojos me miraban tranquilos, solemnes pero sonrientes. Dieciocho caras en dieciocho mentes que a mi alrededor se encontraban, cada una con su armadura, cada una con su arma.
Giré mi cabeza intentando acostumbrarme a la nueva luz, viendo con aquella triste sonrisa a Luchadora con su armadura completa de cuero grueso, apoyada en su espada negra. Razón con su armadura dorada y verde, Erudito con aquel hábito de tela gruesa marrón y verde, que miraba a izquierda y derecha, donde Social, Servatrix y Repar le devolvían la mirada. Eissen miraba al cielo, tranquilo y agradecido con sus nuevas y mejoradas ropas, y Desánimo seguía igual que siempre, quitándose ligeramente el sombrero en señal de saludo. Optimismo sonreía ampliamente con aquel pelo blanquecino y con un nuevo escudo en su mano izquierda, sonrisa que se le borró al ver a Lágrima Valerie arrodillada en el suelo, triste y pensativa. Relativismo solo miraba y analizaba los cientos de mentes que ahora eran únicamente dieciocho, Stille serena no paraba de mirarme fíjamente, y Susurro simplemente sonreía. Para mi sorpresa, Fuego no solo resultó no ser un traidor, sino una de las pocas mentes que había logrado absorber a tantas otras.

-Ya te dije, Mentes -puso sus manos en su cadera, con aquella piel del color del cobre -, que todo ser poderoso necesitaba una parte de autodestrucción. El por qué de la humildad es comprender que existen muchas maneras de pensar y proceder, y yo contribuyo a ello tentándote mínimamente a destruir tu imperio. He de ser preciso: si me paso lo conseguiré, y si me quedo corto te convertirás en un tirano.
-Esperemos que ninguna de esas cosas ocurra -le miré sonriendo.

Una mente avanzó un paso, decidida, de aspecto joven y poderoso.

-Yo soy Narciso, tu amor propio. Tu mente más importante.
-Yo Duch -de aspecto tranquilo y pesado, una figura grande se pronunció -, y represento tu estado de actividad. Ahora estás tranquilo. Si te activas, lo notarás por mi parte.

Al avanzar un paso, un rayo de sol obstruido por la gran forma de Duch iluminó el rostro de la mente que todos dimos por muerta mucho tiempo antes. Resurgida del olvido, Love, llamada ahora Lequ Love, sonreía a todos con aquella mirada tan traviesa y desobediente. Sin pronunciar palabra dio de nuevo un paso atrás, dejando que por un momento la luz se reflejase en su armadura ligera de batalla de color rojo y dorado.
Yo asentía con verdadera alegría al ver de nuevo a mis mentes como antaño, pocas, poderosas y complejas, sin acabármelo de creer, pues ya había aceptado que siempre sería Mil Mentes.

-Bueno bueno -la voz que faltaba habló, un poco más alejado de los demás, observando con detenimiento el espadón que me arrebató Sever -, parece que mi arma ha cambiado mucho de manos -me miró aquel ser corpulento y musculoso, de pelos largos y negros divididos en mechones que en punta miraban hacia el cielo.
-¿Quién eres?
-¡Oh! ¿Qué habrá sido de mis modales? -Me tendió su fuerte mano, apretando en el saludo -. Defensor, encargado de tus protecciones. Has usado mucho este espadón, estoy orgulloso, fue la primera de tus armas si no me equivoco. Pero su dibujo correspondiente no es este dragón rojo y feo -sonrió -. Esto ha sido cosa de Sever, que al parecer se adueñó de tus defensas por un tiempo.
-¿Qué?
-Su dibujo -cogió una tira de cuero que había a sus pies, aquella que me equipé en mi última lucha contra Sever, mi cinta de herramientas rota y olvidada desde que me clavó el espadón y me envió aquí, y cogió un extraño soplete -, es a mi juicio mucho más elaborado... el poder es interesante, pero... -dando sus últimos toques, me enseñó el fénix candente que adornaba ambos lados del arma -, un Ave Fénix y el ciclo de la inmortalidad es, a la larga, mucho más efectivo.

Sonreí satisfecho caminando hacia Erudito y entregándole una llave en silencio asintiendo ambos, con la cabeza pensando en la nueva estructuración del mundo, la cicatriz en mi abdomen y el comentario que hizo Defensor sobre Sever que creí empezar a comprender, pero traté de dejar todo aquello a un lado y concentrarme, pues iba a decir las palabras más importantes hasta la historia de mi vida.
Me subí a una roca de un metro de altura para que todos me vieran.
Silencio, y suspense.

-Mentes mías -todos callados, todos mirándome -. Compañeros míos. Amigos. Cuando éramos más jóvenes, teníamos en mente un esquema que no se correspondía con el crudo mundo real. Escuchando a la gente, pude integrar en vosotros esa compatibilidad. Pero hasta ahora, he sido gobernado por el miedo, y sin valor para recuperar mi empatía original os doté de una empatía artificial que os alejó de mí. Eissen estuvo en lo cierto... mi obsesión por acabar con Sever casi provoca que acabe con vosotros. Pero fui herido, viajé al tercer nivel -cogí con dos dedos el collar del cuello -, y descubrí la verdadera naturaleza del enemigo. Viajé a lo más profundo de mi ser, y en la oscuridad descubrí vuestra verdadera naturaleza. Ahora mismo mi cabeza se encuentra en paz, equilibrada, y lista para la batalla, como vosotros.

Todos miraban. Todos escuchaban, y bajé de la roca para caminar entre ellos, empezando a emanar una columna de energía azul eléctrico.

-Pero quiero que seáis conscientes amigos, de que la batalla que va nublar hoy el cielo va a ser la más dura que hayáis conocido -apreté los puños -. Allí nos derribarán, nos pondrán a prueba, se reirán de nosotros, ¡pero...!
-¡No nos rendiremos jamás! -gritó Luchadora fundiendo su voz con la mía.
-Vamos a sufrir -Desánimo, conmigo -, algunos de nosotros posiblemente mueran...
-Pero lo haremos por la libertad. ¡Lucharemos por nuestra libertad! Sever ha vivido varios años guardando y defendiendo nuestro mundo de un pasado lleno de debilidades y  limitaciones, ¡ha jugado con nosotros, y nuestra confianza, pero...!
-¡Le demostraremos que no tenemos miedo -Razón -, y que podemos hacer frente a la vida que nos guarda!

Las mentes comenzaron a emanar una energía que se unía a la mía. El agua a lo lejos sentía pavor, y el suelo comenzó a temblar al notar nuestra fuerza espiritual.

-¡Compañeros de batalla! Se acerca la tormenta, ¡y esa tormenta seremos nosotros!
-¡Y lucharemos juntos, porque eso nos hace fuertes...! -Optimismo.
-¡Y no estaremos solos! -Social y Susurro gritaron conmigo.
-¡Hemos plantado cara a monstruos gigantes...!
-¡Hemos plantado cara a dioses! -Narciso.
-Amigos nuestros han muerto...
-¡Hagamos que su sacrificio no sea en vano! -Servatrix comenzó a brillar.

Me alcé un par de metros en el aire, más decidido que nunca.

-¡Mentes, luchemos hoy para poner fin a la tiranía del mal! ¡Luchemos para honrar a nuestros caídos...!
-¡Y forjar el futuro más esperanzador que hayamos imaginado! -Eissen.
-Nuestros sueños dependen de una batalla. ¡Y vamos a ganarla!

El suelo se quebró cuando un rugido levantó a diecinueve cuerpos contra el enemigo.

-¡A la batalla, por los caídos! ¡Por el futuro! ¡Sin piedad!

Un grito sacudió los mismos cimientos del mundo mientras el agua se evaporaba de nuestro camino.

-¡Sin remordimientos!

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