2 de noviembre de 2012

Conocerse, el sacrificio por una vida que merezca la pena.


El pasillo que recorría no era tan recto como los anteriores. La piedra ya no era pulida, y notaba en él serias irregularidades de terreno en paredes y techo. No se iluminaban antorchas a mi paso, así que acabé palpando paredes y suelo, avanzando lentamente.
"Mierda" dije para mis adentros cuando el pasillo se bifurcaba por primera vez.

Un chasquido de látigo se escuchó desde lo más profundo del pasillo de la izquierda. Como si un ángel me guiara, lo recorrí pensando cuándo encontraría a la mujer que chilló antes.
¿Qué monstruo la estaría torturando?


-Dentro no será como aquí -me decía Sombra mientras caminábamos por las verdes colinas -. Cuando llegues a ese templo, puede que veas cosas extrañas. Ya no será este lugar, que dentro de lo que cabe... guarda cierta coherencia con el exterior. ¿Te encuentras bien? Mira cuán verdes están los prados. ¿Te sientes triste? Se tornarán amarillos, y la lluvia tratará de repararlos. ¿Sientes ira? Los rayos partirán el cielo. Pero allí dentro... no sabrás qué es qué a simple vista.

Cuánta razón tenía Sombra... Este templo no era como lo había imaginado, y realmente me asustaba. Me obligaba a enfrentarme a mis temores, a descubrir una verdad que no sé si estaba preparado para afrontar.
Realmente, no recordaba haber tenido agresores, pero ahora sí. Seguramente, el Carlos original fuera alguien inseguro de sí mismo...
Y no sé si quería triunfar... podría dar la vuelta... o matarme mentalmente y acabar con el latir tan fuerte de mi corazón.
Pero yo quería a Sombra. Ella me quería a mí, y era mi motivo para seguir luchando. Ella se encontraba herida, porque su mundo, su palacio estaba medio derruído. Yo prometí arreglarlo... ¿pero cómo iba a poder si ni siquiera conocía el mío?

Mi corazón se escuchaba aún más que mi respiración, pues debería toparme con el ser que dio el latigazo antes... pero jamás llegaba. Con una mano en la pared, otra al frente, preparada para avisarme de que era el momento de salir corriendo...
Aunque... en mi mundo, ¿no contaba más la fuerza espiritual que la física? Sí, sí. Debía confíar aún en mi mismo, pues mi causa era justa y por lo tanto nada podría detenerme.

El chasquido sonó muchos metros más adelante de mi posición. El ser avanzaba como yo, y nada sabía de la mujer horrorizada que bien me guió antes.
Pero entonces un alarido que siguió al sonido del látigo, más fuerte que antes, sacudió mis tímpanos y me obligó a encogerme y taparme los oídos mientras mi alma era flagelada por su agudez.

-¡Aguanta! -grité, mientras comenzaba la carrera.

Un sonido fuerte y seco ya familiar se escuchó cuando una tenue luz iluminó el pasillo que pasaba a toda velocidad ante mis ojos. Una luz que provenía de una sala a la que estaba llegando en ese mismo instante...
No sé muy bien describir las sensaciones y pensamientos que sucedieron después. Mi cuerpo se tensó, comenzó a vibrar y tras un espasmo cayó de espaldas al suelo, con convulsiones en una pierna aún debido a la electrocutación que acababa de sufrir.

-¿Pero qué...? -chillé sin apenas voz.

Resoplaba, dolido, mientras me incorporaba con torpeza y lentitud, temblando.
Observé a mi alrededor la sala en la que me encontraba, llevándome una sorpresa.
La sala, de un techo tremendamente alto y de unas proporciones en absoluto pequeñas, se extendía ante mí de una manera sombría y poco amigable. Un tono verdoso cubría el lugar, que parecía casi invadido por hongos y plantas diminutas, a pesar de no haber luz natural.
Palos de madera clavados en la pared susurraban la arquitectura que ya no existía en esa sala. El lugar, en efecto estaba abandonado y desmoronado. Las cuerdas, viejas surcaban la sala, atando cabos que ya habían caído, o uniendo dos de manera precaria. La piedra del edificio era sólida, pero no lo era la madera.

Bajé la vista cuando el dolor de la pierna se hizo patente al ponerme de pie.
El suelo se encontraba formado por baldosas, que llenaban la sala, sin dibujos. Desnudas. Iguales.
Algo tenso, busqué en las paredes mensajes de sangre, y no tardé nada en encontrarlos.

"Para localizar tus males y debiliades debes conocerte. Demuestra que has aprendido a hacerlo llegando a la siguiente puerta con vida".

¿Cómo se supone que iba a cruzar una sala llena de baldosas iguales...?
Relajé la mirada, acercándome a la única baldosa que era diferente. ¿Qué tenía escrito? ¿No era... sangre?

"Solo quien construyó este lugar conoce el camino aún después de olvidado" rezaba, con trazos desiguales, hechos con prisa.

Yo era el creador. ¿Pero cómo iba a conocer algo que había decidido olvidar? ¿Fui yo el que escribió todo esto? ¿Acaso ya planeé volver antes de acabar de construírlo?
Comencé a sentir curiosidad y miedo acerca de mi anterior persona. No recordaba qué podría haberme hecho encerrar aquella personalidad ni recordaba por qué sabía que iba a volver.
"Conozco entonces el camino..." pensaba, mientras me preguntaba cómo iba a recordar una majadería tal.

De pronto, la vista se me nubló, y confuso traté de palpar dónde estaba, pero poco a poco fui perdiendo el sentido del tacto y el oído también.
Estaba solo, ciego, sordo. Inmóvil en aquel lugar, sin saber lo que pasaba.

-Atrévete a mirar más adentro. ¿Has olvidado que no hay nada fuera de ti? Estás en tu mente. Escúchala.

Una voz solemne que entró en mí por los cinco sentidos calló y todo volvió a la normalidad. Todo no, pues yo había comenzado a reflexionar.
¡Debía entrar en mi interior si quería ver el camino, y eso iba a hacer! Solo debía pensar. Solo pensar. Solo...
La mente me guió, y en un cómodo fluir me levantó, pisando la baldosa escrita con sangre y trazando un camino.
Lo veía todo claro... ahora a la izquierda... luego a la derecha... no había dudas en mi mente...
Pero mi mente era imperfecta. Mi objetividad, nula. ¿Era fiable dejarse guiar por algo que no fuera la razón y la verdad pura?

La claridad se desvaneció, mis ojos se abrieron y en un grito de dolor caí al suelo, electrocutado. El recibimiento de este no fue bueno, y mi espalda, que no cayó en las baldosas correctas, se llenó de voltaje, mis manos, mi cabeza... y pretendía escapar, pero no podía.
Las estatuas de mis agresores volvían a moverse en mi cabeza, sonriendo, cogiendo el cuchillo que reposaba sobre la mesita...
¡Debía encontrar el camino de nuevo o moriría!
Los prados que yacían más arriba de este templo y en los que esperaba mi buena amiga Sombra comenzaron a tornarse rojos, y el cielo comenzó a dividirse, rompiéndose en un arsenal de rayos que incendiaban las cosechas.
¡Las figuras de mi mente sonreían volviéndose todas de un color blanco pálido...!
¡Debía encontrarlo...!

...

Sin visión, con temblores en manos, piernas y cuello y casi sin poder respirar, tocaba sin tacto las baldosas que no me hacían daño.
¿De qué servía luchar? ¿De qué servía sentir si acababas siempre electrocutado?
Una lágrima de dolor cayó por mis mejillas, destrozado, ciego, derrotado.
¿De qué me servía conocerme si solo iba a reportarme dolor, sufrimiento y angustia?

Una mancha nueva apareció entre la borrosa visión de mis ojos. Una mancha negra que me proporcionaba alivio, calma, paz... seguridad...

Un gesto me hizo aquella mancha antes de desaparecer de nuevo, enigmática como apareció, un gesto que me devolvió la visión, el tacto y el oído. Y con ganas de vivir, explotando un sentimiento que no comprendía en esos instantes, me levanté cerrando los ojos y pensando que realmente saldría de allí vivo.

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