20 de febrero de 2020

Simetrías.


No importa cuántos chasquidos haya vivido con Pegaso, todos son como el primero. Mientras intento adaptarme al cambio de terreno después de hacer dos saltos, Luchadora llama a Servatrix a gritos, corriendo hacia la barandilla del barco, y tose, casi a punto de vomitar. Pegaso levanta las patas delanteras y despliega las alas, un caballo enorme, todos nos alejamos de él corriendo, y desaparece con otro chasquido. Dante ríe. Eissen arrastra a Optimismo por cubierta, Servatrix grita por él, y él agarra la muñeca de su madre, sufriendo y casi desmayado, empapado en sangre. Todos se movilizan alrededor de Optimismo, menos Dante, que está plegando su gabardina y la cuelga de una cuerda cerca del mástil. Imica tampoco, porque sigue apuntando a Dante con la lanza, y Orfeo, que está en el suelo, mirando con los ojos muy abiertos todo lo que está pasando. Dante se palpa las heridas y se frota los dedos rojos, como si acabara de tropezarse y estuviese mirando si el suelo ha ensuciado su ropa. El kunai que me ha dado también ha empapado de sangre mis dedos. Luego mira al chico, que todavía no se ha levantado.
—¡Pero si es mi camarada Orfeo! —dice Dante.
Orfeo no se lo ha pedido, pero Dante se ha agachado para agarrar uno de sus brazos y le ha levantado como si fuera de papel. Le ha manchado el brazo de sangre, y Orfeo la mira, con asco.
—No soy tu camarada —dice—. Fui el único que votó en contra a tu recuperación.
—Chico listo. El que mejor me conoce.
Le da dos palmadas en el hombro sin mirarle, y se dirige al grupo que está con Optimismo.
—¿La hemorragia está controlada? —dice Dante.
—Aún no... —dice Servatrix.
—Cuando lo hagas, ciérrame la herida del cuello, por favor. Me está amargando.
Los dos se quedan con Servatrix, que ha acabado por echar al resto, a que hagan algo productivo, dice. Vida mía, repite de vez en cuando, mientras sigue curando con su bruma la herida de Optimismo, que ahora ya no, pero antes tenía el brazo desencajado de su sitio y todo... nunca le había visto tan pálido. Es Optimismo y estamos acostumbrados a que regenere las heridas, pero primero el balazo, luego esto. Podría haber muerto. ¿Cómo se te ocurre?, le pregunta Servatrix con la voz temblorosa, Optimismo no contesta. Arriba, Mentes ha empezado a dormirse por fin, después de un rato dando vueltas, imaginando o recordando momentos. Para cuando está dormido, podrían haber pasado varias horas perfectamente, que el mundo aquí abajo no ha cambiado, y sin embargo, todo en esa montaña lo recuerdo como si hubiese pasado en un segundo. Acaricio desde fuera la media gema del bolsillo... pensé que ya no tendría poder, y no tiene nada comparada con su versión completa, y duele, y quema... pero aún tiene poder. En el reflejo del agua vi, por un segundo, los pelos levantados como si no tuvieran gravedad, y por un momento, me he imaginado con los ojos completamente blancos. Sacudo la cabeza. Me aliso la melena y la aprieto contra mi cuerpo, pero ya está bien... ya está normal. Luchadora tuvo a Furia clavada en su armadura. Veo que se acerca a mí, dando saltos pequeños, apoyada en la barandilla. Yo corro a abrazarla, a tocarla, porque sigue conmigo. Se me escapa un gemido de angustia. Ella me acaricia el pelo cerca de la nuca. Luego me da un beso en la mejilla.
Nunca me había dado un beso así.
Dante se vuelve a palpar las heridas mientras se levanta, ya curado, supongo, toca la sangre en sus dedos con brillo sucio, aquí no hay niebla y la luna ilumina bastante, luego se restriega las manos en la madera del mástil con cara de asco. Coge la gabardina y la despliega delante de él, puedo ver las manchas de sangre, y él sigue con el mismo gesto de asco en la cara, pero después de varios segundos, ha cambiado a uno más suave. Diría incluso que le ha acabado gustando. La media melena, que le caía por la cara, la ha apartado detrás de las orejas. Se pone la gabardina otra vez. Al final, acaba dándose cuenta de que Imica, que está cerca de él, aún le sigue apuntando con la lanza, inmóvil desde que venimos. Luchadora se apoya en mi hombro ahora.
—¿Quién eres tú? —le dice Dante a Imica—, ¿pequeña... cosa?
—Tú decir nombre tuya.
—Dante, obviamente.
—Tú mente mala.
—Detesto los binarismos.
Imica guarda la lanza. Se estira todo lo que puede, incluso se pone de puntillas, y camina hasta casi tocar un cuerpo con el otro, aunque Dante le supere dos cabezas. La mirada de ella es muy agresiva, pero Dante parece que se está divirtiendo. Después de lo menos cinco segundos así, Imica vuelve a hablar.
—Binarismos qué es.
—Lo sabía —me susurra Luchadora.
—No me apetece explicártelo —dice Dante.
—¡Por qué tú tan vieja! —dice Imica—. Yo fuerte Imica, hija de fuerte Onubagan. Padre cuenta historia de Dante y Pleas hace taaki año.
La postura de Dante ha cambiado, tiene el cuello tieso, y su cara... Ya no mira a Imica. Y tiene los puños apretados.
—Ya sé quién eres —dice—. Los Pleas de Gran Cham son Los Creadores en lengua Uut. Os conozco por las historias. Tienes su color de piel y el tamaño... pero me dijeron que los Uut no abandonan su bosque. —Levanta la vista, donde Nina está al timón, y Roruk está con él—. Vuestra cultura celebra miles de asesinatos hechos por Los Creadores en la historia. Sois sus estúpidas putillas.
Imica vuelve a apuntarle con la lanza, muy cerca del cuello, enseñando los dientes y silbando como una serpiente. Los otros dos Uut han saltado a la cubierta sin hacer ruido y se colocan detrás de ella, con las armas levantadas. Iloa y Leúa intentan ponerse en medio, pero no cambian absolutamente nada. Luchadora, apoyada aún en mi hombro, me pide que avance con ella, y eso hacemos, hasta que la lanza de Nina casi me toca la cabeza.
—Ya está bien —dice Luchadora—. Imica, Dante es guía mala de Gran Cham. Te pido perdón, que le perdones, por mí.
Los Uut siguen quietos, Dante también, pero ni siquiera ha preparado su espada. La cara de Imica ha acabado relajándose, después de unos segundos. Dice que sí con la cabeza, de forma sutil, y después de retirar la lanza, lo hacen en seguida sus dos amigos. Todos estamos en el centro del barco, menos Servatrix, que sigue con Optimismo.
—Dante, sé que Los Creadores es un tema delicado para ti —dice Luchadora—. Pronto verás que nuestros objetivos son parecidos, sólo te pido paciencia y colaboración.
—Sé cuáles son vuestros objetivos —dice—. Queréis matar a Los Creadores porque tienen a Mal dentro. Era obvio. No lo supe de verdad hasta que Miedo me poseyó... pero si Mal fuese una lluvia, por ejemplo, Los Creadores serían un cántaro destapado, en medio del campo. Ya eran malos muchísimo antes de que el espíritu de Mal se metiera dentro de ellos, voluntariamente, digo. Valerie lo tuvo dentro por culpa de Sever.
—¿Cómo sabes todo esto? —pregunta Eissen.
Dante sonríe, mira a todo el corrillo que le está escuchando. Re­almen­te está disfrutando.
—Porque Miedo cometió un error... —se señala a su único ojo—. Se vio a sí mismo reflejado en un cristal, con mi cuerpo, poco después de controlarme. Me vi a los ojos a mí mismo. Desde entonces he tenido plena consciencia de lo que ese desgraciado ha hecho con mi cuerpo, y a la vez, plena consciencia de lo que él estaba planeando. Sin que él lo supiera.
Me vi en agua, con la melena casi sin gravedad, la gema en la mano.
—Primero me usó como un escáner con ¡todos, y cada uno!, de los habitantes de esa maldita isla. Después me tuvo paseando, o haciendo las mismas tareas que los gorilas robot. Al final, acabó desaprovechándome en esa roca asquerosa, todos los días, sin comer, sin dormir, sólo alimentándome de su esencia, ¡lo que me recuerda que tengo hambre!
Dante pregunta por comida, cualquiera, y lo único que hay es un barril de pescado crudo que, al parecer, ayer Iloa dejó abajo. Me da igual que esté crudo, dice Dante, traédmelo, e Imica envía a Nina y Roruk para eso.
—Visteis lo que Miedo estaba haciendo en esa fábrica, ¿verdad? —Dante sigue hablando—. Estaba produciendo energía, que lleva a una torre antigua de los enanos, parecida a esa en la que combatimos.
—La torre del sur, sí —dice Luchadora—. La vi en unos planos, pero... ¿por qué?
—Todas las torres almacenan energía. La de Fuego, en vuestro continente, absorbía su poder y lo lanzaba, concentrado. La mía creaba un portal con la gema. Ésta es una pila que está potenciando a Miedo para el plan definitivo en el que lleva dos meses trabajando.
Aparta a los enanos y camina hacia la isla. Señala hacia la montaña más alta, el volcán en la otra punta, que no se ve desde aquí por la niebla.
—Cuantos más seres posee y más niebla hay en un lugar, más poder tiene Miedo en ese lugar —dice Dante—. Lleva dos meses acumulando niebla en ese volcán, que generaba con la energía de la torre. La suficiente niebla como para taparlo todo. Los continentes, los océanos, todo. Suficiente para que no veamos el sol. Gracias a que destruisteis la fábrica le habéis retrasado varias semanas, pero con la niebla que tiene aún puede cubrir casi todo el mundo. Supongo que está intentando reparar la fábrica antes de abrir el volcán, porque si no, no entiendo por qué no lo ha liberado ya todo.
Ahogarnos en la oscuridad, comiendo animales convertidos y plantas moradas hasta que al final nosotros seamos parte de él. Pensar que supone una amenaza así, incluso después de haberle hecho tanto daño, y sin ayuda de Mal...
—¿Y Los Creadores van a permitir eso? —pregunta Eissen.
—No se están llevando muy bien últimamente. Los Creadores amenazaron a Miedo con eliminar a todas sus tropas si no las alejaba de la cueva donde ellos pasan el rato. Pero no creo que detengan a Miedo hasta que todas las mentes seamos parte de él o estemos muertas. Es más fácil pelear contra un bando que contra dos.
—¿Sabes dónde están el resto de mentes? —dice Luchadora.
Dante pregunta si en este barco hay un mapa, un dibujo o un esquema de la isla. Yo justamente tengo uno en el bolsillo, y cuando lo saco, se me cae al suelo hasta sus pies. Dante lo ha cogido, mucho más ágil que yo, mientras me guiñaba el ojo. Con el dedo, empieza a señalar lugares y va diciendo nombres. Jil está en el pueblo de los enanos, Repar y Social en el oeste, pero no tienen un lugar fijo. Luego hay otra mente protegiendo la torre del sur, y otra en el edificio de El Círculo, no sabe cuáles. No sabe dónde está Energía, dice que puede que ni siquiera Miedo lo sepa, debe ser una de sus posesiones más preciadas. Mushadef...
—¿Sabes dónde está Jacob? —dice Luchadora.
—Puede que sea la mente de El Círculo —dice Dante—, y eso te vendría muy bien, porque es a donde nos dirigiremos mañana.
Todavía oigo los tambores, ese sonido era todo lo que veía en ese lugar oscuro. Dante vuelve a colocarse la media melena detrás de la oreja.
—Se irá a donde decidamos todos —dice Luchadora—. ¿Por qué íbamos a volver allí? Fue donde nos acribillaron.
—Te enumero las razones y si quieres luego te las explico. Los de El Círculo son los más sabios de todo este mundo, los que mejor conocen a Miedo, tienen un espejo con el que pueden ver cualquier cosa...
Señala hacia las rocas partidas gigantes con forma de dos cuernos, que desde aquí parecen uno. Luego desliza el dedo por la columna de niebla negra que va hacia nuestro continente, desde ahí.
—Y si tomamos el lugar y cortamos la niebla —dice—, no podrá expandirse al resto de continentes por un buen tiempo.
—¿Te has vuelto loco? —dice Luchadora—. ¡Un lugar así estará muy protegido!
—Me tenéis a mí, no pasa nada. Y piensa en lo que Miedo se va a cabrear si hacemos eso.
—¡No quiero cabrearle!
—Te recuerdo que perdisteis hace tres semanas porque estabais cabreados —dice Dante.
—Nosotros sólo somos once.
—¡Dónde está ese pescado! —grita él, de pronto.
Luchadora sigue discutiendo con él en lo que Nina y Roruk aparecen desde atrás, cargando con el barril, y Dante, después de coger un pescado y que casi se le escurriera de las manos, lo coge por las aletas de la cola, con los dedos rojos aún, saca la espada con la otra mano y dispara al pescado varias veces después de regular la espada a la mínima potencia. Esa espada la crearon, precisamente, los de El Círculo. Viene tufo a sal del barril. Luchadora da motivos al grupo para navegar hasta el oeste, hacer creer a Miedo que desembarcaremos en la cordillera, y teletransportarnos todos a la torre, hacerla añicos inmediatamente y volver a desaparecer con Pegaso. Dante, mientras, ha dado un bocado a la tripa cruda del bicho, ha tirado con los dientes haciendo ruido viscoso, y un fluido transparente se le está cayendo de las comisuras.
—Efque podemos aer as dos cohas —dice, mientras lo traga todo directamente con cara entre el escalofrío y la arcada—. Tomamos El Círculo, hacemos demostración de fuerza, le cabreamos y le acojonamos, y cuando vaya a responder, nos teletransportamos en su guarida y le volamos por los aires. Pum. —Arranca una aleta y muerde por ahí—. E viable, e cobpatible.
Luchadora pasa los nudillos de un lado a otro de la barbilla, y lo va haciendo más lento, cuanto más aprieta los ojos. Nadie más dice nada. Muchos de los movimientos que hicimos esta tarde me parecieron poco importantes, como mover el barco de sitio, hasta que vi el efecto que crearon en Miedo, y seguro que como yo hay más de uno así. De todas las veces que he mirado a Imica, lleva teniendo durante toda la conversación la mirada clavada en mi tía.
—¿Si intentamos tomar El Círculo —dice Luchadora—, inde­pendientemente de cómo salga, me prometes que colaborarás en los siguientes pasos aunque no estés de acuerdo?
Luchadora estrecha la pano de un lugar del corrillo al otro. Dante se lo está pensando, pero al final sonríe, y estrecha la mano. No dice nada. Y eso no me acaba de gustar. Luchadora se limpia el fluído viscoso de pescado.
—Bien —dice ella—. ¿Cómo lo hacemos?
Dante propone teletransportarnos con Pegaso y reventarlo todo, pero en seguida lo descartan, porque al teletransportarnos delante de Miedo revelaríamos nuestra mejor carta, y debemos hacerlo cuando le vayamos a dar el golpe definitivo, además, allí dentro podría haber cualquier cosa. Iloa dice que necesitamos a alguien que sepa trepar las rocas del acantilado, para echar un vistazo rápido al panorama y darnos una idea de los robots y mentes que podría haber, aunque no sea gran cosa, porque podrían ocultarse todos en la casa. Imica se presta voluntaria para la escalada. Dante llama a Eissen y le felicita, delante de todos, por lo que ha conseguido con Miedo, nos pregunta si le hemos aplaudido en grupo y empieza un aplauso, que algunos de nosotros hemos seguido, muy incómodos. Luego Dante le pregunta si podría mantener ocultos tanto a Pegaso como a Imica, y Eissen cree que sí que puede. Entonces, de la exploración previa se encargarían Imica y Dante, ella por fuera y él por dentro de la casa, y el resto subiríamos, según dice Iloa, por una playa que hay cerca, un camino cuesta arriba duro de subir, pero discreto. Aún queda un detalle por resolver, dice Leúa delante de todos. Después de trabarse una vez, dice que si movemos el barco lo más cerca posible de la isla, cosa que tendremos que hacer porque las corrientes allí son muy potentes, Miedo descubrirá nuestro movimiento. Además, el pueblo tiene playa, y seguro que habrá vigías que sigan todo el viaje del barco. Nos estarán esperando cuando bajemos.
Todos nos quedamos en silencio. Por un momento se me ha ocurrido que Pegaso teletransportara el barco entero, pero es realmente estúpido. Dante dice que habría una manera. Según él, las mentes que Miedo más desea ahora serían él mismo y la chica, o sea, yo, porque yo puedo acabar con él, y Dante, a parte de su fuerza, tiene la otra mitad de la gema azul, la única arma que puede hacerle daño de verdad.
—¿Y si la chica y yo causáramos una distracción? —dice.
—Define distracción —dice Luchadora.
—Entrar en el pueblo y comenzar a recuperar a todo el mundo. Para cuando la cosa se ponga fea de verdad, vosotros habréis pasado delante de sus narices, él estará preocupado por nosotros, nosotros nos iremos, y cuando nos libremos de sus fuerzas por un segundo, nos teletransportaremos encima de El Círculo.
—Nosotros podríamos apearnos del barco, y éste podría seguir navegando hasta la cordillera oeste —dice Luchadora—, así Miedo pensará que vamos a por su guarida, en lugar de a por El Círculo. Podría funcionar.
—¿Estás dándome la razón?
—Luego tú y yo hablaremos de ciertos detalles.
Dante sonríe y dice que sí, mientras apura el último trozo de carne blanca, la sorbe, pero está muy pegada al hueso. Mientras mastica, se señala el tajo del ojo que le falta. Tira el hueso en algún lugar de cubierta, y es Leúa el que va a recogerlo.
—Ojalá me encuentre con Jacob mientras exploro el lugar —dice—. Cortarle la mano me sabe a poco, ahora. Esperaré a que recupere la conciencia para matarlo.
Le miro. ¿Se puede saber a qué está jugando? Parece tan confiado, tan divertido... ¿Es que quiere pelea? Nuestro objetivo es serio.
—¡Miserable hijo de puta! —dice Optimismo—. ¡Como le pongas un dedo encima a cualquier amigo de las mentes, pienso abrirte el escroto y meter dentro el ojo que te queda!
—¿Qué me has llamado?
Dante aparta a los que había entre los dos, y camina hasta estar delante de Optimismo, tumbado y aún lleno de sangre. Servatrix está acabando de limpiarle la herida. Optimismo se levanta a duras penas, Servatrix está paralizada. Cuando Optimismo acerca su frente a la de Dante, Luchadora les separa, y se coloca delante de Optimismo para plantar cara a Dante. Los tres siguen discutiendo, él y Optimismo se lanzan frases de críos mientras ella intenta ser más razonable. Ni siquiera les escucho. Sólo estoy pendiente de si llegan a los puños para volver a coger la mitad de la gema y separarles de una onda expansiva, o algo de eso. Todos acaban separándoles. Optimismo está pálido y tiene temblores, porque toda la poca energía que le debe quedar está concentrada en la mirada asesina. Sabía que era una mala idea recuperar a Dante, pero quizá me haya quedado corta... Él se deja separar, pero levanta la barbilla y sonríe con suficiencia. Es verdad, dice. Lo haré, dice. Luchadora se queda con Optimismo.
Dante se deshace de los que le rodean, que, menos Eissen y Orfeo, todos son casi la mitad de su tamaño, y ellos se han encogido, a cada gesto rápido que ha hecho. Silba fuerte, de pronto, y en mitad de la noche, Pegaso aparece volando, mueve el aire que golpea mi cuerpo y aterriza en la segunda cubierta. Un chasquido después, Dante ya no está en el barco. Luchadora se tapa la cara con la mano, mientras dice que no, muy lento, con la cabeza. Optimismo se toca la frente, claramente mareado. Se ha sentado en la cubierta. Le llamo, pero creo que no me ha oído, sigue moviendo la cabeza y el cuello despacio, buscando de dónde viene su dolor, supongo. El resto están desconcertados, preguntando qué vamos a hacer ahora, menos Luchadora, que sigue diciendo que no con la cabeza. Vuelvo a llamar a Optimismo.
—Qué —dice.
—Oye... Gracias por salvarme la vida antes. No te lo había dicho.
—Ah. Era lo que tenía que hacer.
—Bueno... Podrías haber muerto.
—Buena muerte.
No dice más, y aparta la mirada, claramente incómodo. Luchadora cojea hasta que se sienta al lado de Servatrix, y le pregunta cómo está. Servatrix dice que no, lo dice varias veces, no, no. Ha empezado a llorar, sus ojos ya están rojos... y no sé cómo parar esto. Me siento entre ella y Optimismo. Servatrix llora un rato, mientras Luchadora la arropa con el brazo. Servatrix dice que no vale para nada. Luchadora le dice que no diga bobadas. Optimismo se ha acabado durmiendo sentado, apoyado en la barandilla y con la cabeza de lado, la boca abierta. Imica le pregunta a Luchadora qué vamos a hacer, ahora que se ha ido Dante, y yo contesto antes, le digo que volverá, que estoy segura. Imica se pone a mi altura y dice que le parece bien, y pide permiso para dormir. Yo sólo sonrío, pero Imica no se mueve, hasta que le digo que sí. Luchadora sigue arropando a Servatrix mientras ella susurra los nombres de los que se han muerto en el último año. Se me ha ocurrido una idea.
—Servatrix —digo—, ¿podrías curar las heridas de Luchadora?
—No, cariño... —dice—. No puedo regenerar hueso. Optimismo lo ha hecho hoy porque lo regenera por sí mismo.
—¿Y cerrarle las heridas?
Servatrix accede, pero Luchadora no quiere quitarse la armadura, aunque ella lo hace igualmente. La bruma entra por el hueco de la armadura y por un agujero que hay en su camisa, y Servatrix, que está concentrada, dirige la bruma como si fuese una parte más de su cuerpo, como si de verdad tuviera sensibilidad con lo que la bruma toca. Luchadora se lo agradece.
Pronto me doy cuenta de que me he quedado dormida apoyada en el barril de pescado crudo, oliendo la sal. Servatrix y Luchadora ya están durmiendo. ¿Dónde estaba la luna antes? ¿Llevo mucho tiempo dormida? Aún tengo los dedos con sangre. Intento quitármela frotando, pero ahora están pegajosos y sigo teniendo entre las uñas.
Un chasquido casi me pone de pie, y ha despertado al resto. Dante acaricia el cuello de Pegaso, el caballo me mira, y desaparece con otro chasquido. No dice nada, tampoco camina con actitud del que quiere disculparse. Camina hasta el lugar más aislado del barco y se acuesta en la cubierta. Como todos los demás. Y yo, después de tanto oliendo la sal del barril, siento su sabor en la boca, también.

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