8 de octubre de 2019

¿Ellos también pueden?


Llegamos al laboratorio. Stille cierra la puerta cuando suelto a Luchadora, que se ha sentado encima del cañón desmontado que Erudito construyó hace muchos años. Mi tía se tapa la boca con una mano, y con la otra se agarra la venda de la pierna... su cara es de sufrimiento. Ha forzado mucho su cuerpo caminando hasta aquí, aunque Stille y yo la ayudáramos, pero en diez días después del accidente, ya ha logrado caminar. Ayer aguantó el cambio de vendas y logró quedarse sentada... y hoy, de golpe, esto. Pero, si no lo hubiera hecho, Miedo podría descubrirla.
Algo ha caído encima de la mesa, me doy la vuelta, he tocado un tubo de cristal cuando me he apoyado, y lo he tumbado. Stille se gira y me hace el gesto de que me esté quieta, que no haga ningún ruido, cuando saca uno de sus puñales y corta la cuerda de la persiana de madera, y cae. Nos quedamos a oscuras, yo no me muevo. Escucho a Luchadora respirar, cómo, justo antes de echar el aire, de su cuerpo sale un pequeño silbido. Ese silbido es lo único que se oye, además del aire, que empuja la persiana fina unos centímetros hacia dentro, a veces, entra la luz esos centímetros y puedo ver la cara de Luchadora, que sigue siendo de angustia. Me acerco a ella y le acaricio el cuello. Por más que me fijo, Stille ahora es completamente invisible. Cuando con la máscara se cubre la barbilla y la nariz, y con la cinta se cubre la frente, lo único claro que hay en todo su cuerpo es la piel alrededor de sus ojos.
Fuera sólo se escucha el aire. Absolutamente nada más.
—¿Seguro que Miedo sólo viene como un pájaro? —susurro.
—Jacob dice que es lo único que ha visto Ady —susurra Luchadora.
—¿Quién es Ady?
—La urraca que va con él.
Una corriente fuerte de aire, con un sonido que me ha puesto los pelos de punta, acaba de empujar la persiana y, por un segundo, se ha vuelto a hacer de día. Luchadora sigue agarrando su pierna, pero la cara ahora la tiene más relajada. No me gusta que la persiana se mueva así... imagino que, en cualquier momento, se volverá a abrir y la cabeza de un pájaro grande aparecerá, mirándonos, con los ojos morados. Sólo de pensarlo, me he agachado, ocultándome lo máximo posible con una mesa vacía que tengo delante. Algo me toca el hombro, y me ha revolucionado el corazón, es Stille, noto sus dedos finos, pero podría haber avisado de alguna forma. Coge mi mano y tira de mí, yo la sigo, despacio, porque no veo nada. Cuando el viento mueve un dedo la persiana y entra algo de luz, ya voy más deprisa. Stille me lleva a la otra ventana, con la persiana ya cerrada y una caja apoyada para que no se mueva, pero tiene una esquina rota, y Stille me la señala, para que mire por ella. Sólo veo cielo y nubes, me muevo, poco a poco, entonces veo algo negro. Ha sido un momento, antes de desaparecer, pero he visto dos alas negras acercándose hacia el palacio.
Cuando vuelvo con Luchadora, escucho otra vez el silbido de su respiración. Hacía mucho que Miedo no enviaba un pájaro a buscarnos, ¿podría tener que ver con la niebla, que está volviendo a avanzar? Luchadora me palpa el hombro, me susurra que esté tranquila, y la verdad es que desde que Stille me asustó, el corazón sigue yendo igual de rápido. ¿Y si hay más de un pájaro? Si Miedo nos descubre, y sus tentáculos atacan el palacio, tengo que estar preparada para deshacerlos con mis manos, todo lo rápido que pueda.
He escuchado un golpe. ¿Era un aleteo? ¡Ah, otra vez! El pájaro tiene que haberse posado en la Sala de los Recuerdos, porque es el edificio que hay enfrente. No pasa nada. No sé qué podría estar haciendo, no sé dónde está Stille, y no me atrevo a buscarla, Luchadora ha dejado de respirar, no se oye nada, sólo el viento. La persiana se ha abierto un momento, y me he agachado todo lo que podía. ¿Dónde se han escondido los chicos? ¿Y si Lorraine y Ánima hacen ruido y les delatan?
Cuando el pájaro mueve otra vez las alas, me ha entrado un escalofrío. Las sigue moviendo, hacia arriba, supongo que para sobrevolar el edificio, pero creo que no nos ha visto, que lo hemos hecho bien, pero hasta que no aparezca Jacob, como hacía, hace meses, y nos diga que su pájaro le ha dicho que es seguro, no pienso moverme. Hacemos caso a un hombre que dice que entiende a los animales.

Pero Jacob acaba viniendo, como el resto de veces, y nos dice que por fin es seguro, que se ha ido hacia las montañas, y nosotros le hacemos caso. Nos dice que estemos atentos, por si vuelve. Stille aparece, con los puñales en las manos. El viento vuelve a levantar la persiana, levanta también la tela que cubre una máquina del laboratorio, y veo varios discos de cristal con el borde dorado.
Después, me dedico a caminar por el palacio, muevo las manos, mientras, también canto bajito, por si el pájaro aún pudiera oírme, pero no sé cómo hacer para relajarme. Caminando, acabo asomada al pasillo tenebroso, uno oscuro, encharcado y con miles de goteras cayendo a la vez en muchos sitios. No me apetece ver la habitación de Servatrix, llena de figuras de madera podridas por la humedad, tampoco me apetece ver la antigua enfermería, en ruinas y con medio suelo hundido en el sótano inundado y maloliente. En esa sala yo nací, justo antes de que nos fuéramos de este edificio... y mi madre murió. El mismo día. Es como una metáfora, pienso, que el lugar donde muriera mi madre, que al final fue la razón para abandonar este sitio e irnos a la casa en el sur, sea el más destrozado del palacio. Toda el ala este, menos la habitación de Luchadora y la zona del laboratorio, está destrozada.
En la sala principal, Duch y Social están montando una hoguera, en la esquina, justo al lado de la Señorita Lorraine, que duerme y supongo que les tapará el aire que viene de la puerta principal. Sigo caminando hasta llegar fuera, veo a Ánima, que está tomando el sol, sus cuernos brillan cuando los mueve, y muge para saludarme, yo me acerco hasta el animal, y le acaricio la frente. Ojalá tener aquí un coletero, y no tener que apartarme continuamente los pelos de la cara. Cojo aire, hasta que me hago un poco de daño, y lo suelto poco a poco, para relajarme, mientras miro el cielo. El pájaro podría volver. Vuelvo a mirarlo, porque no he visto todo el cielo, todos los ángulos. Si vuelve, Jacob avisará. Ady estará pendiente.
Más allá del cielo, Mentes está frente al ordenador, buscando trabajo. Ya no aceptan currículums en mano, como antes, dijo Social hace tiempo. Desde entonces, mira siempre en la misma página, pero casi nunca se apunta a ninguna oferta. La flecha del collar indica hacia la hoguera que hay dentro, así que tiene que ser Social el que tiene el control ahora. Está leyendo una oferta interesante, de administrativo, media jornada, ¡justo lo que Mentes ha estudiado, lo que se le da bien! Cuando acaba de leer, dice que no con la cabeza y pone el ratón sobre el botón de salir, pero reacciono rápido. El hormigueo me recorre el cuerpo, la flecha del collar se mueve hasta mi pecho y detengo el dedo de Mentes, digo en alto que se espere un momento, y Mentes lo dice, a la vez que yo. Poco a poco muevo la mano hasta el botón de inscripción, pero no puedo pulsarlo. Social intenta tomar el control, sabía que era él, y ahora le siento como si le tuviera al lado, como si de él saliera una luz que me dijera, eh, que estoy aquí y reclamo el control, pero yo me mantengo firme, y acabo pulsando el botón que yo quería. Sí, es un trabajo a media jornada, pero habrá que inscribirse en algún trabajo de vez en cuando, para variar. ¡Madurez!, escucho a Social desde dentro del palacio. Jajajaja… le he ganado. Acaricio a Ánima otra vez, que vuelve a mugir a volumen mínimo, y corro hacia ellos para reírme un rato.
—¡Pringao! —le digo a Social, mientras me doy en el culo con la mano, despacio—. ¡Te he ganado, perdedor!
Duch se ríe, Social sonríe un poco, en lo que me acerco mucho al fuego y acerco las manos. El olor a café mojado viene de la Señorita Lorraine, que ronca a nuestro lado.
—Por suerte no nos van a llamar —dice Social—, pero Mentes se merece más que eso.
Tampoco hay mucho donde elegir, y si vemos cuarenta ofertas diarias, hay mucha suerte los días que nos inscribimos a dos. No podemos seguir viviendo en casa de su madre, en el paro, y él lo sabe, pero sigue eligiendo como si fuésemos el chico guapo del baile, cuando más bien es todo lo contrario. Dentro de unos meses llevaremos un año sin trabajar.
Duch hace un gesto para que me siente en sus piernas, pero le digo que no, necesito caminar un poco.
—¿Qué va a hacer hoy la princesa? —dice—. ¿Tienes que preparar la cita, tú también?
—No, ya lo haré yo —dice Social—. Ella es joven. Que disfrute.
Insisto en ayudarle si lo necesita, Social sonríe, y vuelve a decir que no. Parece de mejor humor hoy, y eso es bueno. ¿Cuánto tiempo hace que no tenemos la compañía de una mujer? Por fin ha accedido a verse con nosotros, y necesitamos que Social esté inspirado. Lo único que me preocupa es lo poco que ha dormido Mentes hoy, se ha vuelto a quedar hasta la madrugada leyendo noticias sobre el planeta, y no sé por qué alguien habrá hecho eso. Luchadora también me dijo que no lo sabía. El calor de la hoguera empieza a darme picores. A través de la ventana veo a Stille caminando cerca de Ánima, y me despido de los chicos, justo en el momento en el que hablaban sobre subir agua del sótano inundado en cubos para utilizarlos como cisterna cuando hagamos nuestras cosas, o llenar esos cubos con la gotera de la habitación de Duch.
Stille me cuenta, con gestos, que está observando el terreno para asegurarse de que estamos seguros, se ha recogido el pelo, seguro que por el aire, pero la máscara de la boca y la cinta se las ha quitado. Le pido que por favor abra la Sala de los Recuerdos, ella mira hacia la pradera, que está desierta, y también el principio del bosque, así que se gira, y, mirando hacia arriba, dice que sí con la cabeza, mientras camina hacia el sitio.
Los primeros días fueron una locura, creíamos que cualquier animal que había por los alrededores podría ser Miedo, cualquier escarabajo, lo que fuera. Dormían con las armas bajo la almohada, yo incluso soñé una noche que Duch entraba en mi habitación, convertido en Miedo, y me asfixiaba con sus tentáculos. Luego, nos fuimos relajando, y ahora, ni siquiera hay animales cerca, ni un conejo, como si se hubiesen ido a otra parte. O se hubieran derretido como un helado. Hacía meses que no nos ocultábamos de Miedo como esta mañana.
Nos plantamos frente a la puerta de la Sala de los Recuerdos, hay nieve alrededor del edificio, sobre todo en la parte de atrás. Stille suspira, mira la cadena gorda que une las dos puertas, fundida, para que no podamos apartarla sin más. Luchadora la hubiera partido sin problemas con su espada, pero los puñales de Stille no sirven para eso. Ella se echa hacia atrás, con el brazo me hace el gesto para que me aparte, y saca una estrella de metal del cinturón. Mueve el brazo despacio, otra vez, luego coge aire y la estrella sale disparada, hace un ruido que me sobresalta, y la estrella rebota hasta caer en un charco. Stille coge una piedra donde se acaban las losas del camino, llega a la puerta y golpea la cadena, que la estrella ya la había abierto por un lado. Después, la deshace con cuidado, y la tira al suelo. Abre la puerta después de dos tirones, y me indica que me va a estar vigilando.

Todo el edificio es una sala grande, llena de estanterías y expositores. La entrada está llena de barro y hojas, y huele a madera podrida. El techo es de cristal, pero está sucio, y no pasa muy bien la luz. En el centro se ha roto, hay un montón de nieve manchada de tierra por abajo, trozos grandes de cristal, en el suelo y encima de un expositor. Debajo del montón de nieve hay una estantería caída. Mientras Stille me espera en la puerta, busco algo que parezcan notas, el dibujo de una máquina, pinturas de la tribu Uut, de los enanos, cualquier pista que me diga cómo podría recuperar a Orfeo de Los Creadores, pero no veo nada. En las estanterías y los expositores hay armas, cuencos de arcilla. Cosas. Cacharros. Las paredes están tan frías como las de fuera, y el aire suena mucho. Veo mapas, los cojo y los llevo al centro, donde hay más luz, pero son sólo sobre este continente, nada que me sea útil. Hay un cuerno partido en la pared, junto con otras armas, plumas y demás, que parecen trofeos... de batallas. También hay cacharros que no funcionan, supongo que necesitarían la electricidad que les daba Energía.
En la primera planta, que sólo es un pasillo pegado a las cuatro paredes, casi todos los expositores están vacíos, hay algunas cosas, ¿y éstas sucias qué son? ¡Ah, son fotos! Les quito el polvo con la camiseta. Hay una de Erudito, cuando casi no tenía el pelo blanco, hay dos... tres fotos de Luchadora, pero en todas sale fea, poniendo caras raras. Acerco la tercera, temblando, porque Servatrix sale al fondo, hablando con una chica, en la parte más a la izquierda, de perfil. Es mi madre. Es igual a la chica que vi en el mundo de los muertos, está seria, mirando a Servatrix, con una mano en la oreja para colocarse el pelo. Y Luchadora no la cogió cuando se fueron de la otra casa...
Apoyo las dos manos en la mesa, cierro los ojos, y cojo aire, que está lleno de polvo. A veces no les entiendo. Me cuesta callar cada vez que quiero preguntar a mi tía por qué nunca me dijo que éramos familia. Me cuesta seguir en este palacio derruido y fingir que ésta es nuestra nueva casa, ¡no es nuestra casa! Si queremos recuperar nuestra vida, ¡tenemos que pelear por ella! Las mentes que declararon la guerra a Sever y continuaron peleando aunque todo parecía perdido, las que combatieron a los gólems cuando empezaron a salir de la tierra, las mismas que se enfrentaron a Miedo, a Dante y a Los Creadores, y pasaron mil penurias para rescatarme… ya está, no pelean más. Aunque Optimismo, Energía, Repar y Eissen hayan sido convertidos por Miedo, lejos de aquí, y nos estén necesitando. Y Jil, y Dante. Como si los convertidos ahora no fueran importantes.
Stille me da un sobresalto tan enorme que he movido la mesa de las fotos, ¡me cago en todo, Stille, es la segunda vez en media hora!, le digo, ella pide perdón con las palmas, mientras sigue apoyada en la pared, en el último escalón. Recojo de la mesa las fotos que he estado mirando, cuando veo otra, en la que salen Stille y Susurro. Tendrían la edad que tengo yo ahora... La limpio con la chaqueta, mientras camino y se la doy. Su cara cambia de golpe, los ojos se le han abierto hasta el máximo, y no sé si se está dando cuenta, pero la está acariciando. Las dos eran muy amigas, Susurro era un sol, y no mereció morir. Luchadora cree que eran algo más que amigas. Me guardo la foto de mi madre en el bolsillo, y le pido a Stille que me ayude a llevar todas las fotos para mirarlas con tranquilidad en mi habitación. Cuando iba a irme, veo un cristal circular con el borde dorado, exactamente igual que los que vi en el laboratorio de Erudito, lo cojo por diversión, funciona como una lupa, pero cuando apunto al sol para ver si concentra su luz en un punto, me doy cuenta de que el sol, desde el otro lado del cristal, se ve... rosa.
Camino con el cristal detrás de Stille, que me esperaba al final de la escalera, con las fotos en la mano. Mentes se ha metido en la ducha, por eso sé que Social ya ha empezado a trabajar, por la cita. Dejaremos que se concentre, entonces.

Las sombras de los pinos en el valle cuando el sol está tan bajo son preciosas. Por más que me aprieto la capa de piel contra el cuerpo, el aire siempre encuentra un lugar para entrar. Dejo el plato vacío de la cena en el suelo, porque estaba empezando a congelarme las piernas, tiemblo, seguramente por le frío, pero también por los nervios, desde que Stille me asustó en la Sala de los Recuerdos. O bueno... no sé. Puede que también esté alterada por la cita, a la que Mentes conduce, con el tiempo algo justo.
Jacob golpea el marco de la puerta que parece que está a cien metros, y me dice que deje la guardia, que nos vamos a reunir abajo, al lado de la Señorita Lorraine. Es gracioso... antes, la sala de de reuniones era ésta, en la segunda planta. Ahora sólo es el lugar donde hacemos guardia, porque está alta y es la única habitación con balcón. Aún está la mesa de madera en el centro, con más de veinte sillas, por lo menos, todas con las patas hacia arriba y sobre la mesa. Nada que ver con los seis que somos ahora... Le digo a Jacob que me espere, que bajaré con él.
Durante un semáforo en rojo, Mentes utiliza la pantalla apagada de su móvil para mirarse, seguramente por orden de Social. La verdad es que hoy ha hecho un buen trabajo, porque Mentes parece hasta guapo, y no tan viejo. Luchadora quiere estar sola durante la cita, dice Jacob cuando llegamos al primer piso. Oigo a Duch susurrar desde su habitación, así que dejo que Jacob se adelante y llego hasta su puerta para decirle que venga conmigo. No llego a llamar, cuando oigo que dice relájate.
—Relájate —vuelve a decir, y esta vez, Mentes lo ha dicho en alto también.
Lo dice varias veces más, muy bajito, tanto que a veces la gotera hace que no se le oiga cuando cae. Su puerta no cierra, y por el espacio que deja no parece que haya nadie con él, aunque tampoco se ve muy bien lo que hay dentro. Veo a Duch, mirando hacia abajo y sentado en su cama, que está torcida por la gotera justo en el medio. Su cuerpo es más pequeño de lo normal, ¿no?, relájate, se sigue diciendo, y el cuerpo, poco a poco, vuelve a crecer, hasta ser como es normalmente. Hace mucho tiempo que no es pequeño, casi lo mismo que llevamos aquí. Duch debe estar tan nervioso por la cita como yo, pero si él se pone nervioso, entonces Mentes sí lo hará. Cuando parece que va a levantar la cabeza, me voy a buen ritmo de ahí, pero sin hacer ruido, acabo de bajar las escaleras y voy con el resto, al lado del fuego, al lado de la Señorita Lorraine, que aún ronca. Social mira la hoguera, sin moverse, y Jacob está doblando una ramita para que parezca una estrella. Stille, que se ha traído la manta de su habitación, me dice que me siente a su lado. Luego llega Duch.
Así, nos apoyamos cerca de la entrada del restaurante, y Duch dice que le gustaría tener un cigarrillo a mano. Podríamos comprarlo, dice, pero Stille y yo le decimos que se calle. Jacob y Social no dicen nada, Social mira de un lado a otro, ha puesto su cara de interesante, y Mentes seguramente también.
Luego, el mensaje de ella de que entremos dentro, porque se retrasa unos minutos. Entramos, nos sentamos, y allí la espera se hace peor. ¿Y si nos da el plantón?, dice Duch, luego Stille y yo le mandamos callar, Social no dice nada.
—Pues disfrutaremos del menú y el doble de postre —dice Jacob.
Me da por pensar en María, en todo lo que vivimos juntos, en si todo lo que sabemos sobre ella nos podrá ayudar ahora. También me pregunto si Mentes estará pensando en ella. Echo un suspiro en alto, y me dura tanto como todo el aire que tengo en los pulmones, y, cuando termino, Stille me da palmadas en la rodilla, por debajo de la manta, y me sonríe. Cuando Mentes conoció a María, era demasiado pequeña como para prestarle mucha atención, pensaba que era una amiga. Luego vi cómo pasaba todo, de repente. Quiero decir… todo. Fue bastante traumatizante para una niña de siete años.
Social reacciona, como si la hubiera visto, y de pronto el aire en nuestro rincón cambia, a uno más tenso, o eso me parece. Busco con la mirada lo que Social busca con los ojos de Mentes, ahí está, es ella, ya nos hemos visto, ya está aquí. Quince minutos tarde, ni más ni menos.
Hola, dice ella, que, acalorada, deja el bolso en la mesa mientras se quita la chaqueta. Mentes se levanta, para saludarla, y luego se queda de pie. ¿Para qué? ¿Quiere arrastrarle la silla, o colgarle la chaqueta? Después de unos segundos parado, Mentes vuelve a su sitio, y yo miro a Social. Eso no tenía que pasar así... ¿verdad? La mujer se echa para atrás el pelo negro, luego se ajusta las gafas. Era más guapa en las fotos.
—Eva, ¿verdad? —dice Social, y Mentes con él.
Claro que es Eva, en el contacto de su teléfono pone Eva, la hemos estado llamando Eva durante semanas, y claramente es ella. Responde que sí, obviamente, luego ella le habla sobre el bochorno que hace fuera aunque sea de noche, y Social le sigue la conversación, aunque dentro de este palacio el viento sea helado. Les atiende el camarero, cuando estaban hablando del tráfico. Mentes pide el menú con carne, luego señala a Eva, tal y como Social señala ahora el fuego.
—Apuesto a que la señorita pedirá el de carne también —dice.
Pues no, dice ella, con cara seria. Pediré el de pescado, gracias, dice. Parece que, durante un momento, su cara ha sido de asco. Joder, Social, menuda cagada. ¿Y esa mirada de asco? Menuda zorra, ¿o qué?
Mientras Mentes y ella esperan los platos, hablan sobre trabajo. Al parecer ella tiene uno bueno, de esos en los que casi no se trabaja y te pagan bastante bien, en los que yo me pregunto cómo leches se buscan, o cómo se llaman, para buscarlos yo mañana cuando Mentes se levante. Estoy tentada de robarle el control a Social… venga, sí, ¿por qué no? Le pregunto exactamente eso, que cómo busco ese empleo, y sonrío, porque Social está muy serio y así ve que somos majos, pero ella no responde, dice que no sabe ni cómo se llama ni cómo llegó hasta ahí, ni siquiera devuelve la sonrisa, y pregunta por el trabajo que tenemos nosotros.
—¡No! —dice Social, sin que Mentes hable—. ¿Ahora qué le digo sobre nuestro trabajo?
—Dile la verdad —respondo—. Tampoco es que sea fácil encontrar…
Social me manda callar, cuando ella ha repetido la pregunta. Él reacciona como un chico despistado, luego habla de su antiguo trabajo, el que tenía hace un año, y comenta que lo dejó hace poco porque necesitaba cambiar de aires. Ella nos pregunta por qué.
—Perdí a mi hijo —dice Jacob, y Mentes con él.
Nos quedamos en silencio. Arriba, también. Social mira a Jacob, como si deseara apuñalarle. Vaya, lo siento, dice Eva. Pregunta qué pasó, cómo fue, muestra interés por el tema, entonces, Stille toma el control. No hace falta ver la flecha de mi colgante para saber que lo tiene ella, porque Stille mira a todas partes, se ha quedado rígida, y dice que no con la cabeza. Yo le doy palmadas en la rodilla debajo de la manta, pero no funciona. Arriba, la mujer pregunta si es que no queremos decírselo. No, dice Mentes, a la vez que Stille niega con la cabeza. Yo intento tomar el control, pero no puedo.
No es eso, dice ahora Mentes, aún con el control de Stille, justo a tiempo para arreglar la situación. Ocurrió hace tiempo, dice. ¿Cuánto?, pregunta la mujer, pero Mentes se queda callado. No comparte nada. Stille tiene cara de estar incómoda... pero arriba, la mujer nos mira. No podemos dejarla sin contestar.
Hace un año, dice Mentes, rompiendo por fin ese silencio incómodo. Stille nos mira con alivio, así que no ha sido ella, pero, por las caras de alivio de todos, nadie de nosotros ha sido. ¡Ha tenido que ser Luchadora! Mi tía, de nuevo a tiempo para salvar el momento. Mentes continúa hablando, sobre que antes creía en el futuro, que antes pensaba que lo duro ya había pasado y que, una vez uno se casa y forma una familia, las peores preocupaciones desaparecerían. Miro a Jacob, porque es el que tengo enfrente, y él también me está mirando, con las llamas moviéndose justo a la altura de su barba. Baja la mirada hasta mi colgante, y luego lo señala. El futuro no va a mejorar, dice Mentes… Por eso uno se acaba adaptando como puede, dice. Miro mi colgante.
—No soy yo —dice Social.
—Luchadora tampoco —digo yo.
La flecha que hay dentro no señala a ninguno de nosotros, ni hacia el cuarto de Luchadora, sino hacia el sur. Pero, contando a Luchadora, los que estamos aquí somos todas las mentes del mundo... Mentes se disculpa por lo que acaba de decir, y luego añade, supongo que a uno le cuesta sentar cabeza.
—Es Optimismo —dice Social.
Social tiene los brazos en alto, y no los mueve de donde está, ni siquiera tiemblan, no mueve los ojos de la hoguera, ni se le nota respirar. Cuando pestañea, mueve la cabeza, pero los brazos siguen igual.
—¡Que es Optimismo! —dice Social.
—Optimismo fue convertido por Miedo hace muchos meses —dice Duch—, ya no es una mente, no puede controlar a Mentes… ¿verdad?
Mentes acaba de decir algo, no me he enterado muy bien, pero se nota en la boca de ella que no está muy a gusto con esta situación. Sea quien sea, debemos quitarle el control de Mentes a toda costa.
—¡Alto!
El grito de Luchadora se escucha desde su habitación como si estuviera aquí. Lo repite, esta vez mucho más alto, porque acaba de abrir la puerta de su habitación, está de pie, caminando hacia las escaleras, y cojea, apoyada en la valla que da a nosotros.
—¡Que nadie intente tomar el control! —dice Luchadora—. Si competimos contra esa mente, descubrirá dónde estamos.
—¿Está controlado por Miedo o no? —grita Duch.
—¡Está estropeando mi cita! —grita Social.
—Si descubre dónde nos escondemos, estamos muertos —dice Luchadora, moviendo los brazos.
Social y Luchadora comienzan a discutir mientras Jacob corre para ayudarla a bajar las escaleras, yo me levanto, no sé por qué. El corazón me late muy deprisa, ¿qué me estoy perdiendo? Duch ha empezado a encoger, se ha dado bofetadas, pero ahora mismo es definitivamente pequeño, más bajo que yo, al menos, se rasca las escamas marrones de la piel de forma frenética, da un salto y se queda acuclillado encima de la silla. Social pregunta si vamos a quedarnos parados sin decir nada, pero, si no queremos que Miedo nos descubra, es la única solución. Cuando miro a Stille, la veo con la boca y nariz cubiertas por la máscara, con las armas preparadas, pero no vamos a enfrentarnos a nadie, ¿no?
Arriba, Optimismo ha parado de hablar, y lo último que ha dicho tiene que ver con haber sido despedido. La camarera llega con los primeros platos. Luego, Eva pregunta por eso de que hace un año que fuimos despedidos. La flecha del colgante vuelve a Social.
—Sí, de un trabajo anterior —dice, sonríe, y con él, Mentes—. Me forcé a trabajar después del accidente, pero… no podía.
Por lo que has dicho antes, dice ella, parece que necesitas desahogarte. Social responde que no, luego se queda quieto, maldice... miro mi colgante. Ya no tiene el control. Mentes dice que quizá sí necesite consuelo, pero no es fácil conseguirlo. Duch ha empezado a mover muy rápido la cabeza.
—Optimismo vuelve a hablar —dice Jacob.
—¡No! —dice Social—. Optimismo no diría que necesita consuelo.
—¡Menudo lío! —grita Duch—. ¿Quién habla ahora?
—Da igual, se trata de Miedo —dice Luchadora.
Ese otro habla sobre lo poco que ha hablado sobre esto con la gente, entonces, Eva pregunta qué se supone que quiere Mentes de ella. La flecha vuelve a Social, pero, por momentos, gira rapidísimo entre nosotros, y Mentes se ha trabado.
—Bueno, hablar es importante —repite Social, sonriendo—. Fortalece la confianza.
Esto no es un matrimonio, dice ella, aquí no hay confianza. Si quisiera aguantar los problemas de alguien, dice, aguantaría los de mi marido, y tú puedes ir a un psicólogo, o contárselos a tu mujer. Luego dice... Sí. Acaba de decir que ella seguro que está peor que nosotros.
—En realidad no estoy casado —digo, aunque sé que le dijimos que sí otro día—. Me divorcié hace cinco meses, dije que estaba casado para hacerlo todo más fácil.
La versión pequeña de Duch corre por la sala, moviendo mucho los brazos. Social me recrimina haber dicho eso, pero no quiero oírle… No quiero oír nada. Puede que haya sido un error, lo quería hacer, llevaba tiempo queriendo, al final lo he hecho, y no me arrepiento. Oh, no, no debería haberlo dicho... la he cagado. La cara de Eva no sabría decir si es de sorpresa, de indignación o asco. Se echa para atrás, hace un gesto con las manos mientras sonríe, pero no porque le haga gracia, o sí. Social podría estar aprovechando el silencio para arreglar lo que he hecho, pero está discutiendo con Luchadora, que se ha sentado en la silla de Jacob, con las manos en las dos heridas. Eva nos pregunta qué esperábamos de esto. Jacob le pide que se explique, ella dice que no íbamos a conseguir nada de ella, salvo quizá sexo.
—Bueno —dice Social—, pues creo que estás confundida, porque para ser sólo sexo, hemos quedado para cenar en un sitio caro y bonito.
Ahora sí ha puesto cara de sorpresa. Miro a Social, que mira las baldosas, aunque en el fondo sé que tiene los ojos más allá del cielo, donde Eva hace el gesto de irse.
—No te vayas —dice Social—, te invito como compensación. Déjame explicarme.
Me pago mi cuenta yo, dice ella, indignada, con el primer plato a medias, un brazo abrigado por la chaqueta y el bolso en el otro hombro. Habla con un camarero en susurros, él se la lleva a otro sitio. La buscamos con la mirada, pero ya no la vemos, Social toma el control y gira la cabeza hacia el plato, comprueba el móvil y mira la hora, y come, como si no pasara nada. Miedo calla. Duch, que está encima de Lorraine, pregunta qué vamos a hacer ahora, Lorraine sigue roncando. Social da media vuelta y se va por las escaleras, hacia su habitación, la flecha de mi colgante le sigue. Mentes da un sorbo a la sopa fría.
Stille recoge la manta, que estaba en el suelo, y nos hace el gesto de dormir. Durante varios minutos, Jacob, Luchadora y yo sólo escuchamos los quejidos de Duch, que, después de cansarse de trotar encima de Lorraine, ha subido a la primera planta y se ha colgado de la valla, mientras dice que la culpa es de ella, que no hemos hecho nada.
—Esta cita estaba condenada sin necesidad de Miedo —dice Jacob.
Se me ocurren tantas respuestas que me quedo entre ellas hasta que pasa el tiempo para responder. Mentes apura su plato, mientras pide al camarero el segundo, con una sonrisa, como si no hubiera pasado nada... La flecha sigue apuntando a la habitación de Social. El fuego crepita ahora bastante de seguido, y, aun así, Duch se las apaña para que su respiración incómoda encima de nosotras se escuche más. Le pido que se baje de la valla, que vuelva a su forma normal, él salta lejos y grita que ésta es su forma normal, y no piensa volver a su forma aburrida y asquerosa, luego nos echa la culpa por no haberle dejado salir durante tantos meses.
—Resulta que Miedo puede hablar a través de las mentes que ha convertido —dice Luchadora.
—¿Por qué no lo ha hecho antes? —dice Jacob.
—Es una ventaja demasiado grande como para no usarla.
—Quizá haya aprendido ahora.
Si en algún momento tengo el control y no me doy cuenta de que Miedo quiere tenerlo también, podríamos entrar en vínculo en cualquier momento, sin que me dé cuenta, y fastidiarlo todo, yo salvaría a los demás porque Miedo es alérgico a mí, pero tendríamos que movernos a otro sitio, y seguro que es peor, segurísimo. Yo creo que mejor dejo de controlarle durante unos días, o más, o quizá Miedo espere varios días para que nos confiemos y me pille desprevenida. Jacob y Luchadora no dicen nada, Luchadora se toca la herida del costado, donde la venda es, por primera vez, más blanca que roja. Dejo pasar los minutos mirando la hoguera, ni siquiera sé en qué he estado pensando. Arriba, Social ya no tiene el control, sino Jacob, y va a pedir, tal y como dijo, dos postres.
—Me voy a dormir —digo.
Duch vuelve a aparecer y nos llama aburridos, dice que va a darse una vuelta con Ánima. Luchadora le grita que no lo va a hacer, tan fuerte que ha movido el fuego, Duch le hace la peineta y se va dentro. La Señorita Lorraine sigue roncando.
—He dicho que… —digo.
—Ve —dice Luchadora—. Yo no tengo nada de sueño después de esto, me encargaré de que llegue a casa… y todo eso.
—Yo me quedo con ella —dice Jacob—, porque es torpe, y no sabe subir las escaleras sola.
Lo ha dicho completamente serio, pero Luchadora se ríe. Es la primera vez que escucho a Jacob bromear, bueno, creo que ha bromeado. Me despido de ellos otra vez, subo las escaleras, y veo al gato de Jacob, que camina en el otro lado del primer piso, hacia dentro. Subo las escaleras, y cuando entro en la habitación, el ruido del aire en la ventana me da absolutamente igual. Me meto dentro con zapatos, hundo la cara en la almohada y me tapo hasta la coronilla.

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