Una gota caía, perdiéndose en un suelo árido oculto en un
mar de bruma. La mirada al frente, fija en el enemigo.
Alcé ambas manos, dirigiendo un fulgor dorado procedente del
cristal contra mi enemigo, que gritando de dolor por fin hallaría el descanso
eterno.
Un resoplido quejoso hizo eco entre la niebla anaranjada del
tercer nivel cuando me desplomaba exhausto en el suelo, respirando pesadamente,
profundamente herido. “Se acabó”, pensaba mirando el lugar donde aquel monstruo
sin sangre ya no existía, tocando con mucho cuidado la herida de mi pecho, una
abertura que atravesaba completamente mi cuerpo. El polvo del edificio, la
sangre atravesando mi mejilla. Me encontraba mentalmente muerto, derrotado y hundido, pero victorioso. Al fin sabía que el perdón podía derrotar al orgullo, la venganza y la agresividad natural. Al fin podría volver al segundo nivel, donde Sever
clavó el espadón en mi vientre y podría volver para combatir contra él…
No solo había logrado perdonar a Oscuridad por los pequeños
crímenes contra mí que hizo sin quererlo, víctima yo de mi obcecación y necesidad,
sino que había terminado con todos los traumas que produjeron en mí las
mujeres. Había acumulado en su imagen todo el odio misógino, lo atraje hacia mí
y lo arranqué de raíz, como debía hacerse. Lo hice porque Oscuridad podía
soportar el peso de mis traumas, lo hice porque entonces la compensaría
eliminando su propio Sever interior y abriéndola paso a un mundo de libertad,
próspero y fértil. Oscuridad conocería en persona a mi némesis y aprenderíamos
juntos a derrotarlo.
Me incorporé lentamente, apoyando contra la pared de aquel
edificio ruinoso el peso del dolorido cuerpo, maldiciendo, mientras una figura
que surgía de la profundidad de la bruma crecía en estatura y rejuvenecía su
piel.
-Lo has hecho muy bien –me miró con aquellos ojos marrones y
su pelo negro -. Parece ser que aún débil, tu espíritu luchador volvió a marcar
la diferencia.
Miré al horizonte, frunciendo el ceño y apretando con fuerza
el cristal dorado, sacando después del bolsillo una cuerda fina que serviría
para reposarlo bajo mi cuello.
-Conciencia. Necesito que hagas algo por mí.
-Di.
Me giré para mirar sus ojos humanos en una figura muy
parecida a mí, pues al fin había podido rejuvenecer, había podido tener
esperanzas. Unas esperanzas que poco duraron cuando Oscuridad no comprendió mi
lucha, no comprendió el Sever que le mostré.
Conciencia, un reflejo de mi imagen, arqueó las cejas
sorprendido.
-Carlos… lo que pides es… extraño.
-Si algo me ha quedado claro después de la información que
este monstruo me ha dado, es que Sever es mucho más que un villano de
historieta. Y si queremos derrotarle, tendremos que ser mucho más que héroes.
Tendremos que ser algo más.
-Pero lo que me ordenas… -desvió la mirada ante mi
penetrante mirada impasible -. Bueno, está bien, es factible. Cuando des la
señal, los transformadores pasarán todo al segundo nivel. Has sobrevivido a una
herida indescriptible. Esperemos que seas algo más y estés preparado para
soportar el verdadero dolor.
La niebla se deshizo entre las penurias de los recuerdos, el
suelo árido se convirtió en aire. La angustia se convirtió en terror al sentir
la sangre disparada a toda velocidad en mi rostro. En mi rostro. La sangre de
una amiga que tanto me importaba. Estaba hecho. No se puede resucitar a los
muertos, y ella caía con el grito de Optimismo, que vio como todos cómo el
cuerpo desaparecía y Sever sacando de la nada el espadón de Defensor con el
dragón grabado alzó el brazo al tiempo que los clones de Optimismo y Nadir
cargaron contra mis mentes. La quería, y ahora no había nada, extinta como los
sueños adolescentes.
Mis ojos empapados en lágrimas. El rugido.
De mi mano brotó el espadón de defensor al tiempo en el que
las chispas y el aire salieron despedidos por la brutalidad del embate. Otro
choque. Otro, y ningún número sería suficiente para representar siquiera el
dolor, la rabia contra el asesino. Los dos espadones, el fénix versus el
dragón. La furia contra la ira.
Con firmeza paraba los golpes Aura Carmesí, con sus ojos
dorados sonrientes, confiado, alegrándose más y más con cada grito que
acompañaba cada escapada de rabia.
-No hagas teatro. No la querías –se alejó un par de pasos.
-¡Asesino! –una lágrima se escapaba entre los hoyuelos de la
mejilla en mi cara enfurecida -. ¡Sí que la quería! Y ahora…
-Mientes -apareció ante mí, empujándome con su espada hacia atrás -. Si la hubieses querido, jamás hubieras permitido que entrara hasta el segundo nivel. Sabías que moriría -sonreía -. Sabías que la mataría. Sabías que no estaba preparada, pero aún así trataste de confiar en ella esperando esa garra que la haría más fuerte y que jamás aparecería.
Optimismo y Eissen luchaban contra el clon sin escudo de Optimismo, y Luchadora y Razón, viejos compañeros, contra el clon de Nadir sabiendo que cualquier corte se traduciría en otro para ellos. El clon de Optimismo, aún joven, luchaba con energía y tranquilidad en silencio mientras sus dos oponentes trataban de encontrar el lugar donde atacar.
-No acepto esta lucha -Nadir, erguido y altanero, bajó sus pequeñas mazas de pinchos atadas con cadenas al mango -. Razón puede dañarme y convertir esto en algo entretenido, pero tú, Luchadora, estás acabada -se arregló su túnica gris y su pelo dorado -. No tienes ningún poder más que el de cortar. Y hacer eso te acabaría matando para mantenerme nada más que dos segundos concentrado en mi regeneración. No tienes cabida en esta lucha, tu espada irrompible está rota, y pronto él comprenderá la realidad que en niveles inferiores ya conoce. Eres una vieja gloria.
-Habla por ti, árbol de navidad -señaló su pelo -. Siempre has sido asqueroso, incluso en tu forma normal. Ahora somos menos mentes, mucho más fuertes, más inteligentes y tú no estás entre nosotros.
Cargó apuntando directamente a su cuello en un golpe ágil y letal que logró desviar por los pelos, pensado para abrir un hueco en el que una lanza dorada apuntase a su carne y un rayo de energía eléctrica verde provocase una herida desagradable bajo el pecho que no podía regenerarse.
-Ya te dijo -habló Razón -. No nos subestimes.
Cada golpe liberaba tanta fuerza que el aire tardaba un leve tiempo en volver a nosotros entre choque y choque. El carmesí del dragón, la energía azul del fénix encontradas en cada golpe, en busca de venganza por la muerte de Oscuridad.
Nuestras espadas chocaron, pero no retrocedieron. Apretando dientes y muñecas forcejeaba contra el firme y sonriente Sever, que mantenía la posición. Las espadas se movían un centímetro, dos, no más. Le energía comenzaba a acumularse entre ellas, tan densa que era blanca.
-¡Veamos pues cuánto has crecido!
Un grito de rabia acompañó el desenlace del choque y la liberación de su energía, dos rayos de colores azul y rojo en mitad de un estruendo que iluminaron la negra y oscura noche, pasaron muy cerca de Optimismo y desintegrando en la lejanía a un par de Clones Blancos que ya habían superado la barrera de mentes, impactaron en norte, sur, este y oeste de la gran nube hueca con tanta fuerza que se deshizo para siempre bendiciéndonos con la luz de la luna menguante.
Los resoplidos, su sonrisa. Mis mentes seguían plantando cara a un Optimismo mucho más fuerte que la media que castigaba el escudo de su viejo clon, y a un Nadir que se negaba a morir a pesar de la veteranía de sus contrincantes.
Sever sonrió, y cambiando en su mano el espadón de Defensor por la lanza de Razón, la apuntó hacia mí.
-Lo bueno de tener un ejército, como tú, es tener tu propio arsenal.
El destello de los rayos rojos que disparaba Erudito con sus cañones automáticos y con su favorita Conoscenza iluminó las caras de los dos combatientes frente a frente, espada en alto, lanza en ristre. Unos pocos clones fueron desintegrados, algunos heridos.
En mitad de los sonidos de plasma él rió, pálido y sonriente, con el pelo largo y su gabardina ondeando ante la fuerza de su espíritu. Y comenzó a cargar desapareciendo de pronto y colocándose a la derecha, sin detenerse. Apenas pude mirarle y apareció a mi izquierda, atrás, abajo, sin detenerse...
"¡Arriba!" gritaba en mi interior mientras detenía justo a tiempo el golpe de su lanza, que disparando chispas rojas que absorbía como podía me hacía perder terreno y me enviaba irrefrenablemente hacia el suelo, hacia el lugar donde Oscuridad había ido.
Con un grito divertido lanceó con fuerza irresistible hacia abajo, haciéndome salir disparado hasta colisionar contra el agua y sin parar golpear el suelo, agrietándolo.
El agua abrazó a Sever al tiempo en el que Eissen esquivaba el ataque de Optimismo rodando por el suelo dirigiéndose a Nadir, el viejo Optimismo le golpeaba con el escudo a su clon para hacerle retroceder y Luchadora, enfrentada con Nadir dejaba enredar la cadena de su maza izquierda en su espada. Aún yo en el suelo, cargó Sever de nuevo contra mí desde arriba al tiempo en el que Luchadora tiraba su arma hacia ella para desequilibrar a su oponente, Razón lanzó un rayo que le destrozó el hombro derecho y Eissen, que aparecía frente al nuevo oponente, clavaba en su espalda un punzón negro que liberó unas líneas naranjas brillantes en su piel, que le aprisionaron impidiéndole moverse y haciéndole caer, sellado, al fondo del poco mar que quedaba. Razón, sin llegar a cortarle, cargó su energía eléctrica contra él, desintegrándolo definitivamente.
Aprisionado en el fondo del océano sin más opción que la defensa, trataba de aguantar la fuerza de la lanza del pálido que riendo sin parar con aquellos ojos dorados trataba de poner fin a mi vida ya mismo.
No importaba lo que creciera. No importaba lo que madurase y las mentes que mejorase, Sever siempre estaría un paso por encima de mí, pues él era yo, y se alimentaba de mí...
-¿Sin ideas? ¿No lo tenías todo a tu favor? ¿No soltaste ese discurso tan elocuente? -me miró fíjamente, con sus ojos negros de pupilas doradas y aquel rostro igual al mío -. ¿No te parece curioso que la nube se deshiciera justo cuando Erudito toqueteaba sus cañones?
Sever descendió más, soltando chispas rojas por su lanza para que no pudiese moverme a pesar de estar haciendo fuerza con un solo brazo. Con su mano derecha, alzó la parte inferior de mi camiseta, palpando con cuidado, lentamente, la cicatriz que me causó tiempo atrás y que no había cerrado bien.
-Oh, pero ¿estás herido? ¡Qué mal! Déjame tratar esa herida... no queremos que mueras... ¿verdad?
Y como si todo el fuego del mundo se hubiera concentrado en mi vientre, Sever presionó con fuerza contra mi herida, nublando mi vista al tiempo en el que las cuatro mentes rodeaban al clon de Optimismo. Yo gritaba de dolor, mientras mi energía descontrolada viajaba por todos los lugares de mi mundo, sintiendo a Duch y a Stille desequilibrar a las fuerzas enemigas, a Social combatiendo contra Humilde, a Lágrima... ¿Dónde estaba Lágrima? ¡Debía concentrarme! Debía volver... a la batalla...
El colgante dorado comenzó a brillar con fuerza, y con un último grito de rabia lancé un golpe de energía que alejó a Sever de mí, e incorporándome lo más rápido que pude, comencé a elevarme asiendo en mi mano la espada élfica de Razón imbuida en un aura dorada, al tiempo que el clon de Optimismo trataba de ganar tiempo ante las embestidas constantes de Luchadora, Eissen y Optimismo. Razón volaba corriendo hacia mí, en mi ayuda.
Sever sonreía.
La energía azul que salía de mi cuerpo había cambiado su color blanco por el rojo.
Optimismo y Eissen luchaban contra el clon sin escudo de Optimismo, y Luchadora y Razón, viejos compañeros, contra el clon de Nadir sabiendo que cualquier corte se traduciría en otro para ellos. El clon de Optimismo, aún joven, luchaba con energía y tranquilidad en silencio mientras sus dos oponentes trataban de encontrar el lugar donde atacar.
-No acepto esta lucha -Nadir, erguido y altanero, bajó sus pequeñas mazas de pinchos atadas con cadenas al mango -. Razón puede dañarme y convertir esto en algo entretenido, pero tú, Luchadora, estás acabada -se arregló su túnica gris y su pelo dorado -. No tienes ningún poder más que el de cortar. Y hacer eso te acabaría matando para mantenerme nada más que dos segundos concentrado en mi regeneración. No tienes cabida en esta lucha, tu espada irrompible está rota, y pronto él comprenderá la realidad que en niveles inferiores ya conoce. Eres una vieja gloria.
-Habla por ti, árbol de navidad -señaló su pelo -. Siempre has sido asqueroso, incluso en tu forma normal. Ahora somos menos mentes, mucho más fuertes, más inteligentes y tú no estás entre nosotros.
Cargó apuntando directamente a su cuello en un golpe ágil y letal que logró desviar por los pelos, pensado para abrir un hueco en el que una lanza dorada apuntase a su carne y un rayo de energía eléctrica verde provocase una herida desagradable bajo el pecho que no podía regenerarse.
-Ya te dijo -habló Razón -. No nos subestimes.
Cada golpe liberaba tanta fuerza que el aire tardaba un leve tiempo en volver a nosotros entre choque y choque. El carmesí del dragón, la energía azul del fénix encontradas en cada golpe, en busca de venganza por la muerte de Oscuridad.
Nuestras espadas chocaron, pero no retrocedieron. Apretando dientes y muñecas forcejeaba contra el firme y sonriente Sever, que mantenía la posición. Las espadas se movían un centímetro, dos, no más. Le energía comenzaba a acumularse entre ellas, tan densa que era blanca.
-¡Veamos pues cuánto has crecido!
Un grito de rabia acompañó el desenlace del choque y la liberación de su energía, dos rayos de colores azul y rojo en mitad de un estruendo que iluminaron la negra y oscura noche, pasaron muy cerca de Optimismo y desintegrando en la lejanía a un par de Clones Blancos que ya habían superado la barrera de mentes, impactaron en norte, sur, este y oeste de la gran nube hueca con tanta fuerza que se deshizo para siempre bendiciéndonos con la luz de la luna menguante.
Los resoplidos, su sonrisa. Mis mentes seguían plantando cara a un Optimismo mucho más fuerte que la media que castigaba el escudo de su viejo clon, y a un Nadir que se negaba a morir a pesar de la veteranía de sus contrincantes.
Sever sonrió, y cambiando en su mano el espadón de Defensor por la lanza de Razón, la apuntó hacia mí.
-Lo bueno de tener un ejército, como tú, es tener tu propio arsenal.
El destello de los rayos rojos que disparaba Erudito con sus cañones automáticos y con su favorita Conoscenza iluminó las caras de los dos combatientes frente a frente, espada en alto, lanza en ristre. Unos pocos clones fueron desintegrados, algunos heridos.
En mitad de los sonidos de plasma él rió, pálido y sonriente, con el pelo largo y su gabardina ondeando ante la fuerza de su espíritu. Y comenzó a cargar desapareciendo de pronto y colocándose a la derecha, sin detenerse. Apenas pude mirarle y apareció a mi izquierda, atrás, abajo, sin detenerse...
"¡Arriba!" gritaba en mi interior mientras detenía justo a tiempo el golpe de su lanza, que disparando chispas rojas que absorbía como podía me hacía perder terreno y me enviaba irrefrenablemente hacia el suelo, hacia el lugar donde Oscuridad había ido.
Con un grito divertido lanceó con fuerza irresistible hacia abajo, haciéndome salir disparado hasta colisionar contra el agua y sin parar golpear el suelo, agrietándolo.
El agua abrazó a Sever al tiempo en el que Eissen esquivaba el ataque de Optimismo rodando por el suelo dirigiéndose a Nadir, el viejo Optimismo le golpeaba con el escudo a su clon para hacerle retroceder y Luchadora, enfrentada con Nadir dejaba enredar la cadena de su maza izquierda en su espada. Aún yo en el suelo, cargó Sever de nuevo contra mí desde arriba al tiempo en el que Luchadora tiraba su arma hacia ella para desequilibrar a su oponente, Razón lanzó un rayo que le destrozó el hombro derecho y Eissen, que aparecía frente al nuevo oponente, clavaba en su espalda un punzón negro que liberó unas líneas naranjas brillantes en su piel, que le aprisionaron impidiéndole moverse y haciéndole caer, sellado, al fondo del poco mar que quedaba. Razón, sin llegar a cortarle, cargó su energía eléctrica contra él, desintegrándolo definitivamente.
Aprisionado en el fondo del océano sin más opción que la defensa, trataba de aguantar la fuerza de la lanza del pálido que riendo sin parar con aquellos ojos dorados trataba de poner fin a mi vida ya mismo.
No importaba lo que creciera. No importaba lo que madurase y las mentes que mejorase, Sever siempre estaría un paso por encima de mí, pues él era yo, y se alimentaba de mí...
-¿Sin ideas? ¿No lo tenías todo a tu favor? ¿No soltaste ese discurso tan elocuente? -me miró fíjamente, con sus ojos negros de pupilas doradas y aquel rostro igual al mío -. ¿No te parece curioso que la nube se deshiciera justo cuando Erudito toqueteaba sus cañones?
Sever descendió más, soltando chispas rojas por su lanza para que no pudiese moverme a pesar de estar haciendo fuerza con un solo brazo. Con su mano derecha, alzó la parte inferior de mi camiseta, palpando con cuidado, lentamente, la cicatriz que me causó tiempo atrás y que no había cerrado bien.
-Oh, pero ¿estás herido? ¡Qué mal! Déjame tratar esa herida... no queremos que mueras... ¿verdad?
Y como si todo el fuego del mundo se hubiera concentrado en mi vientre, Sever presionó con fuerza contra mi herida, nublando mi vista al tiempo en el que las cuatro mentes rodeaban al clon de Optimismo. Yo gritaba de dolor, mientras mi energía descontrolada viajaba por todos los lugares de mi mundo, sintiendo a Duch y a Stille desequilibrar a las fuerzas enemigas, a Social combatiendo contra Humilde, a Lágrima... ¿Dónde estaba Lágrima? ¡Debía concentrarme! Debía volver... a la batalla...
El colgante dorado comenzó a brillar con fuerza, y con un último grito de rabia lancé un golpe de energía que alejó a Sever de mí, e incorporándome lo más rápido que pude, comencé a elevarme asiendo en mi mano la espada élfica de Razón imbuida en un aura dorada, al tiempo que el clon de Optimismo trataba de ganar tiempo ante las embestidas constantes de Luchadora, Eissen y Optimismo. Razón volaba corriendo hacia mí, en mi ayuda.
Sever sonreía.
La energía azul que salía de mi cuerpo había cambiado su color blanco por el rojo.
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