El ocaso tocaba a su fin, y el murmullo del caer de las gotas de agua en un constante repiqueteo era lo único que se escuchaba en aquel frío lugar. Aquella sala grande pero poco espaciosa fue una de las pocas en quedar intactas tras la caída de el Palacio. Se pensó en construir otro para Sombra cuando volvió, presa de las inseguridades, buscando consuelo y pidiendo perdón por abandonarnos a nuestra suerte; pero ¿cómo basarse en algo que ya estaba roto?
Aquel constante sonido no parecía afectar a la concentración de Erudito, que ojeaba cada libro de la biblioteca, lenta pero concienzudamente, y cogía alguno que amontonaba en una pila que seguro cogería luego, y Susurro, que había encontrado un cubo de metal y lo había colocado bajo la grieta que dejaba pasar el agua del piso superior para recostarse en una pared y mirar cruzando los brazos, con total seguridad lo tendría que ayudar. Él era así: viejo de cuerpo, pero siempre joven de espíritu, y muchas veces se olvidaba de sus limitaciones.
El sonido del líquido golpeando el cubo con furia se había vuelto molesto, pero Erudito no parecía inmutarse y ella sabía que cesaría pronto, que merecía la pena el esfuerzo.
Eran tiempos de guerra, eran tiempos de esfuerzo, y ella soportaba un ruido constante mientras tocaba su clavícula izquierda de piedra tras sus ropas con la mano derecha.
-Joven... -Erudito, con aquellas gafas de media luna que se había recolocado, no parecía distraerse de su tarea -, recuerda mantener activas todas las vías de energía e información. Toda precaución es poca, y Sever es un tipo inteligente, poderoso y pícaro, muy pícaro.
-Ya están todas abiertas, Erudito. Pero no recibiremos energía del exterior: Mentes desea derrotar al Aura Carmesí de forma original y genuina.
Erudito paró de pronto para mirarla a ella, sorprendido, con aquella barba chin curtain frondosa y blanca rodeando su cara experimentada, subido a una escalera de madera clara entre las estanterías de libros de madera más oscura, más seria, una biblioteca mucho más grande que la que poseía en el primer nivel, repleta de libros llenos de historias que ella jamás podría disfrutar si no fuera porque el viejo se las contaba.
-¿Están todas abiertas? -continuó a lo suyo, bajando la escalera y cambiando a la estantería de enfrente -. Caray, no se te ve en absoluto afectada por ello.
-Es mi trabajo... Erudito. Estoy acostumbrada.
-Me ha dicho un pajarito que con la última evolución de Mentes tienes un arma nueva.
-Sí... -suspirando, sacó aquella espada corta de un solo filo formada por varias anillas gruesas, las cuales si eran pares poseían un dentado en su hoja mucho mayor que las impares, blanca la hoja y negra su parte trasera -. En su núcleo está formada de un material terriblemente blando, flexible y maleable -dando una pequeña estocada al aire, la espada reaccionó alargándose de pronto medio metro y volviendo a su posición original al instante -. No está mal, pero el látigo es más preciso... -se perdió, mirando el horizonte tras la oscuridad del pasillo.
-Bueno, recuerda que al principio tampoco eras precisa con el látigo... -la miró, pensando lo que decir en una larga pausa -. Oye, Susurro... no te desanimes...
-No me desanimo...
-Los gestos de tu cuerpo no dicen lo mismo... joven, sabes de sobra por qué estás aquí, no puedes ir, no durarías nada. Además, necesito a alguien conmigo, y nuestra misión es más importante de lo que crees.
-Ah, ¿sí? -arqueó una ceja, extrañada -. ¿Por qué?
-Bueno, podemos hallar el mal de El Corazón y subsanarlo y ellos fracasar por falta de refuerzos. Pero ellos jamás podrán triunfar si nosotros no quitamos la coraza fea que tiene. Es bastante sencillo de explicar, si tienes en cuen... -se paró en seco, petrificado, con la palabra en la boca, mirando hacia un cuaderno perdido entre los libros -. Susurro... Mentes... ¿ha vaciado por completo el contenido de ese cofre?
-Pues -dudó -, todo indica que sí, ¿no?
Tras un segundo detenido en el tiempo, agarró el cuaderno con rapidez y bajando las escaleras con presteza lo abrió, leyendo sus secretos.
El sonido había dejado de molestar, escuchándose ahora el leve rumor del agua, y Susurro con sus cabellos negros largos y ligeramente ondulados sueltos, intrigada, se acercó al sabio.
-¿Qué? ¿Qué?
-¡Claro! -extasiado, agarró el brazo de la joven mirándola con emoción -. ¡Vamos a la sala de control! Es altamente probable que El Corazón se muestre inseguro y tenga miedo por un fallo con la Nueva Empatía.
Empezó a caminar deprisa con aquellas ropas brillantes y gruesas, mientras la bella mujer de ojos grises cogía acalorada aquella pila de libros y trataba de seguir al viejo que fue a pocos metros de aquel lugar, a la sala principal de aquel lugar abandonado, abandonado porque todos los demás estaban luchando en otra parte, dando su energía por todos.
Abrió la puerta con la llave adecuada, dentro de aquel llavero en la que colgaba la misteriosa que Mentes le dio poco antes de zarpar, y con gesto caballeroso dejó entrar a la chica primero...
Varios libros cayeron al suelo debido al sobresalto. Ante ellos, en el centro de la sala, un ser parecido a un pequeño goblin, marrón y encorvado, feo como todo monstruo, con seis extremidades y con un objeto brillante en una de ellas los miró quizá mucho más sorprendido que ellos.
-¡Es el núcleo de la máquina! ¡Hay que...!
Pero el pequeño monstruo ya había saltado sobre Susurro, y en un ágil movimiento la tiró al suelo con los libros que quedaban, agarrándose a la pared gris y trepando por ella hasta desaparecer en el túnel central vertical que comunicaba todos los pisos.
-¡Va a huir por el tejado! ¡Detenlo, Susurro, si perdemos lo que lleva estamos perdidos!
Rápido se incorporó la joven que despeinada se vio obligada a pensar a toda velocidad. Solo ella tenía la agilidad para seguirlo, ¿pero cómo?
Se giró inmediatamente hacia la biblioteca y la emergente noche que cruzaba aquella ventana al fondo del pasillo, al fondo de la sala iluminada aún por el candil de Erudito le dio una esperanza. Empezó a correr lo más rápido que pudo, y sacando de su cinto su pistola especial que varias vidas había salvado en el pasado, saltó con fuerza hacia el vacío, hacia el agua que aún inundaba ligeramente el mundo, y suspendida y el tiempo detenido, apuntó hacia arriba disparando el gancho del arma, enganchándose contra el techo cuando aún caía, e inmediatamente empujándola hacia arriba a toda velocidad.
El aire besando la piel de la joven era mucho más húmedo de lo que ella creía...
La noche abrazaba su pequeña amargura mientras aterrizando ya en los tejados del palacio, pudo distinguir entre la oscuridad la gran nube gris hueca en la que sus amigos se encontraban peleando contra el mismo dolor y ella, fútil en aquel combate donde en piedra se convertiría convertía su realidad en piedras que pesaban en su estómago y en su confianza.
Dos rayos partieron el cielo. Dos haces de luz grandes como nunca los había visto iluminaron el mundo, traspasaron la nube que entre una gran explosión se deshizo para siempre, y de un grito de sorpresa el monstruo que portaba aquel objeto tan valioso variaba el rumbo al encontrarse con su persecutora, que distraída no encontró ángulo ni oportunidad para acabar con él antes de que se colara por un socabón en el tejado.
¡Mierda, mierda, mierda, lo había perdido! Concentrada, idiota, así se sentía ella mientras intentaba escuchar solo por el sonido el rumbo que tomaba aquel engendro. Los cañones de Erudito comenzaron a disparar a los enemigos que ahora eran visibles. Otro disparo. Un ruido de la bestia. Otro disparo. Conocía en su totalidad el palacio, y debía sacar provecho... ¡Podría tenerlo!
Sacando su espada a toda velocidad iluminada por los haces de luz del cañón, la lanzó fuertemente contra el suelo donde se clavó y se lanzó ella al vacío de nuevo, esta vez para no volver a subir. Los metros en caída se sucedían, el aire secaba sus ojos y la espada clavada en la teja comenzaba a romperla y a arrastrarse inexorablemente al abismo en el que se vio inmersa su dueña mientras con la mano izquierda comenzaba a preparar el arco de tejo que siempre llevaba encima. Solo dos anillas la mantenían con vida, y solo una quedó antes de que la muchacha soltándose de su arma atravesara a toda velocidad la ventana de aquel piso en el que se encontraba, aterrizando con la mayor gracia posible, dando una voltereta y completamente sentada, disparando una flecha mientras aún patinaba con su trasero al monstruo que aparecía cruzando el pasillo en aquel mismo instante.
Resoplando de adrenalina llegó con el pelo completamente desestilizado y sus ropas oscuras ligeramente rasgadas, colocándose sus protecciones de cuero mientras se presentaba ante Erudito con el objeto de brillo rojo entre sus dedos. Deteniendo sus disparos, no perdió un solo segundo y fueron con rapidez a la sala de control, donde por fin podrían arreglar la máquina de la Nueva Empatía y con ello devolver a El Corazón su estado original.
-Eso ha estado grandioso, Susurro -la miraba a los ojos cuando cruzaban la puerta de la sala -. Sin ti no lo hubiera conseguido.
Ruborizándose ligeramente ella sonrió mientras caminando lento observaba aquella sala gris repleta de aparatos y artilugios, repleta de cosas que romper y robar. Y mientras Erudito trataba de colocar el núcleo de la Nueva Empatía en la máquina y ella le alcanzaba se preguntaba por qué esa máquina y no cualquier otra. Sin embargo, Erudito estaba encontrando problemas con la reparación, el núcleo no quería encajar en su posición correcta.
-¿Por qué no quiere repararse? ¿Qué le pasa a este trasto?
Una voz ronca se escuchó a sus espaldas y congeló su corazón.
-Eh... Por favor... vosotros sí, ¿no?
Se giraron rápidamente ambos para ver ante su sorpresa una figura humana. Un hombre joven, con los cabellos alocados ligeramente en punta de color castaño, ojos verdes terriblemente penetrantes, perilla y una confiada sonrisa se encontraba completamente inmóvil, atado por cuerdas a la máquina situada en el centro. En sus ropas, su gabardina modernas y blancas metalizadas no había señales de violencia, y la suela de sus botas del mismo color se encontraba limpia y nueva. Carraspeó antes de volver a hablar.
-Bueno, creí que erais de los míos. Esperaba mi liberación, la verdad, pero no parece que haya nadie que sepa que estoy aquí.
-¿Quién... quién diantres eres? -habló Erudito.
El joven le miró, sonriendo sin querer, sin saber cómo mirarle.
-Soy una mente, señor.
-Imposible. Todas las mentes fueron presentadas ante Mentes en la sala de los recuerdos cuando nos reorganizó y redujo nuestro número. Tú no estabas.
-Lo siento, vengo del tercer nivel y aparecí así. Allí están sucediendo cosas espantosas, y de pronto sentí que también podía viajar aquí. Y este mundo me da la bienvenida -rió -, atándome a un poste mecánico, con un bicho extraño que me miraba de manera incierta y trataba de evitarme, y eso que le pedí por favor que me ayudara.
-¿Cuál es tu nombre? -preguntó el sabio mientras ella les miraba callada.
-Desáteme... y se lo diré encantado. Y puede que otro día le invite a un paquete de energía.
Erudito permitió a la joven sacar su espada y cortar en un momento las ataduras del extraño personaje, que se levantó entre pequeños quejidos mientras se estiraba y revisaba las arrugas de su ropa. ¿Era realmente quien decía ser?
-Muchas gracias -tendió su mano al viejo con una sonrisa encantadora -. Mi nombre es Dante, ascendido desde el infierno para ayudaros aquí también.
-Erudito, buscador de conocimiento.
-Lo sé, encantado -se giró a la chica tímida de ojos grises -. ¿Tienen prohibido el habla las bellezas de este nivel?
-No -rió, desviando la mirada -, pero supongo que ya sabrás mi nombre.
-No olvides el mío entonces - sonrió, y miró a ambos -. Mi habilidad es la de poder profundizar en la mente del rival o de cualquier ente, y hallar la génesis de su existencia. Debilidades... cualquier cosa de esta índole. Solo detalles de su estructura metafísica, no leo la mente de nadie.
-Es un poder... interesante. Y de responsabilidad.
-Ya me verá en acción -sonrió de nuevo dando un paso atrás -. Me necesitan en el frente, así que me uniré a nuestros camaradas en la lucha -les miró con aquellos ojos tan profundos -. Aparte del Caído, ¿queréis que analice a alguien más? ¿Alguna información que necesitéis aquí?
-Pues... -pensó, dubitativo, extrañado por su mención hacia Sever -, no sé por qué tendrías que analizar a nadie... él es en principio el único de interés, y cuando acabe de reparar esta máquina rebelde, sospecho que nuestro trabajo habrá ter... min...
Sus ojos se abrieron, sus pupilas se contrajeron y se llevó una mano a la cabeza mientras asimilaba una información, muy probablemente enviada por el mismo Mentes. Retrocedió un paso.
-¿Qué ocurre?
-¿Erudito? -se preguntaba la chica qué información habría sido capaz de alterar al tranquilo.
-Creo... creo que hay alguien que sí deberías analizar...
El joven le miró interesado, arqueando las cejas y serenándose por primera vez.
-El que me digas, y lo ficharé al momento.
Le miró serio, reflexionando bien las palabras que iba a decir.
-Quiero que analices absolutamente todo acerca de Lágrima Valerie.
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