29 de junio de 2013

Sin vuelta atrás.


El silbido del viento acompañaba el sonido del silencio, del metal tintineante del arma que besaba la armadura, temblorosa por la velocidad del vuelo. El agua desaparecía con nuestro movimiento y cada vez se encontraba más lejos, pero aún no podía verse el suelo arruinado y desértico.
Podía sentir la conexión entre cada una de mis mentes más poderosa que nunca, podía sentir cada conciencia, cada pensamiento de manera recíproca. Todos concentrados, todos dirigiéndose a la gigantesca nube negra en el horizonte que ya abarcaba toda nuestra visión.

-¿Seguro que estás lista para el combate, Luchadora? -le susurraba acercándome a ella.
-Por supuesto, Mentes. No te fallaría en tu batalla más importante -me miraba con aquellos ojos morados apagados, con aquel pelo azul oscuro sin coletas.

25 de junio de 2013

Por mí. Por ellos.


El tiempo jugaba en mi contra y a cada segundo que perdía la sonrisa desfigurada de Sever comenzaba a dibujar la oscuridad más, más, en el lejano lugar donde se ocultaba, con un ejército de Clones Blancos como él entre el vacío del negro de ambas pupilas.

Comencé a caminar hacia el centro de todas esas mentes, algunas tan conocidas, otras tan inexploradas, descubriendo que lo más importante no era el número, sino la calidad, la pureza y complejidad de las que se poseen.

16 de junio de 2013

Y resurgir.


Los gemidos rompían el sonido del silencio y los rumores del fondo del océano.
Entre las piedras de las ruinas, con su cara mirando a la luz para sentirse vivos, yacían los cuerpos heridos entre los rumores del fondo del océano. La sangre flotaba y se dejaba llevar por la corriente a cada quejido, cada resoplido, cada movimiento.

-¿Qué es lo que hemos hecho? -el sonido del metal rozando la piedra acompañó la voz de Servatrix, herida.
-Nos hemos comportado como estúpidos -dijo Luchadora tapándose la herida de su vientre.

1 de junio de 2013

Los Creadores.


Y las colinas agostadas y maltratadas del pasado comenzaron a difuminarse, las ruinas de aquella capilla se alejaban rápidamente y el suelo bajo mis rodillas se deshizo, desaparecido el pergamino y sostenido en un negro permanente que cortó mi respiración y me hizo abrir los ojos de pronto.
Con la boca abierta cogiendo aire rápidamente me quedé ahí, inmóvil en aquella posición estirada, estupefacto. Miré alrededor lentamente, intentando fijarme en algun detalle que pudiera decirme dónde estaba, por qué todo era tan negro. Y recordé entonces dónde me encontraba.
Una sala negra como la oscuridad, de suelo negro y paredes negras y sin ninguna clase de luz salvo la de dos finas líneas en el suelo que en línea recta y paralelas parecían señalar un camino. A ambos lados de la senda seguida se levantaban sostenidos por soportes del mismo material negro que el resto de cosas unos orbes negros del tamaño de un cráneo, que reflejaban pobremente la tenue luz del suelo y de manera igual que todo lo que allí había.