El silbido del viento acompañaba el sonido del silencio, del metal tintineante del arma que besaba la armadura, temblorosa por la velocidad del vuelo. El agua desaparecía con nuestro movimiento y cada vez se encontraba más lejos, pero aún no podía verse el suelo arruinado y desértico.
Podía sentir la conexión entre cada una de mis mentes más poderosa que nunca, podía sentir cada conciencia, cada pensamiento de manera recíproca. Todos concentrados, todos dirigiéndose a la gigantesca nube negra en el horizonte que ya abarcaba toda nuestra visión.
-¿Seguro que estás lista para el combate, Luchadora? -le susurraba acercándome a ella.
-Por supuesto, Mentes. No te fallaría en tu batalla más importante -me miraba con aquellos ojos morados apagados, con aquel pelo azul oscuro sin coletas.