3 de mayo de 2013

Como piezas de ajedrez.


-Es imposible ganar, Carlos. Estás muerto.

Imponiendo su voz a mis quejidos se levantó lentamente Religión, con aquel cuerpo tan grande como cinco, con aquellos brazos enormes y aquellos ojos blancos y brillantes.
Me incorporé lentamente, acosado continuamente por la imagen de sus ojos en mi retina, abrasando mi voluntad y haciéndome retroceder.
Movió el brazo realizando un barrido y la fuerza desprendida me volvió a tirar al suelo. ¿Qué ocurría?


-¿Acaso creías que tener razón es lo que cuenta? Lo que cuenta es el poder, y es él el que te da la razón.

Miraba en momento de respiro cómo alzaba el brazo y comenzaba a condensar la energía rojiza de las paredes toda en su palma, mientras la rabia y la impotencia rellenaban un cuerpo que sin atender en su aula de bachillerato comenzaba a ver al mundo, de nuevo, como un aglutinamiento de personas incapaces de comprender mis pensamientos. Como mis amigos, que me atacaban unos y otros callaban dándoles la razón. Me sentía acorralado y solo una amiga podía salvarme de la ira: la persona de más juicio entre todos ellos: Roxanne. Y esperaba impaciente su mensaje tranquilizador.

Y Religión terminó de condensar toda aquella energía, y dirigía su palma hacia mí al mismo tiempo que yo colocaba mi espadón entre los dos.
El sonido agudo del disparo. El choque, la fuerza, el calor. Religión continuaba disparando como un cañón láser mientras la tierra se hundía y mi fuerza comenzaba a fallar. Mucha energía, mucha temperatura, era un Dios, debía seguir, por favor...
Con la otra mano soltó un haz en energía que atrapó a una isla del tamaño de un mediano edificio que giraba a toda velocidad, y gruñendo de esfuerzo lo elevó a la altura de la isla.

El choque de la roca molida, el polvo, la fuerza, el descontrol. Aquella isla se llevó por delante la parte de isla en la que yo estaba, la fuerza de choque desvió el láser de Religión y todo mi alrededor se volvió pedazos.
Choques, golpes, piedras, cortes, atrapado caía... entre tanta oscuridad comenzaron a verse esquirlas de luz y no sabía de dónde venían... atrapado entre una mole de tierra sin saber dónde estaba, caía, sin recuper la conciencia, ¡debía luchar!
Pude ver durante una fracción de segundo la luz morada de Isla Polar y con un grito aparté la roca por encima de mí, una explosión azul que iluminó mis ojos y saltando sobre la que se encontraba a mis pies me agarré a un fragmento de la isla destructora y salté, apenas influenciado por la fuerza del giro de nuevo hasta lo aún íntegro de la isla del enemigo.
Religión se sorprendió un poco cuando junto a mí aparecieron de pronto los seis guerreros. Humilde, Razón, Stille, Optimismo, Susurro y Social aparecieron junto a mi cabeza mirando al suelo y mis resoplidos. Serios y conscientes de la fuerza del enemigo, estaban conmigo, sin fallo y sin derrota, y entre todos le haríamos caer. Social se encontraba herido en el hombro izquierdo y su brazo inerte le sangraba mucho.

-¿Es que nunca te vas a rendir?

Razón apoyó su mano en mi hombro por un segundo y cargó contra el enemigo. Optimismo también saltó hacia él, gritando con aquella maza brillante entre sus manos sucias.
Poco le costó al enemigo parar la primera acometida de la lanza apartándola con el brazo, y en un movimiento rápido rodear a Razón de energía y lanzarlo fuertemente contra Optimismo.

-Veo que no sois conscientes de vuestra situación -los dos caían al vacío, pero aterrizaron en una isla -. ¿Dónde están los miembros de tu mundo que faltan, Carlos?
-¿Y eso qué más te da? -por poco vi de nuevo aquellos ojos brillantes y acosadores -. ¡No le miréis a los ojos!
-Oh -se repasó la barba blanca con los dedos -. Pues creo que sí me importa. Pero aún más a ti...

Lentamente dirigiendo el brazo a su espalda, lo volvió a mostrar enseñándonos el cuerpo humano que reposaba en su antebrazo, como un bebé. Destapando el saco que ocultaba su cabeza, vimos todos a Lágrima Valerie, con la consciencia ida, los ojos puestos en ninguna parte y sus pupilas dilatadas. Su brazo derecho resbaló de su vientre y quedó suspendido en el aire, inerte.

-¡Lágrima! -gritó Humilde -. ¿Qué te han hecho?
-Lágrima no os puede contestar ahora. Y no lo hará nunca más si movéis un paso más hacia mí.

Retrocedimos un par de pasos, hasta prácticamente el borde dentado y mutilado, con los ojos puestos en Valerie.

-Tirad las armas -nada sucedió -. ¡Tirad las armas o le arranco la cabeza frente a vosotros!

El sonido breve y opaco de los metales golpeando la tierra sucedió al grito. ¿Qué hacer? Lágrima...
Razón y Optimismo saltaron a la isla y se encontraron con el panorama.

-¡Vosotros! Tirad las armas también -se tranquilizó mucho, sabiendo que controlaba la situación.
-Danos a Valerie -dijo Optimismo en voz queda mientras reposaba su maza sobre el suelo.
-Claro que os la daré. Los bárbaros como vosotros solo piensan en ellos mismos, no en los ideales, la rectitud, el bien ajeno y el buen comportamiento -se llevó la mano izquierda a su barba -. Pero antes debéis asegurarme dos cosas. La primera, que vuestra amiga Susurro no va a traer energía ni ayuda de fuera. La segunda...

Nadie le miraba a los ojos. Todos sabíamos lo que iba a decir, no queríamos, pero menos matar a Lágrima por ello.

-Vuestra rendición.

 ¿Qué debíamos hacer? ¿Qué podíamos hacer...? Un enemigo mucho más fuerte que nosotros tenía, a la postre, un rehén.

-Y tomar el mando de este cuerpo hasta la normalización, donde se os concederá la libertad condicional. Y, con el miedo a usar tu propio potencial y el miedo a la muerte, forjar un mundo nuevo que viva en paz y armonía con el resto del Universo.
-Pero ¿te estás escuchando? -gritó Razón con la poca entereza que le quedaba al ver el panorama -. Dices que tienes la razón. Dices promover el bien ajeno, ¡y lo único que haces es esclavizarles con terror y violencia!
-¡Ellos así lo quieren! -gritó por encima de todos con aquella voz que brotaba de nuestros cuerpos -. ¡Ellos así lo quieren, pues no se quejan! ¡El ser humano no nació para ser libre, nació para ser controlado de su propio poder! ¡Si todos lo liberasen como intentáis hacer, sería el caos!
-¿Y eres tú el indicado para mantenerles a raya? ¿Para ofrecerle explicaciones baratas sobre la realidad y que así no piensen en algo más complejo?

La lanza de Razón se elevó de pronto, por encima de nuestras cabezas sin el control de nadie. Sin previo aviso, cargó con furia contra Religión, el cual detuvo con su palma sin esfuerzo.

-Vaya arma más primaria -casi susurró, observándola entre los dedos con curiosidad -. La lanzo con fuerza contra mí y no me hace nada.

Y sin más, apretó los dedos y dos chasquidos precedieron tres pequeños golpes sordos contra la hierba de la isla. La lanza partida de Razón, que la observaba patidifuso. Avanzó un pequeño paso el enemigo, y extendiendo su brazo hacia nuestro compañero bajó la mano lentamente, obligándolo a arrodillarse. Con fuerza trataba de zafarse del control del dios, pero de nada servía.
Avanzamos un paso, dispuestos a atacar, pero Religión dejó a Valerie sostenida en el aire boca arriba con la punta de la lanza rozando su gaznate.

-Si os rendís, salvaré a vuestra amiga -dirigió los ojos hacia Razón, que evitó a tiempo verlos -. Pero pase lo que pase, tú morirás entre gritos de dolor.

"¿Qué hacer?", me preguntaba impotente ante la situación, ante aquel extorsionador con más poder que merecía, ante aquel tirano.
Comencé a relajar las piernas para arrodillarme, abatido. Rendirme o matarlos, prefería perder hoy pero conservar a mis amigos y planear un golpe de estado luego. Ya caía hacia el suelo...

-Espera, Religión. Tengo una oferta para ti.

Con los brazos cruzados, de pie ante el acantilado que se situaba hacia nuestra derecha, con la cabeza hacia el suelo pero la vista en los ojos del enemigo y aquel sombrero grande con un lado levantado y una pluma de águila, sin vacilar, apareció de pronto nuestro compañero Desánimo, sepultado y atrapado tiempo antes.

-¿Qué quieres, hormiga?
-Quiero que me cambies por Lágrima -dijo avanzando un paso y levantando la cabeza -. Vale mucho menos que yo, de hecho puede que yo valga más que tú, y en caso de que quieran sublevarse, me matarías a mí y no a una chica inocente que no sabe luchar -extendió los brazos a la altura de sus hombros con las palmas abiertas hacia arriba, encogiendo el cuello -. No puedes perder.
-Desánimo -susurraba Humilde -. ¿Qué haces?
-Así que te crees mejor que yo... y quieres morir -Religión comenzó a reír, divertido -. Chico... ignorante... soy tan poderoso que me puedo permitir matar a quien quiera y seguir en ventaja. Si no os he matado ya es por piedad -se dirigió al resto -. Que tu castigo sea ejemplarizante para los demás.

Y sin esperar ni un segundo Religión cerró el puño, y el cuerpo de Desánimo explotó manchando de sangre la cara de Humilde y dejando en su posición un suelo cada vez más rojo a medida que caía como la lluvia. Desánimo, muerto.
Religión reía mientras observaba con fervor los restos de aquel cuerpo antes humano, ahora poco más que sangre y carne triturada. Y contemplaba con horror, con las pupilas como cabeza de alfiler cómo yacía mi compañero muerto y aquel monstruo se divertía, furioso.
No comprendí al momento qué fue lo que ocurrió. Pero la tierra comenzó a temblar, y la luz azul con algunas vetas rojas comenzó a intensificarse alrededor de mi cuerpo, y en el de cada mente, que de manera mística había recibido el poder de nuestro compañero, sacrificado no en vano.
La energía liberada por todos nosotros al mismo tiempo golpeó cada rincón del mundo, hizo retroceder a Religión y reventó su núcleo púrpura y el vórtice que obligaba a orbitar a la deriva a las islas.
Todas las armas aparecieron en nuestras manos, y colocándolas en línea cargamos la energía en nuestras hojas y la lanzamos contra nuestro enemigo, que gritó de dolor por primera vez.
Lágrima Valerie despertó de pronto y en un parpadeo desapareció de allí para huir con Erudito, que cargó su último cañón láser en funcionamiento y lo disparó hacia el gigante, con extraordinaria precisión, dando a una pequeña parte de la isla.

El polvo levantado desapareció lentamente mientras que Religión, realmente sorprendido y con la túnica deshilachada en pecho y costado, herido comenzaba a curar los daños provocados con una capacidad de regeneración inesperada.
Sin dudarlo gritó alto, gritó fuerte, haciendo una seña especial a alguien que venía de fuera.
Un temblor sacudió a las islas ahora paradas. Un rugido. Una sombra.
Algo muy grande se acercaba a toda velocidad entre la niebla, entre el polvo y las piedras. Un monstruo de Religión, que venía en su ayuda ante el poder que acabábamos de conseguir, muerto el Desánimo para debilitar al enemigo ingenuo. Avanzó el viejo hacia nosotros, dispuesto a atacarnos.

-Vas a caer, Religión. -apareció Humilde frente a él.
-Eres muy prepotente si crees que puedes vencerme sin armas, ¿no crees?
-No necesito armas para demostrar quién es el prepotente aquí.

Y corrió a la vez que otro temblor más fuerte azotaba a las islas. Religión cargó energía en su mano y se la lanzó sin piedad, pero Humilde extendió el brazo, dio una voltereta en el suelo y aquel rayo morado desapareció, desconcertando al enemigo. Saltó a su pierna izquierda, y con sorprendente agilidad trepó entre su cuerpo hasta posarse en su cabeza, dejándose caer y, posando las palmas sobre los ojos de Religión, liberando la energía que poco antes le había lanzado, haciéndole gritar de dolor.
Otra sacudida más fuerte que nunca desequilibró a Humilde y le lanzó al suelo.

-¡Mierda! ¡Los he visto! ¡He visto los ojos de Religión!

La sombra del monstruo se encontraba oculta tras una nube de polvo, estaba ahí, frente a nosotros, observándonos. Todos los que no combatíamos dirigimos nuestras armas hacia él. ¿Qué era eso?
Religión lanzó a Humilde contra un trozo de isla cercano, y él apoyando sus palmas en la roca, decidido, absorbió la fuerza del golpe y salió despedido hacia Isla Polar, preparado para atacar de nuevo.
La sombra gigante se removió al otro lado, y abriendo su gigante boca comenzó a cargar.
¡Ya venía!
Con aspecto serio, blanco como el papel, con una espada como extensión de su brazo y una túnica del color de su piel y su pelo, una figura semejante a mí y de pupilas doradas apareció en lugar del monstruo.

-Bu.

Y mirándonos a todos suspendido en el aire, clavó su vista en mí y sonrió de oreja a oreja una fracción de segundo antes de cargar hacia mí con toda su velocidad.
El sonido del metal chocando, las chispas del combate.

Allí se encontraba Luchadora frente a mí deteniendo el golpe con su espada casi negra, herida y vendada mirando con furia a aquellos ojos perversos.

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