El sonido del metal chocando, las chispas del combate.
Allí se encontraba Luchadora frente a mí deteniendo el golpe con su espada casi negra, herida y vendada mirando con furia a aquellos ojos perversos.
El polvo mecido por el aire, acariciando nuestros dedos. Todo en silencio. Humilde cargaba contra Religión pero la visión de sus ojos le desconcentró y el enemigo lo lanzó con fuerza contra el suelo. Susurro tardó en hablar.
-Luchadora, ¿qué haces aquí?
-No he podido detenerla -apareció Repar, jadeando.
Aquella armadura negra de cuero, aquella chaqueta ahora convertida en una túnica con vuelo... Veía mecerse con lentitud aquellas coletas azules, aquella melena azul que apenas sobrepasaba la nuca. Pero sus ojos morados, decididos y enfurecidos no lograba verlos.
Sever, suspendido en el aire los miró, tan puros y bellos, y desvió sutilmente la mirada. Sonrió.
-Cuánta... ternura.
Y dirigió una patada al vientre de la mujer que la lanzó y tiró unos metros hacia atrás, y mirando al cielo comenzó a volar con rapidez hasta los mismos límites superiores de mi mundo para quedar tumbado viendo de cerca aquellas nubes grises y dejarse caer de cabeza hacia el vacío infinito. Lideraba cinco estelas, pues cinco mentes cargadas de energía le siguieron con los poderes que les cedió Desánimo.
Humilde se levantó gritando el nombre de Luchadora, pero Religión apareció frente a él sin opciones de llegar hasta su compañera, y golpeó.
Corrí hasta la mujer ayudándola a levantarse en contra de su voluntad, mientras con la mano derecha se tocaba la venda manchada de sangre seca en la posición de su estómago, donde recibió el golpe. Dirigí mi mirada a sus ojos.
-¿Por qué...?
-No hagas preguntas cuando otros están en peores condiciones que yo -y se dirigió con furia a Religión -. ¡Eh, bastardo, ven a por mí!
Se giró lentamente el viejo gigante, que asía en su mano a Humilde, sangrando por la boca y retorciéndose por la visión de sus ojos. Con una mueca de furia cerró el puño para destrozar a Luchadora, pero una explosión morada brotó de su cuerpo, evitando el golpe.
Le lanzó con fuerza el cuerpo de su amigo, pero lo sujetó con sus manos creando dos surcos de un metro de largo en la tierra. Miró a su compañero.
-¿Cómo estás?
-Bien... gracias -sonrió.
-Ya sabes lo que tienes que hacer -y mientras Humilde desaparecía iniciando su persecución contra Sever, miró arriba de nuevo a aquel enemigo con gesto fiero que comenzaba a asustarse -. He dicho... que vengas a por mí, bastardo.
Religión rugió, alzando la palma de su mano y disparando múltiples rayos que redujeron la isla a poco más que escombros y nos obligó a correr en direcciones contrarias. Tenía miedo, se notaba. Podía caer.
Jadeando ligeramente los tres, la niebla y el polvo nos ocultó a Luchadora y a mí, mirándonos decididos. Apareció Razón junto a nosotros.
-¡¿Dónde estáis?! -un estruendo siguió.
-Luchadora -susurró -, Sever es demasiado ágil y demasiado fuerte. Ve contra él. Yo me quedo con Mentes.
-¿Seguro?
-Es algo personal.
-¿Y qué hacemos? -le miré mientras un potente rayo cruzaba la niebla cerca de nosotros y comenzaba a disiparla.
-Atacar.
Y mientras Luchadora se separaba de nosotros hacia el lugar donde Sever combatía a seis mentes, Razón y yo nos separábamos, sí, pero hacia un mismo objetivo.
Religión apuntó sus palmas al vernos, y los rayos que nos rozaban modificaban la trayectoria del vuelo que no acabábamos de controlar.
Dos escudos de energía bloquearon los golpes, pero no sería suficiente. Sacando la verdadera garra, un torrente de energía azul salió de mi cuerpo y cargó contra el enemigo, que abrasado redujo los escudos.
Dos grietas, dos metales en el lugar de sus pulmones. Un barrido con sus brazos nos obligó a retirarnos hasta un fragmento cercano.
Religión se retorcía de dolor cada vez con menos intensidad mientras milagrosamente de nuevo sus heridas se cerraban devolviéndolo a su estado original. Razón y yo con las pupilas diminutas y la cabeza fría levantamos las armas.
A lo lejos, Sever con dos espadas en el lugar de sus dos antebrazos esquivaba y bloqueaba los ataques de siete mentes con sorprendente facilidad. Dando una fuerte patada a Stille, se dirigió hacia Social, le cortó el brazo que sostenía su arma y con un nuevo corte en el pecho le lanzó hacia el borde de una de las islas más bajas de mi mundo. ¡Mierda!
-¡Nadie rezará por tus compañeros caídos, Carlos! -sonrió levemente, recuperado de sus heridas -. ¡No me subestiméis, vosotras, dos hormigas!
-¡En guardia!
Una masa de energía brotó del cuerpo de Religión, que desintegró por completo lo poco que quedaba de la Isla Polar. Cargó contra nosotros poco después de que la visión de sus ojos volviese a acosarme de nuevo.
Y una acometida, otra acometida. Rayos, escudos, golpes. Visiones. Razón lideraba con su espada élfica un combate que cada vez nos cansaba más y nos hería más, pero no parecía hacer mella en Religión, que regeneraba constantemente cualquier herida que le pudiéramos causar, fuera como fuese y dando igual el lugar. Otra herida. Otra más. Una en mi pierna, otra en la suya. Y el combate continuaba, continuaba, ágil, rápido, pero tan lento...
Sever seguía combatiendo contra aquellos doce brazos que no lograban reducirle. Humilde, a lo lejos, sufría espasmos repentinos por la visión de los ojos de Religión, como yo, mientras Servatrix atendía como podía a un Social que agonizaba.
-Tengo una idea, Mentes -susurró entre jadeo y jadeo, ocultos de nuevo entre el polvo.
-No. Ni hablar -ya sabía cuál era.
-Lo tiene preparado. Es la única opción, Mentes. Debo hacerlo.
Le miré con lástima sabiendo que no nos quedaba otra. Y los dos comenzamos a cargar sin perder más tiempo, volando con rabia hacia el enemigo de manera desordenada, él virando hacia arriba y yo hacia abajo. Solo un pensamiento: "A por él".
Un rayo me alcanzó, parado a medias por mi espadón y haciéndome caer.
Lanzando un halo de energía capturó a Razón y lo trajo hasta su mano.
-Al fin... -miró abajo, asegurándose de que no volvía -. Te dije que te mataría, insecto. Y antes de que vuelva me da tiempo a causarte mucho dolor.
Los gritos de Razón desgarraron el lugar por encima del choque de los metales, y Humilde preocupado giró la cabeza. Craso error. Sufriendo la última visión del gigante que le impidió verlo venir, ni siquiera pudo gritar el nombre de su amigo.
Un hilo de sangre recorrió la hoja negra de Sever hasta la blanca manga de su túnica. Y con un movimiento tenso, dejó caer el cuerpo de Humilde a merced de la gravedad.
Un láser de pronto dirigido por Erudito desde el Observatorio partió el mundo de pronto y horadó a Religión por sorpresa en medio de su tortura, cerró los ojos por unos segundos y no pudo ver cómo hacia él y a toda velocidad, un espadón cortaba el aire desde mi brazo y con un movimiento limpio separaba de su cuerpo la cabeza del caído Religión.
"Al fin...", pensaba mientras veía caer al monstruo.
Pero la batalla no había terminado, y pude ver perfectamente el cuerpo de Humilde estrellándose y derribando un árbol casi caído.
-¡Bastardo! -gritó Repar dirigiendo un disparo de láser contra Sever, destrozó con brutalidad su pecho y parte de su pierna.
Con el mundo en silencio y tenso y Religión desaparecido, Sever se quedó suspendido un momento mientras todo su cuerpo como un material viscoso volvía a unirse y a permanecer en su estado original. Se giró, extremadamente sonriente y con sus ojos dorados muy resplandecientes.
-Ventajas de jugar en el equipo del jefe.
Se giró rápidamente destrozando el metal del brazo de Repar, dirigiendo un puñetazo que lo envió lejos. Luchadora cargó, pero paró su espada sin dificultad y la golpeó con brutalidad, y su piel blanca fue coloreada por su sangre.
Una oleada de energía roja brotó del enemigo que obligó a Susurro, Stille y Optimismo a contener su carga.
Sever miró lentamente las manchas de sangre de su cuerpo mientras el tiempo se paraba, y lentamente el rojo era absorbido por su cuerpo y su blanco reestablecido.
-Ahora tengo vuestra fórmula. Gracias -y sonrió haciendo una reverencia.
La luz se hizo sombra para mí, y apenas con tiempo de mirar atrás Religión, de una pieza y muy enfadado me agarró, y sin formular palabra alguna ante mi incredulidad me lanzó hacia arriba, y ante mi incontrol comenzó a generar un rayo de energía capaz de derrotarme...
Y todo se volvió blanco... blanco...
-Despierta.
Entre las paredes de la biblioteca derruída del Observatorio, Sever me miraba de cerca, acuclillado, yo tumbado. No sonreía.
-¿Qué quieres? -pero no había arma que alzar.
-Escucha, no tenemos tiempo -agarró la camiseta que llevaba aquel día y me acercó a él -. ¿Acaso no te acuerdas de lo que te dije el día que nos conocimos? -ante mi silencio, siguió -. ¿De veras piensas que iba a aliarme con Religión para matarte? ¡Yo tengo mis propios planes para ti! ¡Yo no soy el perro de nadie! -su mirada nunca expulsó tanta ira y tanto dolor.
-¿Y qué pretendes hacer?
-Ahora mismo te encuentras suspendido en el aire, a punto de morir. Voy a clavarle mi espada a Religión, y quiero que tú le lances tu mejor ataque -cogió mi mano con la suya -. Y no lo vuelvas a subestimar como antes. No son los cortes lo que le matan, es la energía. ¿Estamos juntos en esto?
-¿Có... -miraba incrédulo -, cómo puedo fiarme de ti?
Sonrió.
-No puedes.
Y volviéndose todo blanco, aparecí en la realidad de pronto, con aquel enemigo gigante, aquel láser, dos mentes profundamente heridas.
Y Sever a la velocidad de la luz apareció a su espalda y le dirigió sin vacilar una estocada que me dio tiempo.
Contacté con mis mentes, y estaban de acuerdo.
Desaparecieron once cuerpos de mi mundo, cediéndome su energía, fusionándome rápidamente con ellos.
No sabría explicar bien cómo, pero me sentí lleno de fuerzas. Y dirigiendo mi espadón hacia Religión, brotó una bomba de energía que le envolvió completamente. De rabia por su invasión, de desquite hacia Social y Humilde, atendidos por Servatrix dentro de mi cuerpo.
Observé las llamas en las que el enemigo se vio seriamente debilitado, y fui a mirar con gratitud a Sever por su sorprendente cambio de bando, y su inmenso favor.
Una estocada atravesó mi estómago y un puñetazo me hizo estrellar contra la tierra. Con el enemigo común debilitado, Sever decidió que era demasiado fuerte, y decidió traicionarme también a mí.
Sonreí y lloré, enfurecí y comprendí con todos aquellos poderes dentro de mí mientras me levantaba lo más rápido que podía, regenerando a duras penas la herida con los poderes de la Servatrix de mi interior.
"¿Por qué, Sever?"
Grité con furia mientras cargaba contra él, aquel sonido de metales haciendo eco entre las islas mientras Religión acababa de incorporarse.
-Veo en ti los ojos de Luchadora.
-¿Y qué te parecen? -le miré a aquellos ojos dorados mientras sacaba en mí toda la furia.
-Que no me interesa luchar teniendo tú tanto poder.
Y las islas comenzaron a perder forma y estabilidad, y volviéndose todo negro menos los tres enemigos que quedaban en pie, pronto obtuvo color, y vi ante mi horror cómo las colinas, mis colinas, mis verdes y redondas, preciosas como las de los cuentos, yacían secas, destrozadas y de un color marrón muy oscuro mientras las llamas frecuentes dirigían su humo hacia un cielo negro.
-¿Qué pensabas que estaba haciendo mientras Religión hacía girar tu mundo? -dirigió sus brazos hacia mí, que se volvieron tentáculos y comenzaron a adueñarse de mis hombros y mi cuerpo -. ¿Qué pensabas que estaban haciendo aquellas personas a las que llamas amigos mientras tú les exponías tu manera de pensar?
Silencio, mientras Religión acababa de incorporarse, observar a su alrededor y fijar a su blanco objetivo.
-¡Míralo! -el rugido de Sever golpeó todas las colinas, ahora escombros.
Roxanne, la última amiga en la que confiaba que me entendiera de aquel grupo, aplaudió con gracia el último insulto que me dirigió Calavera, ciego en su búsqueda por eclipsarme.
Aquellos malditos traicionaron mi confianza, me acorralaron y me insultaron a placer.
¡Insultarme! ¡¿A mí?!
Grité lo que deseaba, que aquellas dos personas murieran consumidas por su odio mientras el yo de las montañas lloraba derrotado.
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