La guerra…
tan necesaria, tan atroz. ¿Por qué no crecer sin sufrimiento? ¿Por qué sufrir
para ser más fuerte? La vida era dura, era cruel y exigente. Ojalá tras aquella
noche no volviera a haber sangre… pero iba a haber, seguro. Iban a necesitarla.
Y ella los atendería triste, ella les preguntaría por qué luchar, aunque
conociera ya la respuesta…
El mundo la
necesitaba, por eso ella era así.
Con los
ojos cerrados meditaba Relativismo, con las manos juntas y las piernas relajadas
suspendido en el aire. Sus ropas de tela se encontraban levemente ajadas, y la
armadura de metal en hombros y pecho mostraba alguna muesca. Su cuerpo lucía
las marcas de las heridas recién curadas, recién curadas por ella.
-A veces me
pregunto cuándo llegará el ciclo en el que no pueda sanar vuestras heridas a
tiempo.
-No es raro
que temas a la muerte, hermana -sus iris marrones se posaron sobre ella en
medio de las explosiones -. Al fin y al cabo, tuyo es el poder de sanar, y la
muerte implicaría tu fracaso. Fracasar es una opción, y no debe pesarte.
Ella miró
al horizonte, más allá de la coraza translúcida en la que se encontraban, más
allá de todos aquellos clones que trataban de expugnarla topándose en su
fracaso con las ondas implacables de Relativismo. Los demás la necesitaban, y
cerraba los ojos viajando en sus corazones mientras detectaba sus heridas y las
curaba a distancia con sus poderes, protegida. Localizaba cada presencia, las lejanos y cercanas, pero la de Lágrima Valerie no podía detectarla. Había desaparecido o había querido desaparecer, y sintió preocupación y miedo real por ella.
-Ojalá
tuviera tu tranquilidad, amigo -trató de buscar a los que combatían a Sever,
pero una esfera compuesta de una fuerte presión le impedía escrutar en su
interior, por lo que estaban solos en su suerte -. Yo no puedo evitar
preocuparme, no puedo evitar sentirme responsable en caso ocurrir lo que temo
que ocurra… Ojalá me pudiese encontrar en paz, Relativismo.
-No estoy
tan tranquilo y tan en paz como parece, Servatrix -sus cabellos azabache no muy
largos ondeaban como si se encontrasen sumergidos en agua, y cerró sus ojos de
nuevo -. Siento desde hace tiempo paz y tranquilidad en mi interior, sí. Desde
que murió mi Clon Blanco, conozco mejor mis deseos y motivaciones, y los
persigo con decisión y coherencia, y desde que Mentes vació por completo el
cofre ya no tengo miedo de mis poderes y mi naturaleza. Pero no puedo evitar
preocuparme por aquello que viene de fuera.
Fue
inteligente al buscarla en medio del caos y de los golpes, recibiendo varios
cortes para protegerla, llevándola a un aparte aprovechando que los clones
buscaban a Razón con toda su voluntad y creando una esfera del mismo material
magnético y sónico que sus ondas. Girando sobre sí misma sin moverse de su
posición, las agujas que la protegían no brillaban porque la nube bloqueaba la
luz de la luna. Y desde allí curaba las heridas que podía, dando esperanza ante
aquellos que luchaban contra una marea interminable de clones que nunca morían.
Duch, Defensor, Stille y Narciso se estaban llevando la peor parte.
-Pues igual
que yo, hijo mío… Igual que yo.
-¿Seguro
que no hay nada en tu interior que te consuma?
Cerró una
herida de Fuego mientras posaba sus ojos en el techo de la nube. Un mar de luz
iluminó sus ojos grises, y con una fuerza estremecedora hicieron temblar cada
cuerpo cercano a su trayectoria, impactando en la nube y haciéndola estallar en
un estruendo.
La luz de
la luna convirtió en blanca a su melena plateada e hizo brillar su piel sin
arrugas, llenándola de nostalgia. Sí había desequilibrios en su interior,
representados por el clon que miraba a Desánimo. Tanta agresividad, tanta lucha
y fiereza en el mundo interior de Mentes la hacían sentirse pequeña. La hacían
sentir débil, envuelta en una realidad de lucha y sufrimiento que no era para
ella. Y echaba de menos aquellos tiempos donde el mal no existía, Optimismo era
un infante que jugaba con su tren y Erudito, Razón y ella sentían su alma en
paz… Pero, ¿a quién pretendía engañar? Siempre, siempre se sintió una asesina.
Los hombres
no nacieron para ser tiernos. Los hombres no nacieron para ayudar ni para
mostrar clemencia… Los hombres no nacieron para llorar. Eso era para mujeres,
siempre lo dijo Social, y ella era una mujer, una mujer… en el mundo de un
hombre.
-Recuerdo
aún las últimas palabras que Razón me dedicó expresamente -Relativismo habló
ante su silencio, pasando la mano por su barbilla y bigote negros, unidos, al
tiempo que lanzaba contra los clones incontables ondas sónico-magnéticas que
salían del caparazón -. Fueron completamente irrelevantes, hablaba de guerra,
de trabajo.
-Sabes que
siempre habla de eso…
-Ahora que
somos menos mentes, me siento más completo. Y descubro que detrás de cada
disputa, de cada desacuerdo y enfado, anhelaba con fuerza llevarme bien con él.
-Él en el
fondo te quería, Relativismo.
-Es todo un
ciclo… primero atacan a Razón, después se centran más en mí y cuando condensa
mis ideas y las convierte en reglas, vuelven a por él -continuaba como si no la
escuchara, pero ella sabía que sí -. Sabíamos que éramos necesarios, que no
debíamos discutir, pero lo hacíamos. Yo no podía evitar poner todos los puntos
sobre las íes, y él no podía evitar el conflicto -abrió los ojos cuando el clon
de Stille esquivó las tres primeras ondas lanzadas contra ella, clavando sus
dagas en la esfera y siendo enviada muy lejos entonces -. Solo deseo que
sobreviva a esta batalla para poder decirle esto.
-¿Qué
haríamos sin Razón? Él no puede morir, es demasiado importante.
-Mira en tu
interior. Sabes que Sever sí puede acabar con él. Sever puede volvernos locos.
Yo lo sé, pero nunca se lo he dicho a Mentes… porque debe tener esperanza.
Ella miraba
en su interior, sí… pero no veía lo que él. Solo remordimientos, deseos de
perfección mientras curaba cada herida que podía. No era perfecta, era cierto,
pero no estaba haciendo todo. Era más poderosa que aquello, pero se dejaba
amedrentar por la agresividad y detrás de su fuerte carácter se encontraba una
mujer insegura. Y si no podía remediarlo, debía intentar al menos aceptarlo, y lo hizo al compás de Desánimo, afirmando tres veces su imperfección y su miedo en cada estocada, y como si todo tuviera sentido y se encontrase conectado, de pronto sintió cómo
sus remordimientos, cómo su mal y su dolor no desaparecían, pero sí se habían
dormido y caían por el peso de la gravedad.
Algo la desconcentró. El corazón
de Social rugió de dolor, y ella pudo percibir su agonía frente a un Humilde
muy poderoso, que absorbió su energía y la devolvió a su cuerpo, empapando sus
ropas de sangre.
Se
encontraba muy lejos para sanarlo, ¡pero debía hacerlo, estaba en peligro!
-¿Qué haces,
Servatrix? No puedes salir de esta cúpula, te encontrarás vulnerable.
-Social me
necesita -Servatrix le miró, por última vez -. Es un riesgo que debo asumir.
Y
sintiéndose joven de pronto, el aire besó los poros de su piel cuando descendió
en picado para volver a ascender, esquivando a los clones que sorprendidos la
atacaron, y voló corriendo en medio de las explosiones directo a un Social que
combatía lejos pero cada vez más cerca, debido a las poderosas patadas de
Humilde que le hacían volar.
Cerró los
ojos un instante, ya le tenía a suficiente distancia para ayudarle… pero Stille
no llegó a tiempo para detener a su clon.
El mundo se
volvió blanco durante un segundo, y sintiendo un dolor horrible en el pecho por
aquella patada perdió el control y la noción del tiempo y el espacio, cayendo
al vacío con los ojos abiertos.
Ella debía
ayudar… ellos la necesitaban… ella…
Y caía sin
remedio hacia el fondo, sin dirección ni momento, cuando unos brazos fuertes
arroparon su cuerpo y la devolvieron a la realidad.
Frenando su
velocidad en el aire, Repar se detuvo para ver cómo se encontraba su vieja
amiga. Pero no había tiempo para hablar, no había tiempo para ella misma, todos
se jugaban la integridad en aquella batalla y ella debía seguir. Sin embargo,
era incapaz de percibir la energía de Social. No podía detectar ninguna, se
sentía mermada.
Se dio
cuenta de que la sensación de agobio y mareo no solo era del golpe. El aire era
más denso, la presión hacía vibrar el alma, pues se encontraban cerca de Sever.
Y en efecto, con dos armas combatía los golpes incesantes de Mentes en la
lejanía, a la altura del mar, pero no podía curarle. Miró al clon de Optimismo,
que abandonaba el combate. Y a los clones que trataban por todos los medios de
llegar hasta su amo, impedido a duras penas por Duch, Defensor, Stille y
Narciso. Debía darlo todo, y tenía la solución. Repar la llevó fuera de aquel
lugar sofocante.
-Amigo,
necesito un favor por tu parte -el hombre grande de piel negra asintió,
mientras ella recuperaba el aliento -. ¿Funciona aún tu potenciador? Tengo una
idea.
El Clon
Blanco de Servatrix se convertía entre gritos de dolor en piedra a gran velocidad
mientras caía al vacío por la fuerza de la gravedad.
Rectitud
preguntó entre el asombro y miedo de todos que qué poder era ese, pues no lo
conocía nadie. Miraron a su clon, que tampoco parecía conocerlo. Pensó el
caballero que era normal, pues conocía de su existencia desde después de su
creación. Ellos se encontraban dubitativos, tenían miedo de atacarle. Dudó
ajustándose el sombrero si contarles su poder o no, pero pensó que si quería hacerles
sentir confiados y que no huyeran poniendo en peligro a Mentes, tendría que
decírselo.
Sus
compañeros no le agradecerían el sacrificio porque no le comprendían, era
normal. Solo Fuego. Apuntó el estoque brillante como la luna hacia los enemigos
que le rodeaban y les advirtió de su poder.
No
importaban regeneraciones ni número, pues el estoque al tercer corte
convertiría al objetivo en piedra.
Pensó que
mejor era no decir que cuantos más clones convirtiese, más fuerte se haría y
más débiles se volverían los demás. Era una pena, porque tendría que petrificar
a más de uno para que no le matasen demasiado pronto.
Lequ Love
quedó sorprendida viendo caer las esquirlas de ceniza que dejaron a su paso los
rayos de energía en su manía destructiva. La verdad es que fue bonito, pensó
que aquella batalla no tendría fuegos artificiales. Comenzó a oler extraño, el
precio por ver la luna, y Susurro acabó de regenerar el medio cuerpo superior
que expuso a los cañones de Erudito. ¡Tan corta de reflejos!
-A ver si
lo he entendido -la bella joven se ajustó su diadema de color dorado mate para
que su rubí quedara centrado, apartando los cabellos rubios de su frente -. Como mi
clon fue asesinado, habéis pensado que yo podría… eh… ¿Cubrir? ¿Se dice cubrir?
-Cubrir su
plaza -resolvió el clon de Razón, tan feo con ese color blanco.
-¡No me
interrumpas, arzobispo! -le señaló con el dedo con un momentáneo gesto de furia
-. Cubrir su plaza. Lo he dicho yo, yo lo he dicho -miró a la luna, dubitativa
-. Pues no sé… no sé. ¿Qué me ofrecéis? ¿Vale la pena?
Se rieron.
¿De ella? Con mirada sucia, pervertidos.
-El maestro
-el clon de Fuego la miró como si fuera tonta -, vale bastante la pena.
¿Quieres fuerza? La tienes al instante. ¿Qué más quieres? Porque te lo
concederá, porque es justo. ¿Tú sin embargo qué tienes qué hacer? Combatir
constantemente al servicio del tirano Mentes. Con el maestro, no hay reglas,
salvo que él manda.
-No
necesitas a estúpidos enclenques para que te digan qué hacer, ni necesitas su
energía -el clon de Susurro sin aquella clavícula fea de piedra -. Eres
completamente independiente.
-Y si
alguien te molesta, le destruyes. Al final, con un poco de constancia acabarías
con el mal en el mundo.
Lequ Love
pensó, dudó. ¿Por qué pensar? Era mejor preguntar.
-¿Y por qué
me estáis ofreciendo esto?
-Porque
eres diferente al resto, Love -Razón -. Porque el resto ya no se puede
rescatar.
-¿Y qué me
hace diferente? -le gustó oír eso, por eso sonrió pícaramente interesada.
-Ser la
excepción a todas las reglas, ser dependiente a lo que hagan los demás.
Bajó la
cabeza, sonriente. Les miró a ellos, a cada uno como aquel que mira a un
hermano. Y en realidad lo eran, lo eran… Lo eran.
-Pues debo
rehusar -alzó la mirada ante las suyas atónitas.
-Lo siento,
princesa, pero no puedes hacer eso -dirigió su espada hacia ella, y el resto
desenvainó sus armas -. Tienes ante ti a Susurro, Fuego, Mitra, Relámpago y
Alfa, mentes en su día y ahora clones poderosos. Rehusar -sonrió -, no es una
opción válida.
Ella
comenzó a reír. Seis clones poderosos. Era gracioso, ¡seis clones a por ella!
Pero estaba enfadada, porque la querían por su condición, condición que ellos
compartían, ¡pero ensuciaban el arte de la dependencia! Hablaban de deseos
cumplidos cuando vivían sufriendo. Fingían querer llegar hasta Sever como si
les necesitara para mantener a las mentes ocupadas, y la trataban a ella y a
todos como tontos.
Pero le
habían caído bien, le habían echado valor, por eso les enseñaría algo bonito, y
su manga roja en su brazo derecho se deslizó hacia abajo lentamente mientras cinco cartas de un morado muy oscuro ascendían besando la piel de su brazo y colocándose en su mano de pianista.
-No lances
ninguna carta, Love -habló Mitra, todo un desconocido para ella -. Sabes que te
podemos. Sé inteligente, no lleves tu vida al garete, porque después de esta
vida no hay nada. Nada…
-¿Sabes
qué, arzobispo? Me parece muy incoherente que hables de hacer lo que quieras
cuando eres tan dependiente como yo de la gente.
-¡Maldita
sea, Love! ¡No nos obligues a matarte! -frenó, pensando y frunciendo el ceño -. Y yo no dependo de nadie, solo respondo
ante la llamada de su ignorancia para iluminarles -marcó cada palabra con un gesto brusco de su brazo izquierdo -. ¡Es un gesto de piedad!
-Ah… así
que no eres un arzobispo… eres Religión en persona predicando su palabra.
¡Mitra, te han desbancado!
-¡Matadla!
Y no soy lo mismo que Religión, él imponía su verdad subjetiva, yo me baso en
las pruebas y observaciones de Erudito... ¡pero matadla, maldita sea!
Los cinco
cargaron contra ella, pero cinco cuadros negros se posaron sobre sus pechos.
-¿Sabes lo
que hacen estar cartas, Razón? Solo tengo cinco, pero son las que más me
gustan.
Un agujero
negro brotó de cada pecho, y de él salieron unas venas negras que dejaron
inmóviles al instante a los cinco objetivos pervertidos que planeaban abusar de
su belleza, mientras aquel arzobispo de la lógica y la frialdad del asqueroso
hielo con esos ojos tan feos levantaba su espada congelada, ¿contra ella? ¿Y
quién la rescataría?
Levantó con
ternura la calidez y sensualidad de la reina de corazones.
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