Las llanuras nunca estuvieron tan verdes. El cielo nunca estuvo tan azul.
Pensaba eso, mientras me dirigía tranquilamente a aquel lugar, dando pequeñas patadas a una piedra.
Mi pasado fue duro, mi recuperación retorcida, pero parecía que al fin todo iba a dejar de dar vueltas y comenzaba una enorme línea recta.
La piedra rodaba lentamente pues mis patadas eran suaves.
La creación de un mundo que me definiera, esa era la idea. Un mundo que fuera mi personalidad, donde las partes de mi pensamiento se vieran reflejadas mediante imágenes.
Y allí, viviendo conmigo, mi espada. La espada con la que cortaría los problemas, que representaría mi yo en estado puro, más allá de las leyes físicas y las preferencias sociales.