Los aullidos resuenan en la noche, bañados por la luna, pero la roca de la montaña aún sigue negra como la noche, y apenas se distinguen las piedras que sobresalen del camino. Aquí no hay árboles, pero distingo algunos más abajo, donde la montaña ya no está y la luna alumbra con normalidad la noche. El viento no es tan acusado como antes, pero todavía suena, y mantiene mis brazos fríos, y noto el cuello débil y congelado. Si noto los dedos de las manos, es porque la piel de Energía está más caliente. Los aullidos resuenan en la noche, y poco a poco, están aumentando de volumen.
—¿Qué me ha pasado?
Habla a trompicones, aún respirando con dificultad, y con el corazón golpeando tan fuerte en el pecho que hasta yo lo siento.
—No te preocupes, ahora estás bien. Tenemos que buscar al resto.
Siento un extraño cosquilleo en mis pies, y tengo la sensación de que no me libraré de los aullidos por más que corra o me esconda, y siento que los demás están en peligro, ahora mismo. No escucho nada, podrían estar en cualquier parte, podrían morir, podrían haberles atacado como cortaron a Duch en lo alto. ¿Y Afrodita? ¿Cayó de su silla con las prisas, o sigue a salvo a los pies de Ánima? Procuro concentrarme tanto como puedo en crear un plan para intentar comunicarme con ellos, o encontrarlos, pero no puedo. Simplemente, no puedo. Así que, a falta de un plan, solo cojo el brazo a Energía y lo echo a mis hombros, y, no muy despacio, no muy deprisa, caminamos por la roca negra que desciende, para que nos lleve lejos de esta montaña. Siento un cosquilleo en mis pies. El aire no trae más aullidos que los de esas criaturas, ni una voz amiga, ni un ser vivo, nada. De vez en cuando, una piedra se arrastra por la cuesta de tierra cuando se topa con nuestras botas, y descendemos en la noche, poco a poco, cada vez más cerca del bosque de pinos que hay abajo.
Cuando subimos, la montaña entera estaba repleta de pinos, yo los toqué, y no veía el sol por ellos. Pero ahora no hay ni rastro, solo roca yerma y troncos muertos y deshechos que a veces resplandecen con la luna.
Cuando subimos, la montaña entera estaba repleta de pinos, yo los toqué, y no veía el sol por ellos. Pero ahora no hay ni rastro, solo roca yerma y troncos muertos y deshechos que a veces resplandecen con la luna.
—Lo siento, Luchadora —dice.
—¿Por lo de antes? No te preocupes.
—No. No sé, da igual.
Juraría que estoy sintiendo el suelo temblar bajo mis pies, y me provoca un cosquilleo que no para, y no sé si se debe al cansancio, a los nervios, o es que me he vuelto loca. Le pido a Energía que se sostenga por sí misma un momento, y me agacho, con un fuerte dolor en la pierna izquierda. Definitivamente, sí, algo tiembla debajo de nosotras, no me gusta. Tenemos que acelerar el paso.
—No deberíamos haber venido aquí —digo.
—No deberíamos haber hecho muchas cosas —dice ella.
Me ha parecido escuchar un golpe, grave y sordo, en algún lugar cercano. El sonido del viento, fuerte y frío, me confunde, y los aullidos lo vuelven más afilado y agonizante. Lo vuelvo a oír, el golpe grave, cerca de nosotras, y siento como si varios hielos se derritieran en mi nuca y el agua bajase por la espalda. Acelero el paso con ella, que ya se encuentra mejor, y miro a todos lados buscando cualquier mente, o montura. Entre los aullidos, vuelvo a escuchar lo grave, y la tierra tiembla tanto que nos desestabiliza. Los golpes son cada vez más seguidos, se han separado en varios puntos alrededor de nosotras, y sobre ese sonido, prevalece el de la tierra agrietándose, como si estuviese siendo desmenuzada.
Acelero el paso con Energía hasta el punto que las dos estamos volviendo a correr. Los aullidos se sienten más cercanos, me siento observada, y seguimos corriendo. Sin embargo, los golpes no cesan, siguen estando en todas partes.
Un último crujido empuja las piedras a su alrededor, y a nuestra izquierda, un tentáculo negro se retuerce y gana tamaño, apenas brillando ante la luz de la luna. Se extiende hasta no poder más, y cuando ya le hemos dejado atrás y no podemos verlo, ha hecho un chasquido contra la tierra. Escucho los tentáculos emerger, atrás, alante, a los flancos, cada uno a su ritmo y cada uno con un crujido más grave que el anterior. Subimos la cuesta, llegamos a lo alto, y vemos una decena de aulladores esperándonos al final del camino, a treinta metros de nosotras. Las formas avanzan, a buen ritmo, entonces aparece una cortina de tentáculos, y les impide pasar, se me ocurre mirar atrás, y también veo el muro negro y gelatinoso. A un lado, la pared de roca de la montaña, y al otro, un barranco de casi diez metros.
—Ve hacia afuera —le digo.
Ella asiente. Yo me muevo despacio, con la espada negra en alto, observo los tentáculos que aparecen entre los dos parapetos negros que Miedo ha levantado. Es lo que dijo Eissen. Me quería a mí, me quiere a mí, y ahora me tiene en bandeja. Quizá pueda distraerle, lo suficiente como para que Energía salga de su alcance. Quizá no sea mala idea un sacrificio. Los tentáculos, tan gruesos como un árbol, se balancean y retuercen de un lado a otro, pero no atacan, solo esperan, e incluso hay espacio suficiente entre ellos como para que pueda ver apenas, y pueda moverme.
Si Miedo me captura, me ordenará ir contra los míos. No le importará llevarme al límite, desecharme cuando no pueda hacer más. Si puede, levantará mi espada contra mis amigos, y yo no podré hacer nada para evitarlo, ni siquiera sé si habré muerto por dentro, o si veré cómo hago cosas que no quiero hacer. No sé cómo será su efecto, porque solo lo he visto con animales, y todos han acabado muertos, como los pájaros en la puerta de nuestra antigua casa, hará una semana, o dos. Miedo no tiene respeto a nada, ya conquistó hace años la Isla de Inconsciente, mató a Inconsciente, y nosotros le dejamos. Nunca he pisado esa isla. Quizá no lo haga nunca.
¿Cómo puedo pensar con tanta serenidad pensamientos tan turbios, si ni siquiera sé trazar un plan de rescate decente, ni uno que trate de encontrar al resto? Si tuviera una bengala en el tobillo, no la usaría, si hubiese una huida delante de mí, no la vería, pero sí puedo pensar sobre la muerte. Supongo que serán cosas de una muerta, que revivió porque su padre rellenó mi cuerpo con su alma. Mi padre.
¿Quizá hubiese sido todo mejor si nunca hubiesen matado a mi padre?
Los tentáculos al fondo, la espada frente a mis ojos, y el brillo rojo, intenso, se refleja en el metal, hasta el punto de verlo con completa claridad. Nunca antes mi frente había brillado tanto... pero no caigo, no vomito, no pasa nada. Tan solo ilumina el lugar del rojo sangre que representó a mi padre durante años.
—No deberíamos haber venido aquí —digo.
—No deberíamos haber hecho muchas cosas —dice ella.
Me ha parecido escuchar un golpe, grave y sordo, en algún lugar cercano. El sonido del viento, fuerte y frío, me confunde, y los aullidos lo vuelven más afilado y agonizante. Lo vuelvo a oír, el golpe grave, cerca de nosotras, y siento como si varios hielos se derritieran en mi nuca y el agua bajase por la espalda. Acelero el paso con ella, que ya se encuentra mejor, y miro a todos lados buscando cualquier mente, o montura. Entre los aullidos, vuelvo a escuchar lo grave, y la tierra tiembla tanto que nos desestabiliza. Los golpes son cada vez más seguidos, se han separado en varios puntos alrededor de nosotras, y sobre ese sonido, prevalece el de la tierra agrietándose, como si estuviese siendo desmenuzada.
Acelero el paso con Energía hasta el punto que las dos estamos volviendo a correr. Los aullidos se sienten más cercanos, me siento observada, y seguimos corriendo. Sin embargo, los golpes no cesan, siguen estando en todas partes.
Un último crujido empuja las piedras a su alrededor, y a nuestra izquierda, un tentáculo negro se retuerce y gana tamaño, apenas brillando ante la luz de la luna. Se extiende hasta no poder más, y cuando ya le hemos dejado atrás y no podemos verlo, ha hecho un chasquido contra la tierra. Escucho los tentáculos emerger, atrás, alante, a los flancos, cada uno a su ritmo y cada uno con un crujido más grave que el anterior. Subimos la cuesta, llegamos a lo alto, y vemos una decena de aulladores esperándonos al final del camino, a treinta metros de nosotras. Las formas avanzan, a buen ritmo, entonces aparece una cortina de tentáculos, y les impide pasar, se me ocurre mirar atrás, y también veo el muro negro y gelatinoso. A un lado, la pared de roca de la montaña, y al otro, un barranco de casi diez metros.
—Ve hacia afuera —le digo.
Ella asiente. Yo me muevo despacio, con la espada negra en alto, observo los tentáculos que aparecen entre los dos parapetos negros que Miedo ha levantado. Es lo que dijo Eissen. Me quería a mí, me quiere a mí, y ahora me tiene en bandeja. Quizá pueda distraerle, lo suficiente como para que Energía salga de su alcance. Quizá no sea mala idea un sacrificio. Los tentáculos, tan gruesos como un árbol, se balancean y retuercen de un lado a otro, pero no atacan, solo esperan, e incluso hay espacio suficiente entre ellos como para que pueda ver apenas, y pueda moverme.
Si Miedo me captura, me ordenará ir contra los míos. No le importará llevarme al límite, desecharme cuando no pueda hacer más. Si puede, levantará mi espada contra mis amigos, y yo no podré hacer nada para evitarlo, ni siquiera sé si habré muerto por dentro, o si veré cómo hago cosas que no quiero hacer. No sé cómo será su efecto, porque solo lo he visto con animales, y todos han acabado muertos, como los pájaros en la puerta de nuestra antigua casa, hará una semana, o dos. Miedo no tiene respeto a nada, ya conquistó hace años la Isla de Inconsciente, mató a Inconsciente, y nosotros le dejamos. Nunca he pisado esa isla. Quizá no lo haga nunca.
¿Cómo puedo pensar con tanta serenidad pensamientos tan turbios, si ni siquiera sé trazar un plan de rescate decente, ni uno que trate de encontrar al resto? Si tuviera una bengala en el tobillo, no la usaría, si hubiese una huida delante de mí, no la vería, pero sí puedo pensar sobre la muerte. Supongo que serán cosas de una muerta, que revivió porque su padre rellenó mi cuerpo con su alma. Mi padre.
¿Quizá hubiese sido todo mejor si nunca hubiesen matado a mi padre?
Los tentáculos al fondo, la espada frente a mis ojos, y el brillo rojo, intenso, se refleja en el metal, hasta el punto de verlo con completa claridad. Nunca antes mi frente había brillado tanto... pero no caigo, no vomito, no pasa nada. Tan solo ilumina el lugar del rojo sangre que representó a mi padre durante años.
La cortina de tentáculos a mi izquierda se abre, y por ella se desliza una figura. Tanto Energía como yo dirigimos hacia ella nuestras armas, pues avanza a paso rápido y firme. No se ve bien, parece humana, pero no se mueve como un humano. Tiene dos brazos, dos piernas, pero algo en él no es correcto, no está bien. Poco a poco, el rojo sangre del rubí ilumina su cara, pero la luz se equivoca, porque dejamos a Repar en la jungla Uut, ese de ahí no es Repar. Continúa caminando hasta nosotras, levanto la espada, que había bajado al verle, pero la cara es la de él, su cuerpo es el de él, con un color más pálido, y el metal sigue en su cuerpo, apenas visible en su clavícula, pero en lugar de sus trazos brillantes en la mitad izquierda de la cara, no hay nada, solo negro, un negro profundo, en su ojo, en su brazo, en su pierna. No cojea, se encuentra firme, ante nosotras, y tanto su pierna como su brazo, que no deberían estar ahí, se retuercen con lentitud, giran sobre sí mismos, haciendo que se balancee lentamente, como un barco. Su pierna es un tentáculo. Su brazo es un tentáculo.
Repar.
Repar.
—¿Qué te han hecho? —susurro, casi sin aire.
El hombre sonríe, y sus dientes los ilumina la luna. Sonríe hasta que ya no puede más, tanto que no sabía que Repar pudiera abrir tanto la boca, y comienza a reír a viva voz, con su voz grave, con una voz aguda superpuesta que me clava agujas en el cuello, yo retrocedo, con la espada en alto, y Energía, también en guardia, va conmigo. El hombre avanza un paso, de forma que le vea mejor con la luz de la luna, no veo su ojo izquierdo, es un pozo negro. De su nuca, juraría que salen varias coletas gelatinosas que se mueven hacia arriba, y se balancean con un vaivén viscoso. Su brazo negro, un tentáculo donde debería haber metal, o ninguna cosa, en realidad, se desliza con sonido de baba por su antebrazo natural. La cara es de Repar, el cuerpo es de Repar, pero no puede ser él, le dejamos en el bosque Uut, con Imica.
—¿Quién eres? ¡Qué es esto! —grito a la nada, entonces los aulladores se enfervorizan.
—Así, grita más.
La voz habla de ninguna parte, aguda, grave, vieja, joven. Los tentáculos de Miedo golpean la tierra, los chasquidos se mezclan con el viento frío. Repar, enfrente, se ríe con mucha fuerza, iluminado por el brillo rojo. No sé si bajar el arma, o mantenerla así.
—¡Repar! ¡Dime qué te han hecho! —le digo.
—Es inútil, Luchadora —dice Energía—. Ya he visto suficientes casos. Repar está poseído.
—La joven señala lo obvio —habla la voz de la nada—. Hazla caso.
Juraría que la voz de Miedo sale del aire que provocan los tentáculos al chocar contra la tierra.
—He venido a proponeros un trato, a las dos.
Repar entonces recobra la compostura y se mantiene erguido, con su brazo natural hacia abajo, y el tentáculo retorciéndose a merced de la gravedad. Por momentos, este disminuye en tamaño, se introduce en el cuerpo del hombre, y luego vuelve a salir, por el agujero que ha socavado en el hombro de metal, que ya fue cercenado una vez. Su pierna no se mueve prácticamente, pero se hincha y deshincha, como si estuviera respirando. Repar abre la boca, para hablar.
—Estáis solas, estáis en peligro.
Pero su voz no es la suya, hay más voces dentro de él, e incluso me ha parecido que de su ojo asomaba un pequeño tentáculo, que ahora ya no está. Dirijo la espada a su cuello, muy tensa, aún no sé si el que tengo delante es nuestro Repar u otro robot.
—Uníos a mí, pequeñas.
Repar sigue hablando, entonces levanta su brazo gelatinoso y lo tensa, y distingo en el extremo la forma de un puño cerrado.
—No —dice Energía.
—Debéis de tener frío —dice Repar—, yo os puedo dar calor, si venís conmigo. Yo os puedo dar placer.
—¡Basta de juegos, Miedo! —grito.
—Solo uno —dice la voz—. Uníos a mí, o lanzaré a vuestro amiguito contra vosotras. Os forzaré a matarlo.
Repar comienza a caminar despacio, hacia nosotras. Detrás de mí, un tentáculo grueso gira peligrosamente cerca. La luna ilumina una marca en el brazo de Repar, un círculo con varias barras que lo atraviesan, como si fueran flechas, una marca morada brillante.
—Aléjate. ¡Aléjate! —grito, y apunto la espada hacia él.
El hombre se detiene, de pronto. Su cara ha cambiado a una de angustia, y parece confundido. Me mira, quieto.
—Luchadora... —dice, con su voz normal—. Luchadora, ¿eres tú?
—Sí... ¡Sí! —digo.
—Energía, tú también. Tenéis que ayudarme. Me está controlando, me está torturando, no soy yo mismo, tenéis que sacarme de aquí. Soy yo, Repar, hace dos meses me tiraste harina en las piernas, Luchadora. ¿Te acuerdas?
—¡Sí! Dinos cómo podemos ayudarte.
—Y tú, Energía, ¿te acuerdas cuando casi prendo fuego a la cocina por matar una cucaracha? —sonríe.
—Sí, Repar —dice.
—¿Cómo te quitamos... eso? —digo.
—Acércate.
Tenemos que sacarlo de ahí. He bajado la espada y nos acercamos a él, que empieza a controlar los tentáculos, pero parece que le duele cada vez que se mueven. Según los tentáculos decrecen, él va perdiendo equilibrio. Agarra mi muñeca con su mano de verdad para no caerse, yo le sujeto y le miro de cerca, su piel gris, la masa negra y viscosa a su alrededor. Empieza a sonreír, forzando la mueca al extremo, ríe, me mira con una mueca que no había visto nunca en él, su tentáculo, grande de nuevo, se enrosca alrededor de mi brazo, me da un puñetazo que esperaba, lo bloqueo, uno en la tripa donde no me da tiempo a bloquear, y mueve su tentáculo, me mueve a mí con él, como si no pesara nada, y me lanza al suelo. Cuando me levanto, Energía ha girado su espada doble en sus manos y ha cortado el tentáculo de su brazo. Repar chilla. Me levanto y voy, y de un solo tajo, corto también el de su pierna, y el hombre cae al suelo.
Se retuerce, mientras gime y vocifera, y los tentáculos comienzan a crecer de nuevo, y su cuerpo, sus músculos, han decrecido.
—¡Ayuda!
Energía grita al cielo con fuerza, y los monstruos detrás del muro de tentáculos gritan más con ella. El aire hace que me escueza aún más la herida del labio. Los tentáculos destrozan la tierra con sus golpes. Repar se levanta sin moverse, tan solo con el tentáculo de su pierna, fijo en el suelo. Y sin decir nada, solo sonriendo, carga contra Energía sin más que los puños, ella los bloquea, pero su tentáculo ha comenzado a agarrar su cuello. Lo corta otra vez con su espada, y yo, de una patada, empujo a Repar muy cerca de la caída de varios metros.
—Repar, por favor, si eres tú, tienes que despertar —digo.
—Repar ya no está —dice—, pero te manda recuerdos. Se sintió muy aliviado cuando Servatrix te estabilizó, después de que ella casi te matara en la jungla.
Señala a Energía. Yo levanto mi espada. No quiero matar a nadie más, no después de los pocos que somos. Quizá pueda llegar a un trato con Miedo, porque si mato a Repar, nada nos garantiza la huida. El hombre se vuelve a retorcer de dolor, y mientras el tentáculo vuelve a aparecer, no solo su cuerpo también se vuelve más raquítico, sino que su color de piel también ha palidecido.
—Energía, no cortes más sus tentáculos. —Guardo la espada—. Es lo que él quiere. Lo vamos a matar.
Energía me mira con sus brillos aguamarina, cuando Repar se levanta, me golpea, carga contra Energía y la tira al suelo. Empieza a ahogarla con la mano, yo corro a ayudarla, entonces el tentáculo me agarra a mí del brazo, del pecho, se desliza hasta el cuello pese a mi fuerza, y me levanta ahí. El tentáculo es viscoso y frío en mi cuello, aprieta, pero deja mis manos libres, porque quiere que lo vuelva a cortar. Todo está iluminado de rojo, por el rubí en mi frente. No mataré a mi amigo. Energía tose, sin apenas aire, en el suelo. ¡No mataré a mi amigo, después de lo que hemos sufrido!
Ha sido un destello rojo. Repar está en el suelo, al borde del camino, y Energía tose con fuerza mientras coge aire como puede. Mis manos están coloreadas de rojo, como si mis venas se hubiesen vuelto de ese color brillante, y también mi pierna, lo veo a través del corte en mi armadura. Le he dado una patada, pero ha sido extraño, prácticamente ha salido volando, durante un momento no he podido pensar... Entonces algo pasa, y mi frente se choca directamente con el suelo. Veo la luna, borrosa, antes de aterrizar de nuevo en la tierra, después de salir volando. El tentáculo que me ha agarrado corre a golpearme, y yo, que apenas lo veo, ruedo por instinto en la otra dirección, me levanto. El golpe en el suelo provocado por el tentáculo supera por mucho en fuerza los que antes hacían los tentáculos.
Se me escapa un grito de dolor cuando noto un fuerte golpe en la espalda que me envía al suelo, de nuevo. Repar ha agarrado a Energía y la ha lanzado contra uno de los tentáculos, este la agarra y la mueve en el aire, hasta que acaba cortándolo con el arma y cae al suelo. Otro golpe de otro tentáculo vuelve a tirarme a tierra. Me levanto rápido, veo uno delante de mí y le doy un puñetazo, que lo estrella contra el lado opuesto. Miro el puño rojo, extrañada, entonces Repar me golpea en la pierna e intenta agarrarla con el tentáculo, pero lo evito. Golpeo la parte metálica de su cuerpo con el antebrazo, y Repar vuelve a salir despedido. Frente a mí distingo el brillo de la espada, la cojo, y corto con ella otro tentáculo.
Escucho la respiración forzada de Energía justo detrás de mí, espalda con espalda, vigilando los tentáculos que alcanzan a golpearnos.
—Estáis rodeadas —dice Repar, y tose cuando se levanta—. No lo hagáis más difícil.
Podemos aguantarle, pero la huida es improbable. Romperá las rocas bajo nosotros hasta encontrarnos, y apenas tengo fuerzas para correr.
—¡Espera! —grito—. Si yo me entrego, ¿Energía podrá escapar?
—¡No! —dice Energía.
Repar no dice nada, solo se queda quieto y de pie a contraluz de la luna, con una figura mucho más esquelética que como le dejamos en el bosque. Energía ataca uno de los tentáculos que intenta cogerla, intenta cortarlo. Miro a Repar otra vez, que hace un gesto con la cabeza hacia afuera, lejos de los tentáculos y los aulladores. Cojo el brazo derecho de Energía y lo detengo ahí donde está. Mi mano ya no brilla. Ella me mira, pero yo no la miro.
—No... —dice.
El tentáculo finalmente la envuelve, la desarma con la punta, y entre gritos, ella va escurriéndose entre los tentáculos que sobresalen de la montaña, hasta que uno la baja por el barranco, con suavidad. Cojo la espada doble de Energía, entre las piedras, y me quedo frente a Repar.
—Al fin tienes lo que quieres —digo.
Nada más que el viento frío. Los aulladores están en silencio.
—¿A qué te refieres? —dice.
—Lo que le dijiste a Eissen. Que querías poseerme. Que me consideras un monstruo, pero a la vez un reto.
—¿Y por qué iba a querer poseerte a ti en especial?
No esperaba una contestación así. No entiendo.
—Tú dijiste... —susurro.
—Es verdad que te considero un monstruo —dice Repar, con una voz más fría—. Lo muerto debe seguir muerto, y tu tiempo aquí pasó hace mucho. Pero no eres un reto. No eres difícil de poseer, no eres nada especial para mí. Por fuera quizá parezcas fuerte, pero no eres más que un cascarón repleto de miedo. Nada que me motive. Te lanzas hacia el peligro porque ya has conocido la muerte.
—Mientes.
—No necesito meterme en la memoria del que alguna vez llamasteis Repar. Lo veo en tus ojos, tan morados como los tentáculos que ves ahora mismo.
—Pero Eissen dijo...
Los fríos viscosos agarran mis muñecas, mis tobillos, me extienden y me alzan en el aire. Las armas caen al suelo haciendo ruido. Repar se acerca, riendo sutilmente.
—¿Acaso crees que Eissen te ha contado todo lo que le hice?
Todo lo que le hizo. Los tentáculos comienzan a dividirse y siento un centenar entre mis dedos. Algunos comienzan a meterse entre la carne y las uñas, despacio, frío, gelatinoso. Otros comienzan a ascender hacia mi cuello. Toco la pared de piedra, con la espalda.
—No necesito ir a por tu compañera —dice—. No os dais cuenta de que, en realidad, todos ya sois míos.
Iluminada por la luna, veo una figura al fondo que se deja ver, más allá de las últimas rocas del camino. Planta un brazo en la piedra y se apoya en ella, luego se asoma, distingo los dos moños de Stille, y hace un movimiento con el brazo que no sé que significa. No puedo moverme... pero tengo que aguantar, ya llega la ayuda. Me ha parecido ver un brillo caer cerca...
Una sonora explosión, un trueno sacude el camino, todos los tentáculos a mi izquierda caen al suelo, inertes, yo aún cuelgo por la parte derecha, pero llego a coger la espada doble de Energía, y los corto todos con dos tajos. Cuando me quito los hilos finos de debajo de las uñas, siento como si me sacara una hebra larga que colgara de la lengua hasta el estómago. Stille ha usado la última de sus bombas, y ahora, tanto ella como Jacob han saltado al camino y están luchando. Stille corta, pero sus hojas son demasiado finas para los tentáculos, por eso grito, ella se gira, y le lanzo el arma de Energía. Cojo mi espada.
El hombre sonríe, y sus dientes los ilumina la luna. Sonríe hasta que ya no puede más, tanto que no sabía que Repar pudiera abrir tanto la boca, y comienza a reír a viva voz, con su voz grave, con una voz aguda superpuesta que me clava agujas en el cuello, yo retrocedo, con la espada en alto, y Energía, también en guardia, va conmigo. El hombre avanza un paso, de forma que le vea mejor con la luz de la luna, no veo su ojo izquierdo, es un pozo negro. De su nuca, juraría que salen varias coletas gelatinosas que se mueven hacia arriba, y se balancean con un vaivén viscoso. Su brazo negro, un tentáculo donde debería haber metal, o ninguna cosa, en realidad, se desliza con sonido de baba por su antebrazo natural. La cara es de Repar, el cuerpo es de Repar, pero no puede ser él, le dejamos en el bosque Uut, con Imica.
—¿Quién eres? ¡Qué es esto! —grito a la nada, entonces los aulladores se enfervorizan.
—Así, grita más.
La voz habla de ninguna parte, aguda, grave, vieja, joven. Los tentáculos de Miedo golpean la tierra, los chasquidos se mezclan con el viento frío. Repar, enfrente, se ríe con mucha fuerza, iluminado por el brillo rojo. No sé si bajar el arma, o mantenerla así.
—¡Repar! ¡Dime qué te han hecho! —le digo.
—Es inútil, Luchadora —dice Energía—. Ya he visto suficientes casos. Repar está poseído.
—La joven señala lo obvio —habla la voz de la nada—. Hazla caso.
Juraría que la voz de Miedo sale del aire que provocan los tentáculos al chocar contra la tierra.
—He venido a proponeros un trato, a las dos.
Repar entonces recobra la compostura y se mantiene erguido, con su brazo natural hacia abajo, y el tentáculo retorciéndose a merced de la gravedad. Por momentos, este disminuye en tamaño, se introduce en el cuerpo del hombre, y luego vuelve a salir, por el agujero que ha socavado en el hombro de metal, que ya fue cercenado una vez. Su pierna no se mueve prácticamente, pero se hincha y deshincha, como si estuviera respirando. Repar abre la boca, para hablar.
—Estáis solas, estáis en peligro.
Pero su voz no es la suya, hay más voces dentro de él, e incluso me ha parecido que de su ojo asomaba un pequeño tentáculo, que ahora ya no está. Dirijo la espada a su cuello, muy tensa, aún no sé si el que tengo delante es nuestro Repar u otro robot.
—Uníos a mí, pequeñas.
Repar sigue hablando, entonces levanta su brazo gelatinoso y lo tensa, y distingo en el extremo la forma de un puño cerrado.
—No —dice Energía.
—Debéis de tener frío —dice Repar—, yo os puedo dar calor, si venís conmigo. Yo os puedo dar placer.
—¡Basta de juegos, Miedo! —grito.
—Solo uno —dice la voz—. Uníos a mí, o lanzaré a vuestro amiguito contra vosotras. Os forzaré a matarlo.
Repar comienza a caminar despacio, hacia nosotras. Detrás de mí, un tentáculo grueso gira peligrosamente cerca. La luna ilumina una marca en el brazo de Repar, un círculo con varias barras que lo atraviesan, como si fueran flechas, una marca morada brillante.
—Aléjate. ¡Aléjate! —grito, y apunto la espada hacia él.
El hombre se detiene, de pronto. Su cara ha cambiado a una de angustia, y parece confundido. Me mira, quieto.
—Luchadora... —dice, con su voz normal—. Luchadora, ¿eres tú?
—Sí... ¡Sí! —digo.
—Energía, tú también. Tenéis que ayudarme. Me está controlando, me está torturando, no soy yo mismo, tenéis que sacarme de aquí. Soy yo, Repar, hace dos meses me tiraste harina en las piernas, Luchadora. ¿Te acuerdas?
—¡Sí! Dinos cómo podemos ayudarte.
—Y tú, Energía, ¿te acuerdas cuando casi prendo fuego a la cocina por matar una cucaracha? —sonríe.
—Sí, Repar —dice.
—¿Cómo te quitamos... eso? —digo.
—Acércate.
Tenemos que sacarlo de ahí. He bajado la espada y nos acercamos a él, que empieza a controlar los tentáculos, pero parece que le duele cada vez que se mueven. Según los tentáculos decrecen, él va perdiendo equilibrio. Agarra mi muñeca con su mano de verdad para no caerse, yo le sujeto y le miro de cerca, su piel gris, la masa negra y viscosa a su alrededor. Empieza a sonreír, forzando la mueca al extremo, ríe, me mira con una mueca que no había visto nunca en él, su tentáculo, grande de nuevo, se enrosca alrededor de mi brazo, me da un puñetazo que esperaba, lo bloqueo, uno en la tripa donde no me da tiempo a bloquear, y mueve su tentáculo, me mueve a mí con él, como si no pesara nada, y me lanza al suelo. Cuando me levanto, Energía ha girado su espada doble en sus manos y ha cortado el tentáculo de su brazo. Repar chilla. Me levanto y voy, y de un solo tajo, corto también el de su pierna, y el hombre cae al suelo.
Se retuerce, mientras gime y vocifera, y los tentáculos comienzan a crecer de nuevo, y su cuerpo, sus músculos, han decrecido.
—¡Ayuda!
Energía grita al cielo con fuerza, y los monstruos detrás del muro de tentáculos gritan más con ella. El aire hace que me escueza aún más la herida del labio. Los tentáculos destrozan la tierra con sus golpes. Repar se levanta sin moverse, tan solo con el tentáculo de su pierna, fijo en el suelo. Y sin decir nada, solo sonriendo, carga contra Energía sin más que los puños, ella los bloquea, pero su tentáculo ha comenzado a agarrar su cuello. Lo corta otra vez con su espada, y yo, de una patada, empujo a Repar muy cerca de la caída de varios metros.
—Repar, por favor, si eres tú, tienes que despertar —digo.
—Repar ya no está —dice—, pero te manda recuerdos. Se sintió muy aliviado cuando Servatrix te estabilizó, después de que ella casi te matara en la jungla.
Señala a Energía. Yo levanto mi espada. No quiero matar a nadie más, no después de los pocos que somos. Quizá pueda llegar a un trato con Miedo, porque si mato a Repar, nada nos garantiza la huida. El hombre se vuelve a retorcer de dolor, y mientras el tentáculo vuelve a aparecer, no solo su cuerpo también se vuelve más raquítico, sino que su color de piel también ha palidecido.
—Energía, no cortes más sus tentáculos. —Guardo la espada—. Es lo que él quiere. Lo vamos a matar.
Energía me mira con sus brillos aguamarina, cuando Repar se levanta, me golpea, carga contra Energía y la tira al suelo. Empieza a ahogarla con la mano, yo corro a ayudarla, entonces el tentáculo me agarra a mí del brazo, del pecho, se desliza hasta el cuello pese a mi fuerza, y me levanta ahí. El tentáculo es viscoso y frío en mi cuello, aprieta, pero deja mis manos libres, porque quiere que lo vuelva a cortar. Todo está iluminado de rojo, por el rubí en mi frente. No mataré a mi amigo. Energía tose, sin apenas aire, en el suelo. ¡No mataré a mi amigo, después de lo que hemos sufrido!
Ha sido un destello rojo. Repar está en el suelo, al borde del camino, y Energía tose con fuerza mientras coge aire como puede. Mis manos están coloreadas de rojo, como si mis venas se hubiesen vuelto de ese color brillante, y también mi pierna, lo veo a través del corte en mi armadura. Le he dado una patada, pero ha sido extraño, prácticamente ha salido volando, durante un momento no he podido pensar... Entonces algo pasa, y mi frente se choca directamente con el suelo. Veo la luna, borrosa, antes de aterrizar de nuevo en la tierra, después de salir volando. El tentáculo que me ha agarrado corre a golpearme, y yo, que apenas lo veo, ruedo por instinto en la otra dirección, me levanto. El golpe en el suelo provocado por el tentáculo supera por mucho en fuerza los que antes hacían los tentáculos.
Se me escapa un grito de dolor cuando noto un fuerte golpe en la espalda que me envía al suelo, de nuevo. Repar ha agarrado a Energía y la ha lanzado contra uno de los tentáculos, este la agarra y la mueve en el aire, hasta que acaba cortándolo con el arma y cae al suelo. Otro golpe de otro tentáculo vuelve a tirarme a tierra. Me levanto rápido, veo uno delante de mí y le doy un puñetazo, que lo estrella contra el lado opuesto. Miro el puño rojo, extrañada, entonces Repar me golpea en la pierna e intenta agarrarla con el tentáculo, pero lo evito. Golpeo la parte metálica de su cuerpo con el antebrazo, y Repar vuelve a salir despedido. Frente a mí distingo el brillo de la espada, la cojo, y corto con ella otro tentáculo.
Escucho la respiración forzada de Energía justo detrás de mí, espalda con espalda, vigilando los tentáculos que alcanzan a golpearnos.
—Estáis rodeadas —dice Repar, y tose cuando se levanta—. No lo hagáis más difícil.
Podemos aguantarle, pero la huida es improbable. Romperá las rocas bajo nosotros hasta encontrarnos, y apenas tengo fuerzas para correr.
—¡Espera! —grito—. Si yo me entrego, ¿Energía podrá escapar?
—¡No! —dice Energía.
Repar no dice nada, solo se queda quieto y de pie a contraluz de la luna, con una figura mucho más esquelética que como le dejamos en el bosque. Energía ataca uno de los tentáculos que intenta cogerla, intenta cortarlo. Miro a Repar otra vez, que hace un gesto con la cabeza hacia afuera, lejos de los tentáculos y los aulladores. Cojo el brazo derecho de Energía y lo detengo ahí donde está. Mi mano ya no brilla. Ella me mira, pero yo no la miro.
—No... —dice.
El tentáculo finalmente la envuelve, la desarma con la punta, y entre gritos, ella va escurriéndose entre los tentáculos que sobresalen de la montaña, hasta que uno la baja por el barranco, con suavidad. Cojo la espada doble de Energía, entre las piedras, y me quedo frente a Repar.
—Al fin tienes lo que quieres —digo.
Nada más que el viento frío. Los aulladores están en silencio.
—¿A qué te refieres? —dice.
—Lo que le dijiste a Eissen. Que querías poseerme. Que me consideras un monstruo, pero a la vez un reto.
—¿Y por qué iba a querer poseerte a ti en especial?
No esperaba una contestación así. No entiendo.
—Tú dijiste... —susurro.
—Es verdad que te considero un monstruo —dice Repar, con una voz más fría—. Lo muerto debe seguir muerto, y tu tiempo aquí pasó hace mucho. Pero no eres un reto. No eres difícil de poseer, no eres nada especial para mí. Por fuera quizá parezcas fuerte, pero no eres más que un cascarón repleto de miedo. Nada que me motive. Te lanzas hacia el peligro porque ya has conocido la muerte.
—Mientes.
—No necesito meterme en la memoria del que alguna vez llamasteis Repar. Lo veo en tus ojos, tan morados como los tentáculos que ves ahora mismo.
—Pero Eissen dijo...
Los fríos viscosos agarran mis muñecas, mis tobillos, me extienden y me alzan en el aire. Las armas caen al suelo haciendo ruido. Repar se acerca, riendo sutilmente.
—¿Acaso crees que Eissen te ha contado todo lo que le hice?
Todo lo que le hizo. Los tentáculos comienzan a dividirse y siento un centenar entre mis dedos. Algunos comienzan a meterse entre la carne y las uñas, despacio, frío, gelatinoso. Otros comienzan a ascender hacia mi cuello. Toco la pared de piedra, con la espalda.
—No necesito ir a por tu compañera —dice—. No os dais cuenta de que, en realidad, todos ya sois míos.
Iluminada por la luna, veo una figura al fondo que se deja ver, más allá de las últimas rocas del camino. Planta un brazo en la piedra y se apoya en ella, luego se asoma, distingo los dos moños de Stille, y hace un movimiento con el brazo que no sé que significa. No puedo moverme... pero tengo que aguantar, ya llega la ayuda. Me ha parecido ver un brillo caer cerca...
Una sonora explosión, un trueno sacude el camino, todos los tentáculos a mi izquierda caen al suelo, inertes, yo aún cuelgo por la parte derecha, pero llego a coger la espada doble de Energía, y los corto todos con dos tajos. Cuando me quito los hilos finos de debajo de las uñas, siento como si me sacara una hebra larga que colgara de la lengua hasta el estómago. Stille ha usado la última de sus bombas, y ahora, tanto ella como Jacob han saltado al camino y están luchando. Stille corta, pero sus hojas son demasiado finas para los tentáculos, por eso grito, ella se gira, y le lanzo el arma de Energía. Cojo mi espada.
Stille corta, Jacob carga contra Repar.
—¡Espera, Jacob!
Recibo un golpe en el costado que me desequilibra y me hace caer, y luego, otro tentáculo me aplasta varias veces en el suelo, me golpea, hasta que Stille lo corta. Quiero llamar a Jacob, decirle que no le mate, que no le corte los tentáculos, que es amigo nuestro, pero no me sale el aire. La cortina de tentáculos ha desaparecido, y los que aúllan avanzan hacia nosotros, pálidos, deformes. Repar golpea a Jacob, con su tentáculo, con su puño, pero cuando el golpe llega a las palmas de Jacob, desaparece. Es como si no hubiese golpeado, en realidad. Jacob no retrocede, ni siquiera un poco, y Repar se queda quieto, tocando su palma, cada vez más confuso. Desde mi posición, veo mejor la marca brillante que tiene Repar en el brazo. Entonces, Jacob toca su pecho con la mano abierta, y Repar queda arrodillado en el suelo, con dolor. Stille me coge, y yo intento ayudarla, intento caminar, pero no puedo, es como si lo hubiera olvidado. Comienza a bajar la pared de piedras, me coge y carga conmigo. Lo último que he visto ha sido la cara de una de esas criaturas, blanca, con los ojos grandes y negros, con la boca abierta y grande. Aullando.
—¡Espera, Jacob!
Recibo un golpe en el costado que me desequilibra y me hace caer, y luego, otro tentáculo me aplasta varias veces en el suelo, me golpea, hasta que Stille lo corta. Quiero llamar a Jacob, decirle que no le mate, que no le corte los tentáculos, que es amigo nuestro, pero no me sale el aire. La cortina de tentáculos ha desaparecido, y los que aúllan avanzan hacia nosotros, pálidos, deformes. Repar golpea a Jacob, con su tentáculo, con su puño, pero cuando el golpe llega a las palmas de Jacob, desaparece. Es como si no hubiese golpeado, en realidad. Jacob no retrocede, ni siquiera un poco, y Repar se queda quieto, tocando su palma, cada vez más confuso. Desde mi posición, veo mejor la marca brillante que tiene Repar en el brazo. Entonces, Jacob toca su pecho con la mano abierta, y Repar queda arrodillado en el suelo, con dolor. Stille me coge, y yo intento ayudarla, intento caminar, pero no puedo, es como si lo hubiera olvidado. Comienza a bajar la pared de piedras, me coge y carga conmigo. Lo último que he visto ha sido la cara de una de esas criaturas, blanca, con los ojos grandes y negros, con la boca abierta y grande. Aullando.
Estoy tumbada encima de Lorraine, que va casi al galope. Sé que me han llevado hasta aquí, pero no me acuerdo de nada, solo de algunas imágenes. Intento recopilar todo lo que ha pasado, ver si están todos, me tenso al acordarme de mi espada y me llevo la mano a la cintura, compruebo que está en su funda. Sí lo está, menos mal... Social, a mi lado, extiende la mano, con cuidado, me pide que me calme, que descanse. Le pregunto si están todos bien. Dice que sí. Le pregunto cómo está Duch, cómo está Energía, cómo está Afrodita. Me dice que no están mal. No dice nada más, no da detalles, me deja con ganas de preguntarle más. Pero le veo a él y a mí, solos encima de Lorraine. ¿Él la está controlando? Le pregunto si ha tomado las hierbas, y él dice que sí, y me pide que pare de preguntar y descanse. Yo cierro los ojos. Estoy incómoda. Me duele mucho la pierna, la espalda, la tripa, el cuello. Pero, por los botes de la jabata, no puedo descansar.
Al final, la hierba y las piedras comienzan a pasar a menor velocidad. Levanto la vista, están parando. Necesito comprobar que todos están bien, antes que nada. Cuando Lorraine por fin se detiene en un claro de un bosque de pinos, me bajo, y camino a duras penas hacia el resto de caballos. Stille lleva a Energía, que está bien, pero se la ve agotada. Ánima lleva a Afrodita, ha dejado de ser un toro y ahora es una vaca ágil, y también va Duch montado en ella, un Duch pequeño, bajito y raquítico.
—¡Luchadora! —dice.
Se levanta, y caminando rápido, con la chaqueta de Eissen sobre la herida en su pecho, tiñendo la tela de sangre. Él, con una cabeza de altura menos que yo, se acerca y me abraza, con mucho sentimiento.
—Menos mal que estás bien —dice—. Pensé que el golpe que te dieron arriba te había matado.
—Estoy bien, sí.
—Tuve que irme.
—Está bien, no pasa nada.
—De verdad que tuve que irme.
Él se separa de mí cuando Stille le pide que se siente en el banco, con una aguja en la mano. Veo que Eissen, detrás de Ánima, está ayudando a Jacob a bajar del caballo. No tiene muy buen aspecto. Cuando Eissen va hacia Afrodita para desengancharla, me acerco hacia Jacob. No sé cómo aparentar que no estoy nerviosa.
—¿Qué te pasa? —digo.
Él me mira y me indica que me siente con él en el claro, junto a Duch. Sentados, él suspira, se arremanga su abrigo fino de pieles y se arregla la barba con mucha lentitud.
—No te he contado todo sobre mis poderes —dice—. Puedo absorber algo de energía cinética de los golpes, puedo almacenarla, y puedo devolverla.
—Lo sé —digo.
Él me mira, con cara de extrañeza.
—¿Cómo lo ibas a saber? Nunca te lo he dicho.
—Ese hombre que decía que conocíamos y se parecía tanto a ti, Humilde...
—Sí.
—Tenía ese poder. Podía absorber cualquier tipo de energía dentro y soltarla. —Sonrío—. Podía absorber cualquier tipo, cualquiera, menos el mío. Era alérgico a él.
Jacob está quieto, en el claro. Jil ha encontrado un riachuelo y está dando de beber a los animales, trastabillando, aún borracho. Los segundos pasan, y Jacob me sigue mirando, hasta el punto de ponerme incómoda. Luego, sonríe, y extiende la palma hacia mí. Noto que Duch está muy atento a nuestra conversación, mientras gime por cada vez que Stille clava la aguja en su piel.
—Venga, golpéame —dice Jacob.
Dudo, al principio, pero le golpeo con el puño. Siento una sensación extraña, como si justo al tocar su piel, nunca hubiera golpeado, sino que me hubiera acercado de forma suave. Él, despacio, dirige la palma hacia el suelo, y se escucha un sonido sordo, prácticamente inexistente. Él sonríe.
—Parece que no soy alérgico a ti —dice.
—No...
—Sin embargo, sí debo de ser alérgico al enemigo vuestro de antes.
—Se llama Miedo.
—Nunca me había sentido tan mal después de un intercambio energético. De hecho, haber intercambiado ese golpe contigo podría decirse que me ha hecho sentir mejor.
Miro a la tierra. Eso que ha dicho es muy bonito... y me pregunto si tendrá algo que ver con su forma de ser, el hecho de que ya no sea alérgico a mí. En el pasado, eso era negativo, pero de alguna manera, me hacía sentir única. Ahora no soy nadie especial para él, no alguien malo, tampoco alguien relevante. Tan solo una mujer más en el grupo de mentes supervivientes al que él ayuda.
—¿Y por qué Miedo iba debilitarte así? —digo.
—No lo sé. ¿Crees que somos completamente opuestos o algo así? No, qué tonterías digo. Parecía muy poderoso.
—Tú eres poderoso.
Él sonríe, niega con la cabeza.
—Sea como sea —dice—, vuestro enemigo ha llamado mi atención. Nunca había visto algo tan maligno.
—No es nuestro único enemigo.
—¿En serio? ¿Es normal para vosotros tener tantos enemigos?
—Por desgracia, sí.
Duch está sentado a nuestro lado, mirándome con cara seria, moviéndose de un lado a otro de forma rápida y frenética, en movimientos apenas perceptibles. No solo es la mitad de lo que Duch suele ser, su pelo se ha comprimido y se ha condensado hacia atrás, y las escamas de su pecho ahora son púas pequeñas que adornan también sus hombros. Sus colmillos inferiores sobresalen del labio. Stille le da una bofetada suave, y le señala con el índice. Duch para de moverse, pero parece que le cuesta. Energía está atrás, recogiendo hojas del suelo con Social para convertirlas en camas. No sé yo si un montón de hojas de pino será una cama cómoda. Me acerco a ella, despacio.
—¿Cómo estás? —digo.
—Bien, Luchadora... Bien.
Sus movimientos son tensos, rápidos y concretos.
—¿Seguro?
—Solo estoy un poco afectada. Se me pasará.
Sigue a lo suyo, y yo la dejo seguir. Me planteo ayudarla, pero me duele demasiado la pierna como para agacharme. Eissen aparece a mi lado. A él, al contrario que a la mayoría, no se le ve nervioso, ni abatido.
—Vaya noche... —dice.
Parece que fue ayer cuando huimos corriendo de la montaña.
—Vaya noche —digo.
—¿Cómo estás?
Ocurre algo diferente. No me apetece mentir. Hoy, después de tantas emociones, de tantas cosas, lo último que me apetece es mentir.
—¿Podemos hablar en otro sitio? —digo.
Caminamos un poco por el bosque, e incluso asustamos a dos animales que había cerca. La noche es cerrada, brillan las estrellas, y no parece que vaya a amanecer enseguida, pero lo hará pronto.
—¿Qué querías decirme? —dice.
—No estoy bien. Estoy hecha una mierda.
—Ya imagino.
—No, Eissen, de verdad —le miro—. No estoy bien. No estoy nada bien. Tengo algo dentro del pecho, creo que es ansiedad, o preocupación, pero no sé cómo vamos a salir de aquí.
—Lo haremos, no te preocupes.
—¡No! ¡Para! —digo—. Deja de contestar eso, no quiero oír eso. Quiero que me digas que todo es una mierda, que estamos jodidos.
—¿Y en qué te va a ayudar eso?
—¡Es la verdad! —le susurro, fuerte—. Quiero oír la verdad. Afrodita está jodida, Social está jodido, yo estoy jodida, a Energía no sé qué le pasa, Duch tiene un tajo en el pecho y Jil está con... —Miro alrededor, bajo la voz—. Jil está con nosotros. Yo maté a su hija, Eissen, el cadáver de su hija lo está usando Energía, y el jodido Jil Ehrad está con nosotros.
Él no dice nada, tan solo me mira a los ojos, serio, o con cara de lástima, lástima por nosotros, por nuestra situación. Es más que suficiente.
—¿Sabes? —digo—. Lo único que me salva del suicidio sois vosotros. Saber que puedo y tengo que cuidaros.
—¿Y por qué no le dices eso a los demás? —dice.
—¿Qué? No. No puedo. Si yo me vengo abajo, ellos también lo harán.
—Creo que estamos todos bastante venidos abajo.
—¡Bueno, ya vale! ¡No!
Cruzo los brazos y miro hacia otro sitio. ¿No lo entiende? Tan solo quería compartir algo con él, no con todo el mundo. Pero... le he hablado demasiado mal para cómo me está tratando. Supongo que se me hace raro hablar con él. Pero, al final, en el peor momento, es quien más siento que me comprende... mucho más que Jacob.
—Lo siento —digo.
Él duda, al principio, pero al final se acerca hasta mí, y acaricia mis hombros con sus palmas, con firmeza, con una sonrisa. Le miro. Al final, no puedo sino apoyar la frente en su pecho y llorar. No sé por qué lloro, quizá sean muchas cosas, solo lloro, en silencio, y mientras las lágrimas brotan, tan solo él escucha mi respiración entrecortada. Poco a poco, las manos en los hombros se transforman en un abrazo consentido, más que eso, en una presencia, un apoyo. Compañía. También yo le abrazo, para decirle que es recíproco, y que, aunque sea a partir de ahora, también puede contarme las cosas que los demás no puedan oír. No se lo digo, solo le doy un abrazo, pero espero que lo entienda. Me dejo consentir, y me pierdo en la fantasía de no estar sola, en la creencia de que, en este túnel, al final puede haber esperanza.
El aullido de un lobo, a lo lejos, me devuelve al bosque, con él, y el corazón se me acelera al creer que era uno de los aulladores de la montaña. No ha sido un aullador, no lo ha sido, tranquila. No sé cuánto tiempo llevo con él, pero tampoco quiero incomodarle. Con una mano me limpio los ojos de lágrimas, y sonrío, no sé por qué lo hago, pero él también lo hace. Y como me he separado, él vuelve a frotar las palmas contra mis hombros, como diciendo que aún está aquí. Me aparto el mechón de pelo de la cara, y veo algo que brilla en su brazo izquierdo, algo que la manga de su chaqueta apenas deja ver. Unos trazos morados, brillantes, y pese a la manga de la chaqueta, puedo adivinar un círculo, y varias líneas que lo cruzan, acabadas como si fueran plumas de flecha.
Esa marca ya la he visto hoy, en otra parte, en Repar. En el Repar que ha sido poseído por Miedo.
Me alejo de él, y no separo la vista de la marca. Él la esconde rápidamente, y me pregunta qué pasa, claramente incómodo.
—Eissen —digo, muy seria—. Arremángate.
—¿Qué? No.
Esa marca la he visto antes. Es la marca de control de Miedo. No es posible. No tiene sentido alguno.
—¡Eissen! Arremángate.
Desenfundo la espada de un movimiento rápido y apunto a su pecho, él retrocede varios pasos, yo le sigo.
—Luchadora, la violencia no es necesaria, podemos llegar a un...
—No salgas corriendo como haces normalmente —digo—. Arremángate o juro por Mentes que te ensarto aquí mismo.
Él levanta las manos, despacio, y encoge el cuello. Sus ojos llorosos no empañan el dibujo que tiene en el brazo. Susurra varias veces por favor, pero no hay favores, no en esta situación. Suspira, y lentamente deja al descubierto su antebrazo izquierdo, su marca, su distintivo brillo morado. Es la marca, es la misma, no me olvidaría, no hoy, al menos. Le apunto con la espada. Ahora, mi mayor preocupación es dirigir a un enemigo hacia los míos. Le indico, aun así, que camine de nuevo hacia el resto.
—¡Mirad todos! —grito.
De una patada golpeo la espalda de Eissen, que cae al suelo de forma estrepitosa, en el centro de todos. Social se levanta, también Jil, varios habían empezado a dormir. Pero ahora, todos miran. Solo la luna nos permite ver en la noche.
—Luchadora, ¿qué haces? —dice Duch.
—¡Mirad su antebrazo! Enséñalo.
—Puedo explicarlo —dice Eissen.
—¡Enséñalo!
Desde el suelo, con la punta del filo casi apoyada en el pecho, Eissen muestra la marca de Miedo al resto.
—¿Qué pasa? —dice Jil—. ¿Qué es eso?
—Explica lo que es, Eissen —digo.
—No lo sé.
—¡Y una mierda!
—¡Luchadora, cálmate! —dice Duch, todavía raquítico—. No sé qué es eso del brazo. Podría ser cualquier cosa.
—Es la marca de Miedo —dice Energía.
Ella avanza hasta mí, colocándose el pelo rojo detrás de sus hombros. Noto cómo Jil da media vuelta y se va.
—¿Qué significa eso? —dice Social.
—Esta marca es la que tenía Repar en el camino —digo—, cuando le vimos poseído por Miedo.
—Yo puedo corroborarlo —dice Energía.
—¿Y? Podría ser coincidencia —dice Duch.
—No lo es, Duch —dice Energía—. He visto esta marca más veces.
—¿Ah, sí? Yo no la he visto nunca. ¿Dónde la has visto?
Energía calla. Duch le llama la atención.
—Hace años, realicé unos experimentos con Erudito, cuando aún tenía plenas facultades. Experimentamos con unos animales extraños que se habían suicidado cuando volé cerca de ellos, cerca del desierto.
—¿Y por qué Erudito nunca comentó nada sobre esto? —dice Duch.
Energía vuelve a callar. Duch vuelve a llamar su atención.
—Porque lo hicimos en casa —dice Energía—. Experimentamos con ellos en casa.
—¿Con animales contaminados con Miedo? —dice Duch.
—Erudito insistió.
—¿Trajisteis animales contaminados a casa? ¿Sabéis lo que pudo haber significado eso?
—Sí.
—¡La muerte de nuestros compañeros! ¡Podría haber sido por culpa de eso!
—Duch, eran solo animales muertos —dice Energía.
—¡Parad ya! —digo.
—¿Te das cuenta de la irresponsabilidad que fue por tu parte? —dice Duch.
—¡Que paréis ya! —digo—. Energía, ¿los animales tenían la misma marca que Repar y que Eissen?
—Categóricamente.
—¡No pienso hacer caso a una mujer que pudo haber provocado nuestro final!
Duch se levanta, enfadado, y Social y Stille lo agarran, para calmarlo. Están gritando, el ambiente está tenso, yo mando callar. No me hacen caso. Poco a poco, Stille y Social calman a Duch. Jacob habla.
—Si sirve de algo, yo vi esa marca en el brazo derecho de ese hombre.
—Tú no pintas nada aquí, no sabes de lo que hablas —dice Eissen.
Jacob le mira, claramente ofendido.
—¿Perdona?
Stille, por su parte, nos llama la atención con varios gestos, y dice que ella no ha visto ninguna marca.
—¡Es que tenemos que basar todo esto en una percepción! —dice Eissen.
—Chicas —dice Afrodita—. Por favor, os estoy llamando.
Duch y Social se acercan corriendo a Afrodita y la traen hasta nosotras.
—Allí arriba pasamos por mucho estrés y pánico —sigue diciendo—. ¿Estáis seguras que lo visteis de forma clara?
—¿Acaso viste ese tatuaje antes en su brazo? —digo.
—Solo quiero asegurarme, cariño.
Miro a Eissen a los ojos. Él mira a los míos.
—Estoy absolutamente segura —digo—. Ahora la cuestión es saber desde cuándo lo tiene.
—¿Es que vamos a fiarnos de la percepción de tres personas confundidas y atacadas? Vosotros visteis la cara de Energía cuando el tentáculo la bajó. ¡Estaba llena de ansiedad y pavor!
—Eissen tiene una marca con un sospechoso brillo morado —dice Energía—. Sabemos que fue hacia el oeste con Optimismo, pero volvió sin él, y Miedo destrozó el Faro en el que ellos se encontraban.
—Y cuando él nos encontró en ese desierto —digo—, me pareció ver algo en su brazo.
Eissen trata de interrumpir, pero seguiré hablando.
—Además, Energía conoce bien la marca, aunque sea por haber hecho experimentos dudosos. ¿Qué más da eso ahora? Creo que las pruebas son suficientes.
Todos callan, incluso Eissen calla al ver que todos están callados. Todos me miran.
—¿Y qué hacemos? —dice Social.
—Él, ahora mismo, es Miedo —digo—. Todo lo que dice y oye, todo lo que ve, es Miedo en realidad.
—Yo no le veo como el otro, Luchadora —dice Jacob.
—Tendría que pasar desapercibido si iba a revelar nuestra localización, ¿no? —dice Energía.
—¡No! —dice Eissen—. ¡Yo no he revelado nada!
—Vale —dice Social—. ¿Y qué hacemos?
Estoy lo suficientemente partida como para soportar estarlo un poco más. Noto un mal de cuerpo fuera de lo normal, y cuando llevo la mano a mi frente, sé que el rubí está brillando.
—Tenemos que dejarle aquí —digo.
¿Qué?, dicen algunos. ¡De ninguna manera!, dicen otros. Solo Energía calla, porque sabe, porque las dos sabemos que es lo correcto, tal y como lo vimos allí arriba. Social está en contra, también Duch.
—Chicos, yo tampoco quiero hacerlo —digo—, pero mientras le tengamos con nosotros, Miedo nos hará más emboscadas como la de esta noche.
—En el bosque Uut no las hizo —dice Duch.
—¿Y cómo crees que Repar ha acabado poseído? —dice Energía.
—¡Porque está conquistando toda nuestra isla, y puede haber bajado!
—O tiene marcada la dirección, hacia la torre de Dante.
Ese, de hecho, es un buen razonamiento.
—Me temo, cariño —dice Afrodita—, que la decisión de abandonarle aquí, siendo tan pocos, no es solo vuestra. Tenemos que votar.
Duch levanta la mano en contra, también Social. Stille la levanta después, y junto con ella, Afrodita. A favor, tan solo Energía, Jacob y yo. Jil prefiere abstenerse, dice que Miedo le va a matar de todos modos por incumplir el contrato. Estúpido Jil. Estúpido Social, tenía que estar despejado. Ellos no han visto lo que yo he visto arriba.
—Entiendo que tengamos que tener precauciones, pero mírale —dice Duch—. Está bien, no tiene tentáculos. No hemos visto nada raro en él.
—¿Y qué vamos a hacer, eh? —digo—. ¿Le tapamos ojos y oídos? Es ridículo.
—No sería mala idea hacerlo por lo que queda de noche —dice Jacob—. No sabemos qué podría hacer ahora que ha sido descubierto.
—No hay cuerda —dice Energía—. De ningún tipo.
—Perfecto —dice Jacob.
La gente se dispersa, como si no hubiera más que hablar, como si no hubiera más que hacer. Posiblemente les dé igual, en el fondo. Posiblemente prefieran ver a uno más en el grupo, arriesgarse. Pero yo sé lo que he visto. Sé lo que Miedo hace a los nuestros. Todas las veces que me habló, toda la confianza que depositó en mí, los consejos que me dio... todo fue una farsa. Eissen todavía me mira, en el suelo, y yo le miro a él. Escupo en el suelo, y me tumbo entre Energía y Stille. Si nos va a matar, poco importa. Si va a quedarse junto al fuego el resto de la noche, lo mismo es. Ojalá pudiera deshacer las lágrimas que he llorado, y no haber mostrado mi debilidad a Miedo. Un cascarón, me llamó. Un cascarón...
Toco el rubí en mi frente. Refleja un brillo rojo sobre el pelo negro y liso de Stille, pero este es diferente, es más fuerte y concentrado.
Al final, la hierba y las piedras comienzan a pasar a menor velocidad. Levanto la vista, están parando. Necesito comprobar que todos están bien, antes que nada. Cuando Lorraine por fin se detiene en un claro de un bosque de pinos, me bajo, y camino a duras penas hacia el resto de caballos. Stille lleva a Energía, que está bien, pero se la ve agotada. Ánima lleva a Afrodita, ha dejado de ser un toro y ahora es una vaca ágil, y también va Duch montado en ella, un Duch pequeño, bajito y raquítico.
—¡Luchadora! —dice.
Se levanta, y caminando rápido, con la chaqueta de Eissen sobre la herida en su pecho, tiñendo la tela de sangre. Él, con una cabeza de altura menos que yo, se acerca y me abraza, con mucho sentimiento.
—Menos mal que estás bien —dice—. Pensé que el golpe que te dieron arriba te había matado.
—Estoy bien, sí.
—Tuve que irme.
—Está bien, no pasa nada.
—De verdad que tuve que irme.
Él se separa de mí cuando Stille le pide que se siente en el banco, con una aguja en la mano. Veo que Eissen, detrás de Ánima, está ayudando a Jacob a bajar del caballo. No tiene muy buen aspecto. Cuando Eissen va hacia Afrodita para desengancharla, me acerco hacia Jacob. No sé cómo aparentar que no estoy nerviosa.
—¿Qué te pasa? —digo.
Él me mira y me indica que me siente con él en el claro, junto a Duch. Sentados, él suspira, se arremanga su abrigo fino de pieles y se arregla la barba con mucha lentitud.
—No te he contado todo sobre mis poderes —dice—. Puedo absorber algo de energía cinética de los golpes, puedo almacenarla, y puedo devolverla.
—Lo sé —digo.
Él me mira, con cara de extrañeza.
—¿Cómo lo ibas a saber? Nunca te lo he dicho.
—Ese hombre que decía que conocíamos y se parecía tanto a ti, Humilde...
—Sí.
—Tenía ese poder. Podía absorber cualquier tipo de energía dentro y soltarla. —Sonrío—. Podía absorber cualquier tipo, cualquiera, menos el mío. Era alérgico a él.
Jacob está quieto, en el claro. Jil ha encontrado un riachuelo y está dando de beber a los animales, trastabillando, aún borracho. Los segundos pasan, y Jacob me sigue mirando, hasta el punto de ponerme incómoda. Luego, sonríe, y extiende la palma hacia mí. Noto que Duch está muy atento a nuestra conversación, mientras gime por cada vez que Stille clava la aguja en su piel.
—Venga, golpéame —dice Jacob.
Dudo, al principio, pero le golpeo con el puño. Siento una sensación extraña, como si justo al tocar su piel, nunca hubiera golpeado, sino que me hubiera acercado de forma suave. Él, despacio, dirige la palma hacia el suelo, y se escucha un sonido sordo, prácticamente inexistente. Él sonríe.
—Parece que no soy alérgico a ti —dice.
—No...
—Sin embargo, sí debo de ser alérgico al enemigo vuestro de antes.
—Se llama Miedo.
—Nunca me había sentido tan mal después de un intercambio energético. De hecho, haber intercambiado ese golpe contigo podría decirse que me ha hecho sentir mejor.
Miro a la tierra. Eso que ha dicho es muy bonito... y me pregunto si tendrá algo que ver con su forma de ser, el hecho de que ya no sea alérgico a mí. En el pasado, eso era negativo, pero de alguna manera, me hacía sentir única. Ahora no soy nadie especial para él, no alguien malo, tampoco alguien relevante. Tan solo una mujer más en el grupo de mentes supervivientes al que él ayuda.
—¿Y por qué Miedo iba debilitarte así? —digo.
—No lo sé. ¿Crees que somos completamente opuestos o algo así? No, qué tonterías digo. Parecía muy poderoso.
—Tú eres poderoso.
Él sonríe, niega con la cabeza.
—Sea como sea —dice—, vuestro enemigo ha llamado mi atención. Nunca había visto algo tan maligno.
—No es nuestro único enemigo.
—¿En serio? ¿Es normal para vosotros tener tantos enemigos?
—Por desgracia, sí.
Duch está sentado a nuestro lado, mirándome con cara seria, moviéndose de un lado a otro de forma rápida y frenética, en movimientos apenas perceptibles. No solo es la mitad de lo que Duch suele ser, su pelo se ha comprimido y se ha condensado hacia atrás, y las escamas de su pecho ahora son púas pequeñas que adornan también sus hombros. Sus colmillos inferiores sobresalen del labio. Stille le da una bofetada suave, y le señala con el índice. Duch para de moverse, pero parece que le cuesta. Energía está atrás, recogiendo hojas del suelo con Social para convertirlas en camas. No sé yo si un montón de hojas de pino será una cama cómoda. Me acerco a ella, despacio.
—¿Cómo estás? —digo.
—Bien, Luchadora... Bien.
Sus movimientos son tensos, rápidos y concretos.
—¿Seguro?
—Solo estoy un poco afectada. Se me pasará.
Sigue a lo suyo, y yo la dejo seguir. Me planteo ayudarla, pero me duele demasiado la pierna como para agacharme. Eissen aparece a mi lado. A él, al contrario que a la mayoría, no se le ve nervioso, ni abatido.
—Vaya noche... —dice.
Parece que fue ayer cuando huimos corriendo de la montaña.
—Vaya noche —digo.
—¿Cómo estás?
Ocurre algo diferente. No me apetece mentir. Hoy, después de tantas emociones, de tantas cosas, lo último que me apetece es mentir.
—¿Podemos hablar en otro sitio? —digo.
Caminamos un poco por el bosque, e incluso asustamos a dos animales que había cerca. La noche es cerrada, brillan las estrellas, y no parece que vaya a amanecer enseguida, pero lo hará pronto.
—¿Qué querías decirme? —dice.
—No estoy bien. Estoy hecha una mierda.
—Ya imagino.
—No, Eissen, de verdad —le miro—. No estoy bien. No estoy nada bien. Tengo algo dentro del pecho, creo que es ansiedad, o preocupación, pero no sé cómo vamos a salir de aquí.
—Lo haremos, no te preocupes.
—¡No! ¡Para! —digo—. Deja de contestar eso, no quiero oír eso. Quiero que me digas que todo es una mierda, que estamos jodidos.
—¿Y en qué te va a ayudar eso?
—¡Es la verdad! —le susurro, fuerte—. Quiero oír la verdad. Afrodita está jodida, Social está jodido, yo estoy jodida, a Energía no sé qué le pasa, Duch tiene un tajo en el pecho y Jil está con... —Miro alrededor, bajo la voz—. Jil está con nosotros. Yo maté a su hija, Eissen, el cadáver de su hija lo está usando Energía, y el jodido Jil Ehrad está con nosotros.
Él no dice nada, tan solo me mira a los ojos, serio, o con cara de lástima, lástima por nosotros, por nuestra situación. Es más que suficiente.
—¿Sabes? —digo—. Lo único que me salva del suicidio sois vosotros. Saber que puedo y tengo que cuidaros.
—¿Y por qué no le dices eso a los demás? —dice.
—¿Qué? No. No puedo. Si yo me vengo abajo, ellos también lo harán.
—Creo que estamos todos bastante venidos abajo.
—¡Bueno, ya vale! ¡No!
Cruzo los brazos y miro hacia otro sitio. ¿No lo entiende? Tan solo quería compartir algo con él, no con todo el mundo. Pero... le he hablado demasiado mal para cómo me está tratando. Supongo que se me hace raro hablar con él. Pero, al final, en el peor momento, es quien más siento que me comprende... mucho más que Jacob.
—Lo siento —digo.
Él duda, al principio, pero al final se acerca hasta mí, y acaricia mis hombros con sus palmas, con firmeza, con una sonrisa. Le miro. Al final, no puedo sino apoyar la frente en su pecho y llorar. No sé por qué lloro, quizá sean muchas cosas, solo lloro, en silencio, y mientras las lágrimas brotan, tan solo él escucha mi respiración entrecortada. Poco a poco, las manos en los hombros se transforman en un abrazo consentido, más que eso, en una presencia, un apoyo. Compañía. También yo le abrazo, para decirle que es recíproco, y que, aunque sea a partir de ahora, también puede contarme las cosas que los demás no puedan oír. No se lo digo, solo le doy un abrazo, pero espero que lo entienda. Me dejo consentir, y me pierdo en la fantasía de no estar sola, en la creencia de que, en este túnel, al final puede haber esperanza.
El aullido de un lobo, a lo lejos, me devuelve al bosque, con él, y el corazón se me acelera al creer que era uno de los aulladores de la montaña. No ha sido un aullador, no lo ha sido, tranquila. No sé cuánto tiempo llevo con él, pero tampoco quiero incomodarle. Con una mano me limpio los ojos de lágrimas, y sonrío, no sé por qué lo hago, pero él también lo hace. Y como me he separado, él vuelve a frotar las palmas contra mis hombros, como diciendo que aún está aquí. Me aparto el mechón de pelo de la cara, y veo algo que brilla en su brazo izquierdo, algo que la manga de su chaqueta apenas deja ver. Unos trazos morados, brillantes, y pese a la manga de la chaqueta, puedo adivinar un círculo, y varias líneas que lo cruzan, acabadas como si fueran plumas de flecha.
Esa marca ya la he visto hoy, en otra parte, en Repar. En el Repar que ha sido poseído por Miedo.
Me alejo de él, y no separo la vista de la marca. Él la esconde rápidamente, y me pregunta qué pasa, claramente incómodo.
—Eissen —digo, muy seria—. Arremángate.
—¿Qué? No.
Esa marca la he visto antes. Es la marca de control de Miedo. No es posible. No tiene sentido alguno.
—¡Eissen! Arremángate.
Desenfundo la espada de un movimiento rápido y apunto a su pecho, él retrocede varios pasos, yo le sigo.
—Luchadora, la violencia no es necesaria, podemos llegar a un...
—No salgas corriendo como haces normalmente —digo—. Arremángate o juro por Mentes que te ensarto aquí mismo.
Él levanta las manos, despacio, y encoge el cuello. Sus ojos llorosos no empañan el dibujo que tiene en el brazo. Susurra varias veces por favor, pero no hay favores, no en esta situación. Suspira, y lentamente deja al descubierto su antebrazo izquierdo, su marca, su distintivo brillo morado. Es la marca, es la misma, no me olvidaría, no hoy, al menos. Le apunto con la espada. Ahora, mi mayor preocupación es dirigir a un enemigo hacia los míos. Le indico, aun así, que camine de nuevo hacia el resto.
—¡Mirad todos! —grito.
De una patada golpeo la espalda de Eissen, que cae al suelo de forma estrepitosa, en el centro de todos. Social se levanta, también Jil, varios habían empezado a dormir. Pero ahora, todos miran. Solo la luna nos permite ver en la noche.
—Luchadora, ¿qué haces? —dice Duch.
—¡Mirad su antebrazo! Enséñalo.
—Puedo explicarlo —dice Eissen.
—¡Enséñalo!
Desde el suelo, con la punta del filo casi apoyada en el pecho, Eissen muestra la marca de Miedo al resto.
—¿Qué pasa? —dice Jil—. ¿Qué es eso?
—Explica lo que es, Eissen —digo.
—No lo sé.
—¡Y una mierda!
—¡Luchadora, cálmate! —dice Duch, todavía raquítico—. No sé qué es eso del brazo. Podría ser cualquier cosa.
—Es la marca de Miedo —dice Energía.
Ella avanza hasta mí, colocándose el pelo rojo detrás de sus hombros. Noto cómo Jil da media vuelta y se va.
—¿Qué significa eso? —dice Social.
—Esta marca es la que tenía Repar en el camino —digo—, cuando le vimos poseído por Miedo.
—Yo puedo corroborarlo —dice Energía.
—¿Y? Podría ser coincidencia —dice Duch.
—No lo es, Duch —dice Energía—. He visto esta marca más veces.
—¿Ah, sí? Yo no la he visto nunca. ¿Dónde la has visto?
Energía calla. Duch le llama la atención.
—Hace años, realicé unos experimentos con Erudito, cuando aún tenía plenas facultades. Experimentamos con unos animales extraños que se habían suicidado cuando volé cerca de ellos, cerca del desierto.
—¿Y por qué Erudito nunca comentó nada sobre esto? —dice Duch.
Energía vuelve a callar. Duch vuelve a llamar su atención.
—Porque lo hicimos en casa —dice Energía—. Experimentamos con ellos en casa.
—¿Con animales contaminados con Miedo? —dice Duch.
—Erudito insistió.
—¿Trajisteis animales contaminados a casa? ¿Sabéis lo que pudo haber significado eso?
—Sí.
—¡La muerte de nuestros compañeros! ¡Podría haber sido por culpa de eso!
—Duch, eran solo animales muertos —dice Energía.
—¡Parad ya! —digo.
—¿Te das cuenta de la irresponsabilidad que fue por tu parte? —dice Duch.
—¡Que paréis ya! —digo—. Energía, ¿los animales tenían la misma marca que Repar y que Eissen?
—Categóricamente.
—¡No pienso hacer caso a una mujer que pudo haber provocado nuestro final!
Duch se levanta, enfadado, y Social y Stille lo agarran, para calmarlo. Están gritando, el ambiente está tenso, yo mando callar. No me hacen caso. Poco a poco, Stille y Social calman a Duch. Jacob habla.
—Si sirve de algo, yo vi esa marca en el brazo derecho de ese hombre.
—Tú no pintas nada aquí, no sabes de lo que hablas —dice Eissen.
Jacob le mira, claramente ofendido.
—¿Perdona?
Stille, por su parte, nos llama la atención con varios gestos, y dice que ella no ha visto ninguna marca.
—¡Es que tenemos que basar todo esto en una percepción! —dice Eissen.
—Chicas —dice Afrodita—. Por favor, os estoy llamando.
Duch y Social se acercan corriendo a Afrodita y la traen hasta nosotras.
—Allí arriba pasamos por mucho estrés y pánico —sigue diciendo—. ¿Estáis seguras que lo visteis de forma clara?
—¿Acaso viste ese tatuaje antes en su brazo? —digo.
—Solo quiero asegurarme, cariño.
Miro a Eissen a los ojos. Él mira a los míos.
—Estoy absolutamente segura —digo—. Ahora la cuestión es saber desde cuándo lo tiene.
—¿Es que vamos a fiarnos de la percepción de tres personas confundidas y atacadas? Vosotros visteis la cara de Energía cuando el tentáculo la bajó. ¡Estaba llena de ansiedad y pavor!
—Eissen tiene una marca con un sospechoso brillo morado —dice Energía—. Sabemos que fue hacia el oeste con Optimismo, pero volvió sin él, y Miedo destrozó el Faro en el que ellos se encontraban.
—Y cuando él nos encontró en ese desierto —digo—, me pareció ver algo en su brazo.
Eissen trata de interrumpir, pero seguiré hablando.
—Además, Energía conoce bien la marca, aunque sea por haber hecho experimentos dudosos. ¿Qué más da eso ahora? Creo que las pruebas son suficientes.
Todos callan, incluso Eissen calla al ver que todos están callados. Todos me miran.
—¿Y qué hacemos? —dice Social.
—Él, ahora mismo, es Miedo —digo—. Todo lo que dice y oye, todo lo que ve, es Miedo en realidad.
—Yo no le veo como el otro, Luchadora —dice Jacob.
—Tendría que pasar desapercibido si iba a revelar nuestra localización, ¿no? —dice Energía.
—¡No! —dice Eissen—. ¡Yo no he revelado nada!
—Vale —dice Social—. ¿Y qué hacemos?
Estoy lo suficientemente partida como para soportar estarlo un poco más. Noto un mal de cuerpo fuera de lo normal, y cuando llevo la mano a mi frente, sé que el rubí está brillando.
—Tenemos que dejarle aquí —digo.
¿Qué?, dicen algunos. ¡De ninguna manera!, dicen otros. Solo Energía calla, porque sabe, porque las dos sabemos que es lo correcto, tal y como lo vimos allí arriba. Social está en contra, también Duch.
—Chicos, yo tampoco quiero hacerlo —digo—, pero mientras le tengamos con nosotros, Miedo nos hará más emboscadas como la de esta noche.
—En el bosque Uut no las hizo —dice Duch.
—¿Y cómo crees que Repar ha acabado poseído? —dice Energía.
—¡Porque está conquistando toda nuestra isla, y puede haber bajado!
—O tiene marcada la dirección, hacia la torre de Dante.
Ese, de hecho, es un buen razonamiento.
—Me temo, cariño —dice Afrodita—, que la decisión de abandonarle aquí, siendo tan pocos, no es solo vuestra. Tenemos que votar.
Duch levanta la mano en contra, también Social. Stille la levanta después, y junto con ella, Afrodita. A favor, tan solo Energía, Jacob y yo. Jil prefiere abstenerse, dice que Miedo le va a matar de todos modos por incumplir el contrato. Estúpido Jil. Estúpido Social, tenía que estar despejado. Ellos no han visto lo que yo he visto arriba.
—Entiendo que tengamos que tener precauciones, pero mírale —dice Duch—. Está bien, no tiene tentáculos. No hemos visto nada raro en él.
—¿Y qué vamos a hacer, eh? —digo—. ¿Le tapamos ojos y oídos? Es ridículo.
—No sería mala idea hacerlo por lo que queda de noche —dice Jacob—. No sabemos qué podría hacer ahora que ha sido descubierto.
—No hay cuerda —dice Energía—. De ningún tipo.
—Perfecto —dice Jacob.
La gente se dispersa, como si no hubiera más que hablar, como si no hubiera más que hacer. Posiblemente les dé igual, en el fondo. Posiblemente prefieran ver a uno más en el grupo, arriesgarse. Pero yo sé lo que he visto. Sé lo que Miedo hace a los nuestros. Todas las veces que me habló, toda la confianza que depositó en mí, los consejos que me dio... todo fue una farsa. Eissen todavía me mira, en el suelo, y yo le miro a él. Escupo en el suelo, y me tumbo entre Energía y Stille. Si nos va a matar, poco importa. Si va a quedarse junto al fuego el resto de la noche, lo mismo es. Ojalá pudiera deshacer las lágrimas que he llorado, y no haber mostrado mi debilidad a Miedo. Un cascarón, me llamó. Un cascarón...
Toco el rubí en mi frente. Refleja un brillo rojo sobre el pelo negro y liso de Stille, pero este es diferente, es más fuerte y concentrado.
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