5 de agosto de 2017

Minutos antes de la medianoche.


Los ruidos hacían difícil la concentración, al principio. La completa oscuridad hacía parecer que todo era un sueño, que nunca existió una guerra. Lo cierto era que estaba allí, más allá de los muros, pero debía pensar en otra cosa... Debía pensar en recuperarme.

Horadámos la tierra en silencio, con cuidado. Grand Suffer había muerto y habíamos escapado de aquella tierra árida, porque las hipótesis de Eissen fueron ciertas. Un suelo extraño, un suelo que debía ser el nuestro, pero ¿qué lo demostraba? ¿Quién nos aseguraba que no nos engañábamos de nuevo? Sin embargo, Erudito nos contó que el color de Razón mejoró al pisar aquel lugar, que se sintió más natural y tranquilo, y a ello nos aferrábamos. Fue una época llena de problemas, y acabado uno la sombra de Sever se hacía de nuevo más negra e imponente, entre los muros quebrados de un palacio torcido por la antigua tierra superpuesta a la nueva, y por eso horadábamos. La chispa se encendió en aquellas mazmorras que se quedaron en el suelo anterior, con Relativismo e Inconsciente, y todos contemplábamos la presencia de traidores escondidos entre nosotros. Y por eso lo hacíamos en silencio.

El nuevo suelo era mejor que el anterior. En una península, El Palacio se veía rodeado por mar salvo en el frente, aguas saladas de verdad, que mojaron mis dedos al tocarlas, y también mis mejillas. Lloraba sólo por dentro, porque los hombres recios y fuertes no debían hacerlo. Después de días incomunicada logré contactar con Luz para pedirle explicaciones. Fue su madre, dijo, y yo respiré aliviado, "fue su madre", me decía a mí mismo, no que no estuviésemos hechos el uno para el otro. Las mentes recelaban mientras levantaban los caminos, y convertían lo que quedaba de las catacumbas abandonadas en el anterior mundo en un sótano. Muchos murieron injustamente por culpa de su actitud, y ninguna madre puede detener una voluntad férrea. Aquella muchacha, o bien no me quería, o bien no tenía voluntad. Hablaba con ella tumbado en el suelo de mi mundo hecho de tierra, hierba. Quería quedar con ella como amigo, quería verla al menos y agradecer la inspiración que ella me dio para crear los edificios que tapaban el sol con su sombra, ella me dijo que tenía problemas, que además se creía enamorada, y algunos pensamos que no vino por esa vergüenza, pero otra mitad pedía andarnos con cautela. Lo hacíamos pues, mientras Stille y Susurro exploraban el terreno, escalando las escarpadas, a veces casi cilíndricas montañas que se alzaban algo alejadas. Desde luego, ella me inspiró para ser libre, pero el resto del trabajo fue cosa mía y no tenía ella ningún otro mérito.

-Fuego -le miré con recelo, sentado él en una roca -, ¿no ayudas a construir el faro?
-Critico a Relativismo por tanto reflexionar, pero no puedo evitar pensar.
-¿Pensar? ¿El qué?
-Nunca me ha preocupado quemar las cosas que me molestan -se detuvo unos segundos -. Sin embargo, Grand Suffer ha sido el avatar más poderoso y perfecto de la destrucción pura que he conocido, y no me considero parecido a él. Desánimo fue el único de todos que comprendió mis contradicciones, y ese monstruo lo mató sin problemas. Tenía un por qué para hacer eso, pero no me pareció agradable, y para colmo ahora Desánimo ha vuelto como si no hubiera pasado nada, ni siquiera feliz por haber saboreado unos días la muerte. Entonces, ¿de qué sirve destruir aquí, en la mente, si todo puede volver a aparecer? ¿Y de qué sirve querer destruir en el mundo real si más de cien mentes van a abalanzarse sobre mí llamándome monstruo, como si fuera igual que aquella criatura? No sé qué pensar. No sé qué soy, ni qué hago aquí.

Cualquier buen amigo habría animado a una mente descarriada. Yo le di la razón y tomé sus palabras como una señal de posible traidor. Dijo que Desánimo volvió, y era cierto, con una cara de lástima en el rostro, como si no quisiera estar junto a nosotros y resurgir de la muerte de manera natural fuera su gran condena. No tan desagradecida se mostró ella, y fue una verdadera sorpresa. Love era, según la lápida que perdimos en el viaje, la quincuagésimo séptima de la lista de muertes, y sin embargo, logró volver. Nos explicó que no murió, sino que reposó en un extraño coma en un mundo que no era este, y su cuerpo, oculto en algún lugar logró evitar las fauces del monstruo de alguna manera. Creí que Grand Suffer mató mi posibilidad de amar. Pero algo muy humano en mí la rescató, y no sabía por qué, pero me pareció bonito. Ella era la única que trataba ya de conquistar a Luz, en un pulso único contra el resto del mundo.
Oscuridad volvió a mi vida de sopetón a finales de enero, después de aquel verano en el que curé el dolor. No éramos amigos, pero decidimos vernos. Ella me mostró su naturaleza, y yo le enseñé las teorías más bellas que Razón esbozó antes de abandonar su puesto de líder. A ella le gustaron, como a mí su naturaleza, y pensé que podríamos ser grandes amigos... y de hecho, lo fuimos. Aquellos meses que estuve con la espada clavada en el océano del segundo nivel, atrapado en el tercero... fue Sever el que clavó en mí su espada, sí, pero el veneno que liberó a aquel enemigo vendado no fue otro que la ruptura que Oscuridad hizo conmigo. Fuimos grandes amigos desde aquel día... pero mostrarle a Sever fue una idea que la destruyó, una mala idea pensando que ver su propio mal en mí la ayudaría en su problema. Una mentira. Pero aquella noche, éramos todavía amigos.

-¿Cómo andas, Social?
-Pues ando... -me dirigió una mirada enojada que no entendí por qué, apoyado en sus varas de bambú cada vez que movía su pierna izquierda -. Repar logró sanarme... otra vez.
-¿Te causará alguna dolencia crónica o volverás a ser el mismo de siempre?
-¿El mismo de siempre? -se apoyó en la pared, cruzando los brazos -. Al mismo de siempre le cortan brazos y piernas. El mismo de siempre te aseguro que no voy a volver a ser -miró al horizonte, negando levemente con la cabeza -. La culpa es de esa gente. No, la culpa es vuestra. Trato de advertiros continuamente que tengáis cuidado con el mundo hostil y os empeñáis en exponeros, en hacer experimentos extraños con la gente. Los golpes que vengan de fuera caerán sobre mí el primero. Y mi meditación y entrenamiento no siempre los pueden solventar.
-Bueno... lo siento, Social.
-Da igual. Es mi trabajo, al fin y al cabo. Siento haberme puesto así -se levantó -. Hay quien está peor que yo.

En verdad lo había. El enfado de Social no podía ser comparable a la mirada perdida de Razón, sentado en la barandilla de piedra de una terraza elevada, observando. Pasaba los días allí, ocultando sus sentimientos, mirando nuestras acciones y bajando para dar su opinión en muy contadas ocasiones. No era oficial, pero el carisma y los éxitos de Eissen le llevaron a ser la cabeza que pensaba y dirigía al resto de mentes, y para nuestra sorpresa, pocas cosas cambiaron. Nuestra lógica ahora era mucho más práctica, pero nuestro modelo anterior permanecía intacto aún entonces. Él desde lo alto le veía pasear, acercarse a Luchadora y tratar de apoyarla y comprenderla. Ella desenfundaba su puñal y le apuntaba, enojada y orgullosa, pero sosteniendo la mirada cuatro segundos la bajaba para ponerse a llorar. El guardián vigilante agarraba más fuerte sus tibias apretándolas contra su pecho, queriendo estar allí, con su amiga, pero no podía, no después de lo que había hecho, y eso hacía durante el día. Por la noche, mientras el centenar de mentes dormía, la gran mayoría, Razón patrullaba por las azoteas de los edificios, cansado y agónico, velando por la seguridad de una población que en el pasado no protegió. Sufría y padecía, pero no quería ver a nadie, solo a su hermano, al cual tampoco escuchaba. Y continuaba patrullando, día tras día, y los meses pasaron.

Valerie asomó la cabeza, apoyándose en el marco de la puerta con cara triste. Mientras, yo meditaba y repasaba hechos en la Sala de los Recuerdos, intentando encontrar el problema. Lo que yo era. Lo que quería ser en el futuro y lo que sería, intentaba averiguar mi esencia. Todos mis modelos antiguos estaban allí, y aprender del pasado es la clave para prevenir del futuro. Había algo que me impedía verlo con claridad.

-¿Molesto...?
-No, Valerie -la sonreí -. Quédate conmigo.
-¿Qué te ocurre? Servatrix preguntaba por ti.
-¿Y qué quería?
-No lo sé -pausó unos segundos-. ¿Qué te ocurre?
-Nada... simplemente observo -era mentira.
-¿Por qué no eres sincero ni siquiera con tus propios compañeros? A veces incluso parece que confías más en el criterio de los de fuera.
-Está bien... Hay algo raro que ha cambiado en esta sala. Hay algo diferente. Y no sé qué es -desvié la mirada para dirigirla a las reliquias de aquel edificio, cuando una imagen, blanca, funesta, cubrió los pensamientos de la muchacha pálida.
-¿Crees que empezará pronto?

Giré la cabeza para ver los ojos de la muchacha, girando mi cuerpo y avanzando hacia ella con la boca entreabierta. No era un secreto que estaba cogiendo fuerzas, que mis mentes entrenaban siempre que podían, que Erudito trabajaba arduamente en un proyecto secreto bajo mi orden. Con aquel ejército de mentes, algunas desleales, planeaba la guerra contra la figura de sus preocupaciones. Bajé la mirada. Su sombra y amenaza me ponían nervioso.

-¿La guerra?
-Sí.
-No lo sé, Lágrima. Por un lado... quiero que suceda, ¿sabes?
-¿Quieres que deje de sufrir? -sus ojos me mostraron un gesto que solo entendería mucho, mucho después.
-Claro. Quiero que dejes de sufrir, y que Social deje de tener que dar explicaciones a la gente, y que Razón deje de patrullar por las noches... de que Luchadora vuelva a confiar en sí misma...
-Luchadora ya no es la misma. Y nunca lo será creo.
-¿Por qué? -la idea me asustaba, necesitaba su agresividad y superación.
-Ya no me grita ni regaña por mi fragilidad.

El Palacio había comenzado a convertirse en un pequeño epicentro de maldad, había que localizar a los culpables cuanto antes y hacer algo con Sever... explotar...

-Eso te pasa por construir y basar todos y cada uno de tus cimientos en otra persona -no sé en qué pensaba, pero Valerie me recondujo a la realidad.
-Pensé que Luz me los mantendría siempre.
-No digas esto a nadie, pero... -respiró hondo, agarrándose el hombro izquierdo.
-Dime.
-No dejes que Eissen tome el mando, por favor.

Un pensamiento cruzó mi consciencia, de pronto, mientras clicaba los botones de aquella red social, buscándola. Luz no estaba.

-Tomo... nota...

Retrocediendo un paso traté de buscar un punto de apoyo antes de caer, notando que Love ya lo hacía desmayada. La confusión era total. La llamé, la mandé un mensaje, traté de contactar con ella de cualquier forma, pero era imposible. Luz, sin motivo alguno, inmersa en sus problemas, localizó a la persona que más insistía en que debía superarlos, y en un acto de absoluta inmadurez había decidido hacerme el vacío. Ella, por la cual tanto había hecho y por la cual tanto había sufrido, ella, mi amiga, haciéndome eso... a mí... ¡A mí!
La presión del aire cambió súbitamente, todo se volvió caótico y hasta lo estático parecía moverse. Con los ojos color sangre, miraba al suelo tratando de tocarme las sienes mientras Valerie retrocedía, atemorizada. La energía comenzaba a condensarse alrededor de mi cuerpo, creando brazos gigantes, y tentáculos alrededor de mi espalda. La sangre comenzaba a acumularse en mi cabeza.

-¡No! ¡No, esta vez no! ¡Yo la eché! ¡No me domarás!

La presión del aire disminuyó al instante, dispersándose como una onda, mientras mis ojos volvían lentamente al color marrón, y mi cara volvía a palidecerse.

-Mil Mentes... eso ha sido...
-¡Él!

Un golpe precedió al miedo. La señal de Razón se apagó mientras caía de la terraza en la que nos contemplaba, directo al suelo donde las ondas sónicas de Musik y la fuerza de otra mente pudieron salvarle. Como una centella una sombra saltó del lugar del crimen, y voló veloz hasta una posición del cielo. Todas las mentes, alertadas por la alarma de mi descontrol, salieron afuera para contemplar cuatro figuras blancas, que con brazos cruzados nos observaban muy serios. Haciendo un gesto para que Valerie se quedara dentro salí a toda prisa, desprendiendo energía que me elevó por encima de todas las mentes.

-¡Sever! ¿Se puede saber a qué has venido?

Él tardó mucho en responder. Reconocí mientras a sus tres acompañantes, tres figuras idénticas a tres de mis mentes, pero completamente blancas, como si fueran parte de él miso, exactamente igual que aquel Relativismo. Los Clones Blancos de Equánime, Love y Razón permanecían tan serios como su creador, hasta que al último se le escapó una sonrisa, culpable de la agresión a su igual.

-He oído que te estás preparando para la guerra -los murmullos se extendieron bajo mi posición -. La sola idea me da risa, pero quiero ser bueno contigo, porque eres aún joven, e inmaduro. Obviamente si tú te preparas para atacar, yo haré lo mismo -sonrió, brillando ante el sol sus ojos dorados, marcando cada palabra -. Pero, si permites que domine tu mente y me haga cargo de la niñata de Luz, evitarás un seguro derroche de sangre -giró su cabeza, y sus cabellos ensombrecieron su rostro -. Piénsalo detenidamente, pero no te demores.
-No hay nada que pensar -todos me miraron -. No negociamos contigo, Sever. Eres la parte de mí que no quiero ser y no permitiré jamás ser como tú. Y no me detendré hasta vencerte.

Sever gritó, en una carcajada que le hizo doblar la cintura, perdiéndose el sonido en la presencia de los cuerpos silenciosos. Sus lacayos profesaban una sonrisa.

-Si ni siquiera me entiendes, Carlos -cogió aire repetidas veces para ahogar su risa -. Te diré una cosa. Yo soy lo que necesitas para que todo esto funcione. Si vas a matarme y fracasas, me adueñaré de tu cuerpo para siempre -se irguió, crujiendo lentamente su espalda -. Sea.

Los tres clones volaron a toda velocidad dispersándose por el terreno. Con las armas preparadas, todos en guardia tratamos de seguirles la pista, pero al fijar nuestra visión en ellos ya habían atacado. Desplegando sus mangas la falsa Love, un sinfín de cartas comenzaron a cortar las pieles expuestas. Luchadora se anudaba a toda prisa su antebrazo, mordiendo un extremo de la cuerda.
Eran rápidos, e inmortales. Un aliento de ira e incomprension irradiaba de las heridas que regeneraban al segundo. Eran más que la última vez, y nosotros éramos menos. Los falsos Razón y Equánime luchaban juntos, y el poder del segundo dominaba nuestro cuerpo impiéndonos atacar si dos ya lo hacían. Por otro lado, Love creaba el caos con una marea de cartas que giraba a su alrededor y de la cual nos lanzaba sus proyectiles. Ruido de cristales. Repartía como podía mi energía para ayudar a mis mentes todo lo posible, atacando a los tres clones a distancia. Fuego, recubriendo su cuerpo cobrizo de ceniza, lanzó una llamarada que comenzaba a quemar su barrera, mientras Susurro colaba bombas y flechas por la fisura, Desdén comenzaba a desintegrarla con su poder y Erudito salía de su laboratorio entregándole corriendo algo a Stille. La muchacha se desconcentró, pero no cayó, regenerando la barrera y sus heridas, cortando a nuestras mentes. Algunas de sus cartas no se deshicieron al quemarse, sino que quedaron envueltas en llamas y atacaron a Fuego cortando su ataque. Obrero quedaba muy herido por la radiación de la lanza del malvado Razón. Pero no desistimos. Luchadora se elevó en energía, potenciada por Servatrix y cortando la barrera con su espada negra, cubierta por las flechas y los disparos de sus compañeros. Mole también se elevó, convirtiéndose en metal y metiendo su cuerpo por la ranura que ella creó, y cuando el hueco fue suficientemente grande Stille se coló por él, sacando el objeto que le dio Erudito en aquel ojo de huracán y hundiéndolo en el cuello de la joven indefensa que la miraba asustada. La aguja negra que hendió comenzó a tejer hilos naranjas alrededor del cuerpo de la muchacha, paralizando poco a poco su cuerpo. La barrera de cartas caía al suelo con la chica, al tiempo que Eissen provocaba al clon de Razón para después esquivar su lanzazo directo a la muñeca del clon de Equánime. Repar cortó aquella mano inmóvil mientras otra mente con su hacha cortaba la otra, inhibiendo por segundos los poderes del clon. Suficientes para separarlos y destrozarlos. Ellos se escabulleron, retrocedieron a la vera de su creador ante su orden, y todos nos quedamos al margen. Los tres nos miraban, erguidos, mientras regeneraban.

-Solo han sido tres de mis clones. Si queréis ir a la guerra, iréis con todas sus consecuencias -su semblante serio, comenzó a hacer un barrido por todos nosotros -. Y tengo en mi poder más de un centenar -detuvo sus ojos en Eissen, sonriéndose -. No hay vuelta atrás. Preparaos bien para la guerra, porque esta vez no tendré piedad.

Desapareció llevando consigo a sus dos lacayos. Miramos todos al clon de Love, inmóvil, asustada.

-Del polvo, al polvo.

Luchadora cercenó la cabeza de Love, que desapareció. Pero volvió a regenerarse de su cuello, y esta vez la aguja no tejió sus hilos sobre ella, y podía gesticular. Cortó su pie, y le ocurrió exactamente lo mismo.

-Erudito, ¿tienes más agujas?
-¡No, no tengo, no le cortes más cosas!
-Esto solo puede acabar de una manera...
-Espera Fuego, ¡Para!

De improviso apareció el de piel ardiente y con llamas de sus brazos creó una explosión que hizo retroceder a Luchadora. No hubo nada de Love después, solo ceniza. Erudito le miró, enfadado.

-Podríamos haberla interrogado. Y has destruido la única muestra de sello que había creado.
-Oh... -y se retiró.
-¿Podrás crear más, Erudito?
-Sí, pero no gracias a él.

Caminaba en círculos mientras le explicaba a Roxanne, sentada en un banco, que iba a ir a la guerra con todo contra Sever, reconociendo que no sabía bien qué hacer. Era verano ya, y muy pronto iría a mi primer campamento como monitor. Ella iba a ser mi mejor amiga allí, pero no como monitora. Y era una lástima, porque era la única capaz de comprenderme. En mi mente, caminaba por el pequeño acantilado en el que se erigía el faro, preocupado y pensativo. Una sombra me sorprendió allí, apareciendo de la nada con aquella bruma oscura, esa capa raída.

-El enemigo se aproxima amenazador y reflexionas para mejorarte a contrarreloj, Mil Mentes, pero pierdes tiempo. Yo puedo ayudarte.

Inconsciente se sonreía mientras me miraba con aquellos profundos ojos negros, enigmáticos.

-No sé si puedo fiarme de ti.
-Sabes que sí -se acercó, lentamente, sin caminar -. Has leído a Freud. Sabes lo necesario. Sabes que puedo potenciarte, que puedo hacer que entres en contacto con tu ser más básico e interior para obtener respuestas, no solo con intenciones defensivas.

Necesitaba respuestas. No podía evitar la guerra porque Luchadora no me dejaba. Quizá estuviese débil... pero no podía controlar la fuerza con la que me arrastraba. Necesitaba conocer mi inconsciente.

-En ese caso acompáñame -abrió un portal negro a su espalda, y mientras lo cruzaba me hizo un gesto para que le acompañara -. Bienvenido a mi morada, Mil Mentes.

Todo se volvió negro para mí al cruzar el portal de textura líquida. Recobré la visión, pero solo apareció la figura de Inconsciente ante mí. Las paredes, el techo, una sala entera formada por bruma líquida y espesa, negra.

-¿Qué es este lugar?
-Potencia cada parte de tu ser. Se impregna por tu esencia -me miró -. No es recomendable que una mente venga aquí, polarizaría demasiado esta sala con su rol.
-¿No eres una mente?
-Mi tarea es cuidar este lugar -sonrió -. Acompáñame, por favor...

Mi mente comenzó a ennegrecerse. Mi memoria se deshizo. No sé qué ocurrió exactamente en aquella sala, oculto todo en una extraña parte de mi memoria, con lagunas, con un extraño dolor. Me desperté en una cama de la enfermería, junto a Servatrix mirándome con cara neutral.

-¿Cómo te sientes?

Palpé mi cuerpo, lo miré extrañado.

-Bien...

Me sentía diferente, como si todo a mi alrededor estuviera mucho más bajo mi control. Una fuerza energética me elevó de la cama, depositándome en el suelo suavemente, sin casi darme cuenta de que lo había hecho yo. Sostuve en el aire un jarrón, asombrado, rompiéndolo en mil pedazos como si solo estuviese caminando. Servatrix me lanzó una mirada fulminante, y rápidamente el jarrón volvió a su sitio intacto como si no hubiera pasado nada.
Lo notaba en mi interior. Visitar mi inconsciente me había unido a mi lado más salvaje. Comprendí mucho sobre el ser humano, abrió mi mente. Pero sentí que en aquel lugar lo abrí tanto que había visto cosas horribles, las había visto, y mi cerebro las olvidó todas para defenderse. Me pregunté si hice bien, si estaba preparado para conocer el lado más oscuro de mi interior y comprenderlo... Había ganado fuerza por sacrificar mi ingenuidad. Quizá, si quería ayudar a los demás debía ser el más desengañado de todos. Me senté en la silla de mi salita, y algo triste recordé aquello que quise guardar dentro de mi ser con la frialdad de un maquiavélico. Algo que esta vez no podía enterrar, ni siquiera guardar. Necesitaba contarlo a alguien, a alguien en quien confiara.

-Hola, Mil Mentes, ¿qué ordenas?
-No ordeno nada, Luchadora. Siéntate, necesito contarte algo.
-Ah. Bueno, cuéntame.
-Antes que nada quiero que sepas que no me enorgullezco nada de lo que voy a decir. Solo te pido que me comprendas y ocultes esta información tanto como la he hecho yo.
-No haré nada. No juzgo por palabras, juzgo por actos.

Me revolví en el asiento, incómodo, antes de contárselo. Me sentí un adolescente que iba a confesarse a su amor. Pero mucho más desagradable.

-Cuando maté a Religión, en las colinas -intervine rápido -, gracias a vosotros, por supuesto, se deshizo, y solo quedó de él un pergamino. En ese pergamino leí que Sever no era solo su figura, sino que su contaminación está implícita en todo mi mundo. En cada piedra... en cada...
-Mente.
-Sí... sí. Dijo que... que... No es agradable para mí decirte esto.
-Suéltalo, Mil Mentes. Las malas noticias las prefiero rápidas.
-Dijo que para destruir a Sever debía destruir con él este mundo y todas las mentes.

Ella se recostó sobre su asiento.

-Ya veo. Bueno, es una pena. Quería vivir. En fin, da igual, somos mentes, estamos por tu servicio y seguridad, y haremos lo que necesites hacer. ¿Tienes algún plan? Vas a tener que hacerlo pronto.
-Bueno... la verdad es que... no sé qué hacer.
-Si le quieres matar, matarnos, está claro.

Se hizo el silencio unos segundos.

-Luchadora... ¿ya está? ¿No tienes nada que decirme? ¿Ninguna alternativa?
-¿Por qué no me dices lo que quieres que te diga? Al fin y al cabo es lo que siempre haces. No has hablado conmigo desde antes de bajar al segundo nivel, y ahora quieres hacerlo solo porque tú lo necesitas. Ahora quieres matar a Sever. Pues mátanos, no tengo nada más que decir.
-Yo...
-No tienes más que decirme, ¿verdad?

Callé.

-Nos vemos, Mil Mentes. Cuando ordenes, haré lo que pidas.

Cerró la puerta tras de sí, dejándome solo en aquella habitación oscura, inquieto, culpable y mustio, con la sensación de no haberme desahogado como pretendía.

Abrí uno de mis cajones, donde había varios libros delgados con páginas en blanco. Cogí tres, y comencé a escribirlos.

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