20 de diciembre de 2013

Lágrima Valerie.


Soportaban muchos golpes. Muchas explosiones inundaban sus ojos. Eran tantos los enemigos que esquivaban por instinto, forcejeaban y al segundo habían ganado, llevando a la extenuación sus músculos.
Pero ella no.
Ella les miraba con impotencia, con aquel dolor persistente en el pecho. Dolía. Dolía... Defensor cubría el hueco que le correspondía, y el de la muchacha, con aquel espadón gigante sin parar de ondear y cansarse mientras ella solo miraba. Solo miraba, no sabía luchar. Solo miraba... Notaba los nervios en cada cabello negro y largo, en cada fibra de cada músculo, en cada vaso sanguíneo. Ella no sabía combatir, jamás lo había hecho. Por eso él estaba a su lado.
Fuego lanzó una llama inmensa, que brilló en la oscuridad de la nube y produjo mucho humo. La brisa negra impedía que pudiera respirar.
Se acumuló mucha energía, Defensor se giró y la rodeó con sus brazos antes de que todo fuera luz y explosión, el clon de Fuego la provocó, no sabía luchar.
Se arrepentía de haber ido.
Nació confinada en un cuerpo, en un alma podrida y marcada por los latigazos del odio. Lágrima su nombre, dolor su alma. Inútil su habilidad, contenta en su desgracia cuando todos reían, inmensa su culpa cuando todos lloraban. Pocos fueron tan valientes de hacerlo, pero ella veía sus almas, todos lloraban por dentro, casi todos. Y ella lloraba lágrimas de cobarde mientras su cara pálida miraba con ojos secos la aspereza del suelo. Porque cada alegría era su desgracia, y cada llanto su fracaso.

Todos querían derrotar a Sever por un motivo diferente. Su motivo no era el más noble, no el más válido, ni mucho menos el más altruista. Pero aquel ángel de maldad les hacía llorar, desenterraba el dolor que a ella tanto le costaba guardar, la insultaba, la humillaba con sus fracasos, pero el orgullo daba igual cuando el deber yacía por encima, perdida en su misión. Perdida en su desgracia.
Quería descansar por fin, victoriosa o rodeada de tierra en una lápida borrosa. El olvido...

La naturaleza maligna de Stille atacó a su protector. Golpes, golpes, no supo qué ocurría cuando resbaló de sus brazos y quedó a la deriva entre una marea blanca. Sintió miedo, sintió desprotección. Iba a morir...
Agachó la cabeza antes de que una guadaña tiñera su túnica blanca de rojo sobre su cuerpo descabezado, cortando las puntas de su pelo liso de rubio oscuro. Apenas abrió los ojos cuando notó la tiara diadema dorada resbalarse de su cabeza y perderse entre la oscuridad... Le gustaba, quería cogerla... pero... Pero...
El aire se estremeció cuando Duch impactó con su martillo en varios clones que iban a por ella. Llegó a escuchar su nombre, antes de que el caos de la marabunta les separara. Ella no sabía defenderse, como Defensor. Ella no sabía pensar, como Razón. Ella no sabía pelear, como Luchadora. Un escalofrío, recordó todas las veces que la chilló y maltrató... Siempre tuvo energía para gritarla. Pero ya no. Y era culpa suya.
Una mano en su hombro en aquel torrente. Aire frío golpeando el cuerpo que frágil se doblaba cuando quiso usar el aire como suelo. Otra vez alguien había abandonado el combate por ayudarla y salvarla, debía haberse quedado con Susurro y Erudito.
Pero levantó la cabeza y en la penumbra no vio una mente.
Un hombre grande, blanco, con un rifle apoyado en su hombro, frotándose contra la ropa la mano que la había cogido. La miraba, riendo con malicia. Yerro, el asesino de personas.

-Mira, pero si es la putita del Palacio...

Otra humillación. Otra más no, por favor... Ya tenía suficiente, y no era suficiente... pero no más... Se acercaba, mientras ella se levantaba. No llorar, no llorar.
Apartó la mirada triste mientras se cogía el hombro con su mano contraria, y el clon se aproximaba demasiado. Le dolió cuando la empujó y tiró.
Quería llorar, quería liberar todo lo que siempre guardó antes de morir. Pero no quería ser más lastre, no más. Le costaba, pero debía hacerlo porque a ella le había tocado. Apenas se incorporó y dos clones más aparecieron a sus espaldas. Repar y Lasai la presionaban para que no intentase escapar.
No quería morir... si pidiera ayuda... ¿Y si la pidiera? ¿Y qué si la pidiera? ¿Su vida no era una condena? Jamás sería libre. Una jaula de dolor privada de libertad, y se planteó cosas. Quiso llorar. Quiso ser una carga. Pero amaba a las mentes que producían su dolor. ¿Y si ella muriera? Si la jaula era de fuego, el contenido ardía. Miró a la marabunta que avanzaba sin ella, y a las mentes que aún más lejos la retenían. No importaba a nadie, y... le dolía... ¿Por qué nadie pensaba en ella? ¿Tan complicado era darla amor e importancia?
Notó su pequeña fuerza apagarse al mundo, desapareciendo entre la oscuridad y a los sensores de cualquier mente. No era mundo para ella. No merecía vivir, ni que los demás supieran qué hubiera sido de ella, ¡incluso fantaseó pensando que la odiarían por huir y olvidarles!

-Siempre he querido matarte, Lágrima -jugó, apuntándola con su arma -. Pónmelo difícil, por favor. Suplícame -sonrió emocionado ante la impasibilidad del resto -. Suplícame para que te torture menos de lo que voy a hacer, escoria inútil -se pasó la lengua por los labios -. Y cuando acabe contigo, mataré y partiré en cachitos el cuerpo de tu amiguito Optimismo.

Nunca tuvo orgullo ni autoestima. Nunca le importó lo que dijeran de ella, porque el dolor le daba igual. No... no le... ¡No le daba igual! Pero a los demás... ¡Ella era la verdadera guardiana del mundo! ¡Y Optimismo no había hecho nada en su vida! Su ojos se humedecieron y le miraron, porque no tenía fuerza, no tenía nada, iba a morir, pero no iba a darle la razón a ese asesino.
Se sorprendió cuando un chasquido retumbaba en la cara blanca del clon. Retrocedió un paso, tocándose el lugar del golpe mientras la miraba, y ella había sido la culpable. Con la mano aún abierta en el mismo lugar que en el impacto.
Repar y Lasai la agarraron por los brazos rudamente, y emitiendo un quejido lloroso la joven dobló algo las rodillas. Ellos la soltaron rápido.

-¿Serás... ¡furcia!?

Y el asesino de hombres se abalanzó contra ella. Ya estaba. El final. ¿Era digno? ¿Era justo? ¿Llorarían los demás su pérdida? Si jamás lo sabrían...
Pero sus manos, codos y pecho tuvieron que separarse pronto de ella. Chillando como un animal se retorcía de pie, caminando rápidamente, mientras regeneraba la piel carcomida que le faltaba. Pero ella no había hecho nada.

-¡Quema! ¡Esa mala bruja tiene algo en la piel! ¡Duele mucho, joder!

Dos rayos inmensos cruzaron cielo y suelo de la nube, impactando sobre ella y deshaciéndola en mil virutas. Repar y Lasai la apuntaron con sus armas. No supo qué pasaba, pero unos rayos rojos repentinos agujerearon el cielo, y derribándola por su fuerza, surcaron muy cerca de ella dos de ellos. Cuando abrió los ojos, a Lasai le faltaba una pierna, y Repar no estaba.
Se encontraba de pie de pronto, débil, cabizbaja como siempre, y miró las heridas de Yerro. Atónito contemplaba la escena. No sentía ira, ni orgullo. Solo quería proteger a Optimismo. Siempre quiso morir gritando al mundo lo mucho que había sufrido, pero esa no era su misión, debía callar y, para su sorpresa, morir luchando.
Fue ella la que se lanzó contra el malvado del rifle, y compenzó a chillar y retorcerse debajo de ella, clavando sus ojos abiertos de par en par, que la incomodaban y la hacían sentir culpable, y por eso tocó su rostro, y poco a poco de su garganta apenas se escuchaba un alarido gutural.
Él la golpeó, soltando su rifle, y la derribó. Pero seguiría, debía hacerlo, moriría aquella noche, pero lo haría defendiendo a la única persona que la hacía sentir mejor.
Lasai la apuntó con sus dedos y de ellos salieron rayos amarillos que la derribaron. Apenas una molestia, no podía incorporarse ni respirar mientras Yerro terminaba de regenerarse, angustiado de dolor. Con un quejido se incorporó la verdadera molestia, que vio cómo su enemigo volvía en pie intacto y Lasai volvía a bajar los brazos para seguir viendo el espectáculo.

Nunca pensó que podría luchar. Yerro cogió su rifle y la apuntó, y ella no se sentía débil ni pesada cuando lo hacía. De pronto, se sentía ágil. Fuerte, vigorosa, veloz, esquivaba sus balas girando, saltando, dejándose caer y volando más alto, y podía. No se sentía mal, ni entonces ni cuando cargaba de nuevo contra él, y cuando lo hacía bien notaba cómo sus manos se incrustaban más en su cuerpo, que parecía evaporarse cada vez que lo presionaba. Entonces, cada vez, Lasai interrumpía el contacto hasta que Yerro podía atacar.

-¡Pero mátala, no dejes que me vuelva a alcanzar!
-No tengo nada personal contra ella -respondía él, cada vez.

Ella volvió, sin sentirse bien ni mal por lo que hacía. No era una carga, o eso creía, y podría a lo mejor en un momento, si había suerte, defender a los que la soportaron. Por eso volvió a hacer lo único que hacía, esquivando cada bala que lanzaba cuidadosamente el asesino, intentando volver a por él. Pero, ¿y si fuera a por el otro? No le había hecho nada, pero... no, Lágrima, no debería... pero...
Un disparo sonó en la noche, mucho más fuerte que los otros. Mucho... más fuerte.
Lasai irguió algo su cabeza, sorprendido.
No pudo correr, ni volar. Era una sensación nueva, diferente, nada que ver con la presión en... su espíritu...
Recogió con su mano sangre caliente, que se escapaba de su túnica manchada de carmesí y se escurría entre sus finos dedos pálidos, perdiéndose en el mar inmenso. Y ella incrédula lo miró, apretó los dientes, se le escapó un gemido agudo. Después de lo vivido, aún pensó que podría vivir, que podría haber esperanzas en su vida. Pensó que iba a morir, pero ahora era cierto, y no se lo creía. Siempre tan inesperada, la muerte... Dios, dolía mucho...
¿Ese era el resumen de su vida? ¿Una amiga inadaptada, castigada desde el nacimiento a sufrir una eternidad de dolor y lamentaciones? Ella pudo verlos, a veces las mentes eran felices. Hasta Lequ Love, siempre sufriendo y a punto de morir dos veces a su suerte, ahora era feliz... Luchadora lo fue, hasta que Humilde dio su vida por ella. Eissen podría serlo, si algún día, como él dijo que deseaba, se convertiría en una mente de pleno derecho.
Pero su vida acabaría hoy. Porque después de ese tiro, vendrían más, y ella ya no podría esquivarlos. No sabía luchar. Lo sentía de veras por no haber sido feliz. Por no haber sido lo suficientemente fuerte como para serlo. Y sentía de veras haber sido una carga. Compañeros... Debía seguir oculta, debía caer en el olvido. Era mejor así...

-Eh -Yerro rompió un silencio largo, y avanzó un par de pasos mientras apoyaba su rifle en el hombro -. No he acabado contigo, bruja. Estoy hasta los huevos de ti, quiero matarte de una vez -apuntó su rifle de nuevo a su cabeza y lo volvió a dejar como estaba -. Quiero que digas que no hay esperanza para tus amigos.

Solo silencio. Respiraba y gemía, pero no hablaba. Ella no veía esperanza en su vida, era débil, y veía los rostros de los demás tocados por la luz, pero cubierta de sangre no creía en la esperanza. Sí creía, sin embargo, en el último legado que defendería. En la persona que desde la sombra alentó a las mentes a combatir, las unió, y las salvó cuando nadie más lo hacía sacrificando su físico por ello.

-Como no hables ahora te agujereo la rodilla. Esta es tu tortura. Di que no hay esperanza para tus amigos. Traiciónales.
-No habrá esperanza para aquellos poseídos por la ira y el odio -cabizbaja, con los ojos cerrados, ella hablaba.
-¡Yo no te he dicho eso!
-Y aunque me duela en el alma dejar este mundo, yo... -una lágrima se escapó por el ojo derecho de la muchacha -, hice lo que pude, sin intentar ningún mal. Sin orgullo ni odio -alzó su cabeza, mirándole a los ojos -. ¿Qué hay de vosotros?

Una sombra a toda velocidad apareció erizando su cabello cuando Yerro apuntaba a su rodilla, y sin darla tiempo ni a girar su cabeza unos brazos delgados agarraron su cuerpo y de un empujón la sacaron de allí, desapareciendo Yerro, desapareciendo Lasai, distorsionándose el mundo que la rodeaba y con un chasquido formarse de nuevo, otro horizonte, otro paisaje, igual, pero diferente.
Con movimientos frenéticos, unas manos blancas la cogieron y la apoyaron en el suelo, tratando de ser suaves. Esas manos... esos brazos...

-¿Estás bien? Escúchame, ¿estás bien?

Alzó la mirada la débil. Con pupilas diminutas y la boca abierta, con sorpresa y miedo, observaba junto a ella el rostro de su familiar amigo, que como una invocación había acudido para salvarla. Pero ese no era su amigo, sino su malvado clon asesino, la burda imagen de lo que una vez fue y lo que ya no era, joven y blanco, ante ella se encontraba Optimismo.
¿Había venido para salvarla?

-¿Me oyes? No vengo a hacerte daño, mi deber es quedarme contigo aquí y...

Dos sombras aparecieron de pronto a sus espaldas, y con un movimiento rápido, dejando a la muchacha caer tumbada, les plantó cara. Optimismo la dejó caer... para defenderla, ¿verdad?
Lasai esquivó al joven, que rápido dio una patada al rifle del asesino que le apuntaba, agarrándole el brazo e inmovilizándole. Arrodillado en el aire, con el rifle apuntando al mar, Yerro gruñía.

-¡¿Qué diantres estás haciendo, hermano?!
-¿Sois vosotros los que habéis herido a la chica?
-¡Suéltame de una...!
-¡¿Sois vosotros los que habéis herido a la chica?!
-¡Sí! Hacemos lo que nos mandó el Maestro, joder. ¿Qué haces tú?
-El Maestro quiere a esta chica viva, y me ha encargado su protección. Y viva se quedará, ¿está claro? ¡Largaos de aquí!

Yerro asintió, dolorido. ¿Cómo que El Maestro? ¿Qué maestro, Optimismo? ¿Qué había querido decir? Él le dejó incorporarse, y se colocó sus ropas. Pero cuando dio la vuelta para irse, alzó el rifle hacia la posición de la carga y un disparo casi la acierta. Optimismo, que movió el arma a tiempo, alzó a Yerro en el aire y lo lanzó sobre su rodilla. Cogió el rifle con su mano libre, y agarrándole por la espalda le inmovilizó los brazos utilizándole como escudo, apuntando contra Lasai, que levantó sus brazos, tranquilo.

-Optimismo... -dijo ella.

El chico siguió pendiente de Lasai, evaluando hasta qué punto él era de fiar.

-Optimismo... -imploró ella.
-¿Qué quieres?
-¿Por qué me proteges?

La miró, pendiente aún de su enemigo. Ella necesitaba oír aquella respuesta. Necesitaba saber que era su amigo, que todo había merecido la pena.

-¿Qué?
-¿Por qué haces esto por mí?

No era una mente, pero lo necesitaba, la estaba salvando, ¿no?

-Aunque seas una mente, El Maestro te quiere con vida. Tienes suerte. Y lo que Él diga, se hará -volvió la vista de nuevo a Lasai -. Este ya se ha convertido en un traidor de los nuestros. ¿Tú qué vas a hacer?

El mundo oscureció más aún pese a la luna. Un mundo de últimas esperanzas se desvaneció, no era su amigo. No la salvaba, solo cumplía órdenes. ¿Era ella una órden? ¿No era una... amiga?
Las lágrimas brotaron de su rostro.

-¿Es eso lo que soy? -apretó los dientes por el dolor -. ¿Es que acaso no me reconoces? Todo el tiempo que hemos pasado juntos, ¿lo has olvidado? -su mirada se perdió en el vacío -. Odio ser yo. Odio que ese monstruo me quiera viva. Estoy sola. Estoy sola en mi lecho de muerte.

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