Polvo eres. Y en polvo te convertirás.
La tierra. Tan eterna, tan recia, dura e inmutable. Cambia con paciencia, en medio de la nada inmensa que es el Universo. Sin embargo, la tierra nos ha dado un gran regalo: la vida.
Cede su espacio para nosotros, nos permite aprovecharnos de sus recursos y comparte la luz que recibe. Todo en un equilibrio, lento pero perfecto, una balanza que siempre que sube, baja, y de manera inflexible nos pone a prueba para acomodarnos en su propio juego cambiante.