Allí el investigador y la sanadora, averiguando una manera de sobrevivir, quedando atrás entre el caos inclemente. Las islas se deshacían entre ácido negro proveniente de la masa densa y negra que desde lo alto les observaba. El tiempo corría en su contra, y los dos caballeros marchaban entre la muerte.
-¡Atrás! -gritaba el de blancos ropajes.
El rayo níveo de su espada frenaba la masa informe que caía, apretaba él su mandíbula mientras trataba de deshacerla, pero no lo conseguiría. Razón lograba empujarle antes de que la salpicadura del impacto le alcanzase, y cayeron sobre hierba marchita. Otra explosión le asustó desde el suelo, donde la gravedad alterada y el movimiento de su isla hacían difícil incorporarse.