Poco a poco comenzaba a invadirme la paz... cada vez me sentía más unido a la tierra de mi mundo. Todo se apagaba. Mi espíritu sanaba y podría emerger de su mal... Unos extraños pulsos hicieron vibrar las baldosas donde meditaba.
Eissen abría la puerta en el momento en el que leía la última frase de mis confesiones. Cerré el libro rápidamente, apilándolo con los otros dos.
-Hola, Mil Mentes... -pausó -. ¿Qué haces?
-Nada, Eissen -abrí la caja fuerte detrás de mi asiento y metí dentro los libros -. Guardando esto.
-Nada, Eissen -abrí la caja fuerte detrás de mi asiento y metí dentro los libros -. Guardando esto.