25 de septiembre de 2019

Madre.


Duch sujeta mi cabeza, limpia la sangre de mi boca mientras me promete que es la última vez que usará este trapo sucio, que va a traer uno nuevo. Es la tercera vez que me pasa esta noche... no. Miro la pared blanca detrás de Duch, las líneas de luz que se filtran de las persianas viejas al otro lado. Ya es por la mañana. Cuando acabo de escupir el último grumo de sangre, le pido a Duch que abra las persianas.

20 de septiembre de 2019

A veces, donde cazar pensamos...


El verano ha comenzado en el bosque. Se nota en el volumen tan fino de la nieve, en la hierba que se distingue en los claros, en las primeras gotas de sudor que recorren las piernas por el lado de la silla de montar. La Señorita Lorraine gruñe feliz justo debajo, da saltos pequeños entre los árboles, porque sabe a dónde vamos, sabe que dentro de pocos minutos la dejaré en un claro con abundancia de raíces y bellotas mientras pierdo las horas sola en el bosque. Miro hacia atrás para ver a qué altura dejo atrás las montañas nevadas, y como casi no puedo ver la cumbre entre los árboles, sé que pronto llegaré al destino. Es un día despejado, y aunque el aire es bastante frío, tengo calor debajo de la capa de piel de ciervo. La echo hacia atrás, y me recojo la media melena para hacerme una coleta. Mientras desengancho el coletero de mi muñeca, un salto rápido de la jabata hace que se me resbale de los dedos y caiga entre las huellas encharcadas que dibuja en el camino. En fin… Entre los dedos de la otra mano está enredado un pelo que acabo de arrancarme. No es azul oscuro. Es blanco. Es una cana.